viernes, abril 21, 2006 

Salvador Allende: los problemas de hacer revolución siendo minoría

Aunque la UP obtuvo una victoria histórica –por primera vez un presidente de la izquierda marxista llegaba al poder capturando votos libres e informados–, nunca logró hacerse de manera efectiva del poder político en Chile. Desde el principio el gobierno luchó por imponer su proyecto tan original de socialismo a la chilena, haciendo reales buena parte de las medidas propuestas en el programa de gobierno de la coalición. Inspirado en las reservas de idealismo características del sector que lo apoyaba, creyó que era posible despertar un sentimiento socialista en la mayoría de los chilenos. Desgraciadamente, tan pronto asumió quedó de manifiesto el problema básico que va a afectar a su corto mandato de tres años: ese sueño socialista, nunca logró subyugar la imaginación de la mayoría de los chilenos. Esa fue la tragedia del “modelo chileno de transición al socialismo”.

Luego del éxito electoral la UP solo logró controlar el Ejecutivo. El poder Legislativo permaneció bajo control de la derecha. Si Allende quería hacer transformaciones dentro de la ley, primero tenía que conseguir que los parlamentarios le pasaran sus proyectos. Difícil cuando no se cuenta con los votos suficientes. El mismo problema se le planteó al interior de los organismos que debían fiscalizar todo el proceso legislativo y las actuaciones del gobierno: tanto el poder Judicial como la Contraloría General de la República, siguieron, como antes, bajo el contro de profesionales o burócratas que pertenecían a las filas de aquellos dos tercios que no habían votado por Allende.

Se planteó, entonces, el dilema de cómo construir el paraíso socialista de una manera democrática a partir de una posición de franca minoría.

¿Se puede?

Analicemos los datos.

En la década de 1960 la participación de la gente en la política y en las distintas modalidades de la vida social fue mucho más activa. Fue una década de cambios y de movilización. Fue, puede decirse, una década de izquierdización, en que el progresismo dejó de ser una excentricidad. Progresismo e izquierdización de los chilenos. Pero ¿bajo el sello marxista? ¿fue una década para socialistas y comunistas?. La verdad es que no.

En esa década el tamaño del electorado se amplió de manera importante. Entre los patrones electorales de 1964 y de 1970 hay una diferencia de 416.731 inscritos. Los estudios, sin embargo, nos muestran que solo un 13,3% de esos nuevos votantes se inclinaron por Allende. Como la DC estaba viviendo una debacle electoral, la consecuencia más clara es la siguiente: fue Alessandri el que se llevó la mayor proporción de los nuevos votantes, de esa gente que se había movilizado a última. Esta situación era graficada, entonces, por las encuestas, que favorecían largamente al candidato de derecha. El país, pues, parecía estar derechizándose levemente. O por lo menos, no yendose para la izquierda. El escenario para Allende y su proyecto, se ve, era sumamente adverso. Había pocas razones para ilusionarse por el triunfo. Sin embargo el triunfo si se produjo. Pero por una especie de error de secretaría, no porque el proyecto popular hubiera prendido en la sociedad: los sectores mayoritarios del país, de centro y derecha, fueron incapaces de estructurar una coalición, debido a la gran ‘traición’ DC (la reforma agraria, aplicada por Frei luego de haber recibido votos de derecha).

Allende creía que este escenario cambiaría cuando ejerciera de manera efectiva su mandato, creía que su proyecto utópico y minoritario, sin embargo, podría prender. Sin embargo el panorama no era particularmente aspicioso. El presidente enfrentaba serios desafíos con el costado izquierdo y el derecho del espectro político, además de los que tenía en el mismísimo ‘frente interno’ de la UP.

Veamos esas dificultades.

¿Quiénes estaban realmente del lado de Allende en el apoyo del “segundo modelo de transición al socialismo”. La verdad es que muchos menos de lo que uno supone. Porque no había muchos que creyeran, como los intelectuales que habían forjado el proyecto, que podía impulsarse cambios radicales sin que ellos supusiera, a la vez, la destrucción completa de las instituciones y procedimientos de la antigua democracia chilena. Solo los comunistas, una parte de los radicales y una fracción menor del socialismo creía en su receta de cambios progresistas pero en democracia.

Para importantes sectores de la izquierda era claro que si se destruía la base socioeconómica del viejo orden las reglas y procedimientos de la democracia pluralista burguesa tendrían que perder su base de legitimidad. En esta línea estaba claramente el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). El MIR creía que las propuestas de Allende eran quimeras. Pensaba que el único camino para dar forma al socialismo era el del levantamiento violento de campesinos y trabajadores. El MIR apoyó tibiamente a Allende, en la campaña. Pero la verdad es que siempre dio por sentado que no era posible impulsar cambios reales por la vía legal. Eso quedó claro a muy poco del inicio del mandato de Allende, cuando MIR se volvió un franco enemigo del régimen, siempre dedicado a desestabilizarlo. Esta postura era compartida por el grueso del propio Partido Socialista. La facción más extremista había tomado control del partido en las elecciones internas, dejando como leales a Allende solo al sector moderado del partido, liderado por Aniceto Rodriguez. Al lado de ellos estaba el Mapu.

Estos sectores, que no creían que fuera posible construir el socialismo por una vía legal y democrática, fueron una espina en el zapato del gobierno. Entre otros motivos porque sus objetivos revolucionarios eran completamente utópicos. Querían la insurrección pero nunca tuvieron un plan y una línea de acción. Solo tenían claro que había que acelerar las contradicciones, apurar los procesos sin pausa, sin atender a las demandas, hasta las suplicas del propio gobierno. Algunos incluso soñaban con que se creara tal descalabro para que debieran intervenir los sectores reaccionarios apoyados por las fuerzas armadas. Luego del golpe vendría la represión brutal y, detrás de ella, la revolución. Otros soñaban con fracturar las fuerzas armadas, para que estallara una guerra civil, en que se enfrentaran bandos rivales de uniformados, que sería coronada con la insurrección. Estos sectores impidieron que Allende tuviera nunca un verdadero control de sus fuerzas políticas. Eran ellos los que alentaban las tomas ilegales, las situaciones de violencia, que provocaban tanto rechazo en el centro y la derecha.

Hacia el lado derecho del abanico político la cosa no estaba mejor. Patria Libertad había perdido toda fe en las reglas del juego democrático. Lo mismo la derecha económica, los grandes empresarios, que desde el principio habían decidido impedir el asceso de Allende a como diera lugar. ¿Quién de ese sector todavía apoyaba con sinceridad la democracia pluralista?. El Partido Nacional, sin duda. Todavía mantenía ese partido su lealtad a la institucionalidad, incluso estaban de acuerdo en la necesidad de realizar algunas reformas. Pero la UP lo estaba sobrepasando. Por la profundidad y velocidad con que se estaban imponiendo los cambios. Lo mismo le pasaba al grueso de la Democracia Cristiana (incluido el Mapu, aunque por otros motivos), que progresivamente se irá acercando a la derecha.

Estos sectores desde el principio contaron con apoyo explícito de Estados Unidos, a través de la CIA. En cuanto ganó Allende la CIA intentó impedir el ascenso de Allende ofreciendo dinero y un trato político a la DC: que asuma Alessandri, luego de su victoria Alessandri renuncia y en esa elección se le da el apoyo a la DC. Cuando Frei rechazó la oferta, intentó persuadir a los militares seduciendo a su comandante en jefe, el pro-norteamericano René Schneider. Cuando eso falló, planificó su secuestro, para gatillar el golpe. Pero se produjo el primer asesinato político desde la década de 1830, provocando un efecto contrario al esperado.

El problema de la ingobernabilidad se planteaba incluso dentro de las propias fuerzas leales a Allende. La UP siempre fue una coalición de partidos independientes, que buscaban objetivos propios, por caminos distintos. Al establecerla se dio vida a un ente de coordinación llamado el “Comité Político de la Unidad Popular”. Este organo estaba conformado por un representante de cada uno de los partidos, bajo la fórmula de un representante, un voto. Sin embargo, este mecanismo electoral democrático nunca funcionó bien. Esta torta la cortaban los dos partidos grandes. Desgraciadamente nunca existieron reglas de procedimientos internos que permitieran regular el mecanismo de toma de decisiones. La verdad es que en debido a la falta de operatividad de este organo de coordinación cada partido tendió a actuar solo. Los socialistas, p. ej., impulsaron solos el proyecto de la Escuela Nacional Unificada, con oposición de los radicales e indiferencia de los comunistas.

La falta de líneas coherentes de acción era complementada con la indisciplina. La UP no contaba con ningún mecanismo de sanción para los rebeldes individuales o colectivos. Era normal que los líderes de las distintas facciones discreparan públicamente de Allende, sin que les pasara nada.
¿Qué había en común entre todas estas fuerzas? En realidad, solo la personalidad de Allende, que debía actuar constantemente como árbitro, en lo que llamaban entonces la mesa de tres patas (comunistas, socialistas y Allende). Pero no era nada de fácil llegar a acuerdos con partidos que siempre querían cosas distintas, que solían estar en desacuerdo en todo. ¿Qué hacer? Este problema que tenía como causa la existencia de diferencias ideológicas de fondo, se veía alimentado por la manera como se había conformado la burocracia de la UP. Para evitar que un solo partido controlara una repartición o una función, se había impuesto la costumbre de colocar representantes de los partidos más grandes en los puestos principales de cada institución. Si el superior era comunista, el segundo de abordo era socialista, y viceversa, Allí se producían roces habituales.

El papel de Allende de árbitro era difícil, porque muchas veces se trataba de asuntos sin solución. ¿Qué hacer? Muchas veces el mandatario sintió la tentación de actuar sin consultar a los partidos, de pasar por encima de estos partidos partidos indisciplinados, y comenzar a gobernar directamente con el apoyo de la gente (y para la gente). Pero la verdad es que no contaba con apoyo ciudadano suficiente como para intentar gobernar al margen de los partidos de la coalición..... salvo que las próximas elecciones dijeran lo contrario......

Con un precario apoyo en la izquierda, con una severa oposición de la derecha, Allende no tenía más alternativa, para gobernar, que formar alianza con la DC. De esa manera aislaba a la derecha y neutralizaba a los ultristas de la izquierda. Esta idea siempre rondó por las cabezas de los miembros de la UP, pero la verdad es que nunca se dieron las condiciones para que el pacto fuera posible. La DC no aceptaba la profunidad de los cambios impuestos. Si Allende quería ganarse el apoyo del centro, tenía que amortiguar el ritmo de los cambios.... El verdadero foco de todos los malestares eran las expropiaciones de empresas y fundos. El centro ya no aguantaba el impulso que se estaba dando a esto. Además estaba el proyecto de la Escuela Nacional Unificada, que disgustaba tanto a la Iglesia. Si Allende paraba esto, aunque fuera solo por un tiempo, el suficiente para que se produjera un acercamiento...... Pero la verdad es que eso no era posible. Aunque quisiera, el mandatario no era capaz de detener la dinámica de los cambios, debido a presiones que se sentían desde su propia coalición: las facciones extremas se habían tomado el asunto de los cambios en sus manos, y hacían todo lo que podía por acelerar las transformaciones, con tomas, acciones de fuerza, al borde franco de la ilegalidad. Cada vez que el mandatario anunciaba una medida moderada, dirigida al centro, la izquierda aumentaba las tomas, las ilegalidades, hasta hacer abortar la medida....

Estos datos son cruciales para entender todo lo que vino luego: desde el principio Allende, lider del proyecto popular, pretendida cabeza de las ilusiones de las masas, fue solamente un presidente de minorías.

¿Qué problema hay con esto? ¿Es posible que un gobernante con apoyo minoritario que lidera un proyecto de cambios pueda gobernar de manera efectiva?.

Por cierto, no. Pero los fundadores de la UP creían que la precareidad de esta base de apoyo se modificaría sola, una vez que se pusiera a caminar el proceso de transformaciones socioeconómicas: una vez que la economía comenzara a caminar a plena máquina, y de que se hubiera redistribuido las riquezas a los chilenos, el barómetro de las preferencias cambiaría a favor de la tesis del socialismo democrático. Allende sería mayoría, incluso más allá de los partidos, y la vía chilena al socialismo tendría su camino pavimentado.

martes, abril 18, 2006 

Recomendaciones de la ayudante para la prueba

Se evaluaran los siguientes aspectos:

a) La Unidad Popular: entiendase su proceso, características principales, partidos incluidos en ella y cómo los conflictos internos llevaron a la crisis.

b) Quiero que pongan ojo en el proceso y no tanto en fechas, que sean capaces de entender más que la cronología los hitos que conllevaron al fracaso de la UP.

c)Habrá también una pregunta sobre el Régimen Militar (artículo de Cristián Gazmuri).

Suerte a todos,

Margot

pd-. La imagen que muestra a la familia Aylwin la puso el profesor. No es un contenido evaluable, ni una metáfora, ni nada. Está allí solamente para adornar. También les deseo suerte.

jueves, abril 06, 2006 

Programa y proyecto de la Unidad Popular

Hablemos del socialismo con "empanadas y vino tinto".

Dos o tres provocaciones para partir.

Lo primero que hay que hacer para entender el proyecto de la Unidad es comenzar por establecer, con claridad, que es lo que no fue.

Uno puede pensar que la victoria de Allende fue una suerte de logro colectivo, cocinado con tiempo, paciencia y efectividad, por un sector importante de la ciudadanía. Algo así como la victoria de un proyecto político antiguo y bien asentado en el país, que reflejara una situación social madura, una convicción compartida por muchos, llevada adelante por un pacto electoral sólido, como la Concertación de Partidos por la Democracia, encabezado por un portavoz indiscutido.

La verdad es que el triunfo de Allende fue menos la culminación de un proceso natural de acumulación de fuerzas, que una carambola suscitada por esos típicos asuntos de conveniencia electoral chilenos, por ese sistema político fraccionado, en que las coaliciones ganaban cuando lograban sumar más partidos a esas tipicas coaliciones electoralistas, formadas a última hora.

No había tal proyecto.

El programa de gobierno de la Unidad Popular no es una receta sistemática y clara que refleje la existencia de un consenso fundamental entre las fuerzas progresistas.

Para elaborarlo se cotejaron los últimos programas aprobados comunistas, socialistas y socialdemócratas, las resoluciones programáticas de la última convención del partido radical, y las declaraciones de principios del Mapu y el API. La operación fue simple. Se buscó puntos que aparecieran en todos los programas, cualquier área de intersección. Lo demás se dejó fuera. Se trata, pues, de una fórmula de compromiso, que intenta extraer el pensamiento común de las colectividades, que intenta, sobretodo, satisfacer las exigencias de las distintas fuerzas políticas que integraban la coalición. Hay de todo en él. Desde propuestas moderadas y graduales impuestas por los radicales, hasta propuestas maximalistas empujadas por la corriente lenilista del socialismo.

No había un proyecto. Tampoco, un lider irrebatible que actuara como punte entre las fuerzas progresistas. Vamos a ver, en nuestras clases, hasta qué punto la posición de Allende era frágil dentro del propio mundo de la izquierda., antes, durante y después de la elección.

¿Algún propósito común? Destaquemos dos.

Todas estas fuerzas comparten un mismo diagnóstico de la situación que vive el país, que hace casi obligatorio empujar la causa del socialismo. Ese diagnóstico es esbozado con claridad dentro del propio programa de la Unidad Popular. Urgente leerlo, para que podamos iniciar un discusión. Es un poco largo, pero bien sustantivo:
PROGRAMA DE LA UNIDAD POPULAR

Aprobado por los partidos : comunista, socialista, radical y social-demócrata, el movimiento de acción popular unificado (MAPU), y la acción popular independiente (API), el 17 de diciembre de 1969 en Santiago de Chile.
INTRODUCCIÓN
Los partidos y movimientos que integran el Comité Coordinador de la Unidad Popular, sin perjuicio de mantener cada cual su propia filosofía y sus propios perfiles políticos, coinciden plenamente en la caracterización de la realidad nacional expuesta a continuación y en las proposiciones programáticas que serán la base de nuestra acción común y que entregamos a consideración del pueblo.

1-. Chile vive una crisis profunda que se manifiesta en el estancamiento económico y social, en la pobreza generalizada y en las postergaciones de todo orden que sufren los obreros, campesinos y demás capas explotadas, así como en las crecientes dificultades que enfrentan empleados, profesionales, empresarios pequeños y medianos y en las mínimas oportunidades de que disponen la mujer y la juventud.
Los problemas en Chile se pueden resolver. Nuestro país cuenta con grandes riquezas como el cobre y otros minerales, un gran potencial hidroeléctrico, vastas extensiones de bosques, un largo litoral rico en especies marinas, una superficie agrícola más que suficiente, etc.; cuenta, además, con la voluntad de trabajo y progreso de los chilenos, junto con su capacidad técnica y profesional. ¿Qué es entonces lo qué ha fallado?
Lo que ha fracasado en Chile es un sistema que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile es un país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamentales del país, los que se derivan precisamente de sus privilegios de clase a los que jamás renunciarán voluntariamente.
Más aún, como consecuencia misma del desarrollo del capitalismo mundial, la entrega de la burguesía monopolista nacional al imperialismo aumenta progresivamente, se acentúa cada vez más en su dependencia su papel de socio menor del capital extranjero.
Para la gran mayoría, en cambio, vender a diario su esfuerzo, su inteligencia. Decidir por los demás es lo que hacen todos los días.
Para la gran mayoría, en cambio, vender a diario su esfuerzo, su inteligencia y su trabajo es un pésimo negocio, y decidir sobre su propio destino es un derecho del cual, en gran medida, aún están privados.

2-. En Chile las recetas reformistas y desarrollistas que impulsó la Alianza para el Progreso e hizo suyas el gobierno de Frei no han logrado alterar nada importante. En lo fundamental ha sido un nuevo gobierno de la burguesía al servicio del capitalismo nacional y extranjero, cuyos débiles intentos de cambio social naufragaron sin pena ni gloria entre el estancamiento económico, la carestía y la represión violenta contra el pueblo. Con esto se ha demostrado, una vez más, que el reformismo es incapaz de resolver los problemas del pueblo.

3-. El desarrollo del capitalismo monopolista niega la ampliación de la democracia y exacerba la violencia antipopular.
El aumento del nivel de lucha del pueblo, a medida que fracasa el reformismo, endurece la posición de los sectores más reaccionarios de las clases dominantes que, en último término, no tienen otro recurso que la fuerza.
Las formas brutales de la violencia del Estado actual, tales como las acciones del Grupo Móvil, el apaleo de campesinos y estudiantes, las matanzas de pobladores y mineros, son inseparables de otras no menos brutales que afectan a todos los chilenos.
Porque violencia es que junto a quienes poseen viviendas de lujo, una parte importante de la población habite en viviendas insalubres y otros no dispongan siquiera de un sitio; violencia es que mientras algunos botan la comida, otros no tengan cómo alimentarse.

4-. La explotación imperialista de las economías atrasadas se efectúa de muchas maneras: a través de las inversiones en la minería (cobre, hierro, etc.), y en la actividad industrial, bancaria y comercial mediante el control tecnológico que nos obliga a pagar altísimas sumas en equipos, licencias y patentes, de los préstamos norteamericanos en condiciones usurarias que nos imponen gastar en Estados Unidos y con la obligación adicional de transportar en barcos norteamericanos los productos comprados, etc.
Para muestra un solo dato. Desde 1952 hasta hoy, los norteamericanos invirtieron en América latina 7 mil 473 millones de dólares y se llevaron 16 mil millones de dólares.
De Chile el imperialismo ha arrancado cuantiosos recursos equivalentes al doble del capital instalado en nuestro país, formado a lo largo de toda su historia.
Los monopolios norteamericanos, con la complicidad de los gobiernos burgueses, han logrado apoderarse de casi todo nuestro cobre, hierro y salitre. Controlan el comercio exterior y dictan la política económica por intermedio del Fondo Monetario Internacional y otros organismos. Dominan importantes ramas industriales y de servicios; gozan de estatutos de privilegio, mientras imponen la devaluación monetaria, la reducción de salarios y sueldos y distorsionan la actividad agrícola por la vía de los excedentes agropecuarios.
Intervienen también en la educación, la cultura y los medios de comunicaci6n. Valiéndose de convenios militares y políticos tratan de penetrar las FF. AA.
Las clases dominantes, cómplices de esta situación e incapaces de valerse por ellas mismas, han intensificado en los últimos diez años el endeudamiento de Chile con el extranjero.
Dijeron que los préstamos y compromisos con los banqueros internacionales podrían producir un mayor desarrollo económico. Pero lo único que lograron es que hoy día Chile tenga el récord de ser uno de los países más endeudados de la tierra en proporción a sus habitantes.

5-. En Chile se gobierna y se legisla a favor de unos pocos, de los grandes capitalistas y sus secuaces, de las compañías que dominan nuestra economía, de los latifundistas cuyo poder permanece casi intacto.
A los dueños del capital les interesa ganar siempre más dinero y no satisfacer las necesidades del pueblo chileno. Si producir e importar automóviles de alto precio, por ejemplo, es un buen negocio se desvían hacia ese rubro valiosos recursos de nuestra economía, sin tener en cuenta que sólo un porcentaje ínfimo de chilenos están en condiciones de adquirirlos y que hay necesidades mucho más urgentes que atender; desde luego, en este mismo rubro, la de mejorar la locomoción colectiva, dotar de maquinaria a la agricultura, etc.
El grupo de empresarios que controla la economía, la prensa y otros medios de comunicación; el sistema público, y que amenaza al Estado cuando éste insinúa intervenir o se niega a favorecerlos, les cuesta muy caro a todos los chilenos.
Para que ellos se dignen seguir trabajando, pues sólo ellos pueden darse el lujo de poder trabajar o no, es preciso:
-No darles toda clase de ayuda. Los grandes empresarios estrujan al Estado bajo la amenaza que no habrá inversión privada si las ayudas y garantías que piden no se les otorgan;
-No permitirles producir lo que ellos quieran con el dinero de todos los chilenos, en lugar de elaborar lo que necesita la gran mayoría del país;
-No dejarlos llevarse las ganancias que obtienen a sus cuentas bancarias en el extranjero,
-No dejarlos despedir obreros si éstos piden mejores salarios;
-No permitirles manipular la distribución de alimentos, acapararlos para provocar escasez y de esta manera subir los precios a fin de continuar enriqueciéndose a costa del pueblo. Mientras tanto, buena parte de los que efectivamente producen experimentan una difícil situación:
-Medio millón de familias carecen de viviendas y otras tantas o más viven en pésimas condiciones en cuanto a alcantarillado, agua potable, luz, salubridad.
-Las necesidades de la población en materia de educación y salud son insuficientemente atendidas.
-Más de la mitad de los trabajadores chilenos reciben remuneraciones insuficientes para cubrir sus necesidades vitales mínimas. La desocupación y el trabajo inestable se sufre en cada familia. Para innumerables jóvenes la posibilidad de empleo se presenta muy difícil e incierta.
El capital imperialista y un grupo de privilegiados que no pasa del 10 % de la población, acaparan la mitad de la renta nacional. Esto significa que de cada cien escudos que los chilenos producen, 50 van a parar a los bolsillos de 10 oligarcas y los otros 50 deben repartirse entre 90 chilenos, del pueblo y de la clase media.

6-. El alza del costo de la vida es un infierno en los hogares del pueblo y, en especial, para la dueña de casa. En los últimos 10 años, según datos oficiales, el costo de la vida ha subido casi en un mil por ciento.
Esto significa que todos los días se les roba una parte de su salario o de su sueldo a los chilenos que viven de su trabajo. Igual como les ocurre a los jubilados y pensionados, al trabajador independiente, al artesano, al pequeño productor, cuyas exiguas rentas son recortadas a diario por la inflación.
Alessandri y Frei aseguraron que pondrían término a la inflación. Los resultados están a la vista. Los hechos demuestran que la inflación en Chile obedece a causas de fondo relacionadas con la estructura capitalista de nuestra sociedad y no con las alzas de remuneraciones corno han pretendido hacer creer los sucesivos gobiernos para justificar la mantención del sistema y recortar los ingresos de los trabajadores. El gran capitalista, en cambio, se defiende de la inflación y más aún se beneficia con ella. Sus propiedades y capitales se valorizan, sus contratas de construcción con el Fisco se reajustan, y los precios de sus productos suben llevando siempre la delantera a las alzas de remuneraciones.

7-. Un alto número de chilenos están mal alimentados. Según estadísticas oficiales, el 50 % de los menores de 15 años de edad están desnutridos. La desnutrición afecta su crecimiento y limita su capacidad de aprender, de instruirse.
Esto demuestra que la economía en general y el sistema agrícola en particular, son incapaces de alimentar a los chilenos, pese a que Chile podría sustentar ahora mismo una población de 30 millones de personas, el triple de la población actual.
Por el contrario, debemos importar cada año centenares de miles de dólares en alimentos de origen agropecuario.
El latifundio es el gran culpable de los problemas alimentarios de todos los chilenos y responsable de la situación de atraso y miseria que caracteriza al campo chileno. Los índices de mortalidad infantil y adulta, de analfabetismo, de falta de viviendas, de insalubridad son, en las zonas rurales, marcadamente superiores a las de las ciudades. Estos problemas no los ha resuelto la insuficiente Reforma Agraria del gobierno demócratacristiano. Sólo la lucha del campesinado con el apoyo de todo el pueblo puede resolverlos. El actual desarrollo de sus combates por la tierra y la liquidación del latifundio abre nuevas perspectivas al movimiento popular chileno.

8-. El crecimiento de nuestra economía es mínimo. En los últimos lustros hemos crecido, en promedio, apenas a razón de un 2 % anual por persona; y desde 1967 no hemos crecido, más bien hemos retrocedido, según las cifras del propio Gobierno (ODEPLAN). Esto quiere decir que en 1966 cada chileno tenía una mayor cantidad de bienes de la que tiene hoy. Ello explica que la mayoría esté disconforme y busque una alternativa para nuestro país.

9-. La única alternativa verdaderamente popular y, por lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí, es terminar con el dominio de los imperialistas, de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo en Chile.

Aparte de unidad en el diagnóstico, había consenso en considerar que el socialismo era más una meta para el futuro, que una realidad inminente. ¿Por qué solo eso? Pues porque nadie pensaba que se pudiera construir el socialismo en sólo seis años. Menos todavía cuando las fuerzas marxistas tenían sólo un tercio del electorado y tenían que convivir con una sociedad muy conservadora. Se trataba, más bien, de dar el puntapié inicial en ese proceso de transición: empujar profundos cambios en la economía, la sociedad, la política y la cultura, que ayudarían a modernizar el país, provocando un profundo proceso de ajuste de las estructuras socio-económicas que necesariamente tendría que acabar (pensaban) en la constitución de un regimen socialista.

Difícil que sujetos como ustedes, separados por el abismo de una o dos generaciones, puedan recrear el clima espiritual, los anhelos, de los cuales era portado el proyecto de la Unidad Popular. Para llegar a eso conviene sumergirse en los documentos. Den una vuelta a los textos que tengo anclados en un post anterior. Puede 'empaparse' de la atmosfera de la época leyendo las autojustificaciones un poco naif que da Allende a un periodista norteamericano.

domingo, abril 02, 2006 

Saul Landau entrevista a Salvador Allende

Salvador Allende no era especialmente gentil con los periodistas norteamericanos. En 1971, sin embargo, se permitió una excepción con Saul Landau. Este joven documentalista filmó una larga conversación, que se mantuvo inédita, hasta hace muy poco.

Landau no se olvidó de Chile. Algunos años después publicó, junto a John Dinges, el libro Assassination on Embassy Row (New York, McGraw-Hill, 1981), que nos entrega un detallado reportaje de investigación dedicado al asesinato de Orlando Letelier.

Escuchemos a Allende:


Usted sabe, yo soy médico, vine de provincia a estudiar a Santiago. Los estudiantes de provincia vivíamos muy modestamente en pensiones y, lógicamente, nos interesaba no sólo estudiar las materias con relación a las carreras que habíamos elegido. También nos preocupábamos de mirar un poco más lejos de la universidad, la realidad de nuestro país, sobre todo que el estudiante de medicina y el médico confrontan hechos sociales muy claros. Nosotros entendimos muy rápidamente que a mayor enfermedad mayor pobreza, que a mayor pobreza mayor enfermedad, un axioma que se repite inexorablemente.

Ese problema nos llevó a reunirnos en las noches para analizar las distintas corrientes filosóficas. Leímos a los teóricos del marxismo, observamos lo que acontecía en el mundo, apreciamos la lucha de los pueblos, los países en vías de desarrollo, y siempre pensamos que el hombre debe tener una dimensión distinta, que los valores de la sociedad capitalista debían ser reemplazados por otros. Por eso estudié, leí y fui fundador más tarde del Partido Socialista en 1937.

-¿Qué edad tenía usted en esa época?

Debo haber tenido unos 28 años cuando fundé el Partido Socialista, junto con otros compañeros. Además, a lo largo de toda mi vida -y lo he dicho siempre-, fui ministro de Estado, diputado, senador y presidente del Senado.

-Ha estado involucrado en política desde hace bastante tiempo...

Si, desde muy joven. Fui ministro a los 29 años en el gobierno del Frente Popular, uno de los tres que hubo en Chile en la época de Pedro Aguirre Cerda y era tan socialista como ahora. Ese frente estaba conformado por radicales, socialistas, comunistas y pro-democráticos.

-¿Ese fue el origen de la Unidad Popular?

No, después esos partidos se separaron, pero es un antecedente muy importante, porque fue Chile uno de los tres países donde hubo un Frente Popular. Si usted se acuerda, los otros países fueron España -que terminó con la Guerra Civil-, y Francia con el Frente Popular dirigido por León Blum, que no dejó ningún recuerdo trascendente, por el contrario.

Nosotros en Chile, desarrollamos sobre todo a la clase obrera, a través de la Central Obrera de Trabajadores, para crear conciencia de su organización y darles a conocer sus derechos. Poco después creamos la Corporación de Fomento, base de la industria pesada de Chile, de acero, petróleo y electricidad. Hicimos una obra constructiva, en esa época se hablaba del Frente Popular como hoy se habla de Unidad Popular.

Se aseguraba que íbamos a suprimir las libertades, que sería el caos absoluto, el degüelle de la gente, y no ocurrió eso. Por el contrario, las más grandes manifestaciones religiosas se realizaron en la época del Frente Popular. También fue nominado el primer cardenal de la iglesia chilena por petición expresa del Presidente del Frente, don Pedro Aguirre Cerda, que era el Presidente de la República.

-¿Usted sigue siendo un hombre utópico?

¡No!, ¿Cómo utópico? yo sigo defendiendo lo que he defendido durante veinte años como parlamentario socialista, y ser socialista no es ser utópico.

-Pero usted tiene una visión de una sociedad distinta en el futuro...

Lógico, pero eso no se construye de la noche a la mañana. Para que un pueblo llegue a construir una sociedad distinta, se necesita un pueblo organizado y conciente.

Yo le he dicho muchas veces a la gente y a los estudiantes, que para mí, no vale que un estudiante me diga que es dirigente de izquierda si es mal alumno, nosotros necesitamos buenos alumnos: primero, que cumplan sus obligaciones, después tienen derecho a decir que son dirigentes políticos. También, le he dicho a los obreros que hay que trabajar para producir más y mejor. En Chile tenemos que alcanzar un ingreso de dos mil dólares por persona al año y para eso tenemos que producir más.

Los pueblos sólo progresan trabajando y produciendo más, claro que es diferente trabajar para una minoría que para un país. Los obreros del carbón están produciendo tres mil 800 toneladas de mineral al día, pero tienen que producir cuatro mil 700, y para eso tienen que trabajar más, porque sino la empresa no puede defenderse.

En el acero estamos produciendo 700 mil toneladas, pero hay que llegar de aquí a dos años a dos millones de toneladas. En el cobre producimos alrededor de 750 mil toneladas, sin embargo hay que elevar la producción a mil 200 toneladas.

-¿Usted cree que el pueblo ha respondido a esos objetivos?

Bueno, ahora soy más popular que antes, porque cumplimos con lo prometido y, además, le explicamos y dialogamos con el pueblo. Yo no estoy metido en la oficina de la Moneda, yo hablo con los campesinos, con los trabajadores del cobre, del carbón, con los estudiantes, con las dueñas de casa, voy a las poblaciones. En las calles la gente me saluda, ando en mi auto particular. Entonces la gente ve una cosa distinta.

En Valparaíso, todos los días a la salida de la oficina de gobierno de la intendencia hay entre 400 y 500 personas, esperando a veces dos horas para poder saludarme, y en esta época de verano hay turistas de otros países y se sorprenden con un Presidente al que se le puede dar la mano y conversar. Así es, porque yo no ando rodeado de carabineros, ni con tanques. La gente puede llegar hacia donde estoy, y yo tengo el agrado de poder saludarlos... Claro que no me puedo pasar el día saludando gente (risas).

-Hoy, ¿cómo se mantiene la coalición en la Unidad Popular?

Bien, porque hay un programa que nos une, que es diferente a lo que nos propusimos hace 30 años.

-¿Qué conflictos hay en la coalición y cómo se resuelven?

No hay ningún conflicto serio, sólo apreciaciones con respecto a la práctica, porque no nos hemos salido en absoluto del programa de la Unidad Popular. Los parlamentarios radicales han hecho observaciones respecto a un funcionario de una provincia que tiene un criterio determinado sobre cómo debe hacerse la reforma agraria.

También, han dicho que en determinados sectores de Chile, grupos que no son de la Unidad Popular, estarían estimulando la toma de predios agrícolas más pequeños de la cabida que la ley establece, como derecho de los propietarios que trabajan en sus tierras. Pero usted comprende, que eso no se puede decir que es una norma, además nosotros, y yo personalmente, hemos establecido que la reforma agraria la haremos dentro de la ley de la reforma, y de ninguna manera vamos ha aceptar que se proceda en forma arbitraria.

-¿Estos súbditos son izquierdistas independientes?

Hay que considerar dos cosas: pueden ser grupos de izquierda que no han madurado políticamente o bien campesinos, o en el caso de Cautín, Mapuches a quienes sus tierras fueron robadas hace muchos años, que han vivido con media hectárea.

Ellos son considerados una raza desconocida, negada, degradada física y moralmente y una serie de factores que influyen. Usted entiende que para ellos se abre una posibilidad, y cuando se tiene hambre a veces es muy difícil razonar, sobre todo cuando no se tiene una cultura con un nivel político, cuando se les ha hecho promesas por más de un siglo, y sus abuelos, y sus padres, y ellos han sido frustrados y negados. Lógicamente, esa gente está apremiada por una realidad brutal, que es comer para vivir todos los días.

Pero de allí a creer que hay un clima que provocará un caos, no. Primero, porque nosotros tenemos autoridad, no sólo de la que emana de la ley, sino la autoridad moral, la influencia que tiene el movimiento popular, y la que tengo yo personalmente. Usted lo ha visto y lo sabe, porque ha estado en actos públicos.

-¿Cómo van a mantener ellos solos su propia cultura?

Nosotros consideramos que los problemas de los mapuches no pueden solucionarse sólo en función de la reforma agraria. Aquí hay un problema antropológico cultural, de raza. Nosotros hemos mandado allá no sólo al ministro de Agricultura, sino también médicos, pedagogos, antropólogos, sociólogos.

Pero esto no es un problema de un día, será un problema de muchos años, porque hoy el mapuche es considerado frente a la ley como un niño sin derechos, entonces esa situación no puede variar de la noche a la mañana.

Necesitamos el tiempo suficiente para borrar del espíritu de esa gente lo que ha estado sucediendo con ellos por más de cien años.

-¿Ellos se diferencian de los chilenos?

Evidente. Ellos nos llaman huincas, pero no es un problema que pueda decir que es agobiante para Chile, es un problema importante, pero no agobiante.

-¿Usted puede prever obstáculos en el camino hacia el socialismo en Chile?

Claro, evidentemente es mucho más difícil el camino nuestro, porque está dentro de la Constitución de la ley, aquí hay un Congreso y aceptamos lo que resuelva en cuanto a los proyectos de ley. Es mucho más difícil llegar al socialismo a través de los cauces legales, porque hay posibilidades de resistencia mayores que si se hubiera llegado por el camino de la toma del poder.

Nosotros tenemos que responder por nuestros actos frente al Congreso, en donde no tenemos mayoría, hay un poder judicial autónomo que puede dictaminar sus fallos, que a veces dificultan la tarea del gobierno popular.

Sin embargo, estamos caminando dentro de las posibilidades y esperamos alcanzar el socialismo, pero no de la noche a la mañana, eso no se impone por decreto. Por eso, el programa de la Unidad Popular establece la existencia de tres áreas: economía social, el área mixta con capitales del Estado y privados y el área privada.

Como gobierno hemos dicho que tenemos que impulsar el área social del Estado, porque ahí están los elementos esenciales y básicos del desarrollo económico, las riquezas fundamentales de Chile: el cobre, el hierro, el salitre. Este país ya tiene algunas industrias importantes, como la empresa de electricidad, la Empresa Nacional del Petróleo, además, se ha nacionalizado el carbón, el acero, pero sin dificultades les compramos las acciones a los americanos en el caso del hierro y chilenos en el caso del carbón.

También, hemos expropiado algunas industrias, especialmente, las que trabajan hilandería y tejido, porque no cumplían con la ley, no pagaban los salarios, porque habían cerrado el 80% de su capacidad de producción, creando un problema social muy serio.

Nosotros vamos a llegar a un acuerdo con los inversionistas extranjeros, ellos saben que les conviene más que a nadie llegar a un acuerdo con nosotros, porque importaron maquinaria que dijeron que era de primera y resultó ser de segunda, por lo tanto, cometieron un fraude aduanero.

Esta situación no la puede aceptar ningún país del mundo. Entonces, si Estados Unidos defiende su país ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? Nosotros queremos que se respeten los mismo derechos, nada más.

-Usted habla de la reforma agraria y hay muchas personas que dicen que es el proyecto más importante de la Unidad Popular ¿Es así?

No, la reforma agraria forma parte de un plan del desarrollo económico y social de Chile, pero es importante, porque este país tiene tierras que permitirían alimentar, no a diez millones, sino a 20 o 25 millones de habitantes.

Sin embargo, Chile es un país que tiene que importar todos los años carne, trigo, grasa, mantequilla, aceite, por un valor de 140 millones de dólares al año. Entonces, ¿cómo es posible? Además, el 47 por ciento de la población está subalimentada.

Yo soy médico, usted lo sabe, lo he dicho, lo he escrito hace muchos años, hoy en Chile hay 600 mil niños retrasados mentales, porque no se alimentaron lo suficiente los primeros ocho meses de su vida, porque no recibieron las proteínas necesarias. De ahí nació el medio litro de leche, que no es la opción definitiva, pero es un aporte, es algo positivo.

Pero la reforma agraria es parte de un proceso que tiene como base central recuperar las riquezas fundamentales de Chile para los chilenos, no se trata de apropiarse o de usurpar a las compañías dueñas del cobre, sino de decir, ‘bueno señores, ¿cuánto han invertido en estas compañías y cuánto han sacado de provecho?’.

Yo le puedo confirmar que en 42 años estas compañías se han llevado de Chile, tres mil ochocientos millones de dólares, con un aporte inicial de diez millones de dólares aproximadamente. Cálculos no exagerados establecen que de Chile han salido en 60 años nueve mil ochocientos millones de dólares, es decir, el valor total del capital social de este país acumulado en 400 años. ¡Un Chile ha salido por nuestras fronteras!

Es por ello que nosotros planteamos el derecho a nacionalizar nuestras riquezas, porque además hemos sido exportadores de materias primas y usted sabe lo que ha pasado en el mercado internacional.

Hoy, para comprar lo mismo que se compraba hace 10 años, tenemos que entregar mucho más materia prima, somos países que vendemos barato y compramos caro, porque pagamos los artículos manufacturados de países donde la gente tiene un nivel muy alto.

Entonces, lo que queremos hacer es aprovechar los excedentes de la economía chilena para desarrollar nuestra propia economía y poder solucionar los problemas esenciales.

Yo fui ministro de Salud Pública en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, en el año 40, allí hice la primera exposición de la vivienda en este país. En esa oportunidad, técnicos, ingenieros y arquitectos señalaron que en Chile faltaban 320 mil viviendas, de esa fecha hasta ahora han pasado 31 años, pero hoy faltan 440 mil viviendas por el aumento vegetativo de la población.

Lo mismo ocurre en educación, en salud, en el trabajo, y ningún gobierno ha sido capaz de solucionar los problemas esenciales del pueblo. Pero eso también ocurre en América Latina, en gobiernos democráticos o dictatoriales. Yo creo que todos los presidentes quieren dar trabajo y no pueden, yo me imagino que todos los presidentes quisieran que todos pudieran comer y no pueden, con la educación pasa lo mismo. Entonces hay que preguntarse, ¿por qué no se puede?

-¿A qué se refiere cuando habla de imperialismo?

Nuestra lucha no es contra el pueblo, sino con un sector de Estados Unidos, acuérdese cuando Kennedy atajó el alza del acero, la influencia que tienen los petroleros en su país. El pueblo americano es otra cosa, nosotros estamos actuando dentro de la ley.

-Las compañías de cobre norteamericanas han sacado mucho mineral, ¿Cuándo piensa terminar con la expropiación?

Cuando salga la ley, nosotros aplicaremos lo que el Senado dictamine y, de acuerdo con esas atribuciones, haremos la nacionalización y pagaremos indemnización estudiando cada caso y además formaré un tribunal ante el cual puedan apelar las compañías y la Contraloría General de la República será la que fije la indemnización, o sea las más altas expresiones de nuestra organización jurídica.

-¿El gobierno de Estados Unidos ha realizado presiones?

No, ninguna. Nosotros hemos oído la opinión del señor Nixon, pero es una opinión y comprendemos que no esté muy agradado, pero nosotros somos partidarios de que los pueblos tengan el gobierno que deseen y de la no intervención y la autodeterminación. Como hemos visto, hay una campaña internacional muy seria, que evidentemente está radicada en Estados Unidos, donde se publican artículos, absolutamente infundados respecto a Chile.

-¿Por ejemplo?

Que aquí no hay libertad de prensa. ¿Y usted, por ejemplo? Usted está en Chile hace cuatro meses y habrá visto que hay la más amplia e irrestricta libertad periodística y ha visto cómo se nos ataca, cómo los diarios publican lo que se les ocurre, no sólo para apreciar situaciones políticas, sino para referirse a actitudes, hechos, inclusive la vida particular de uno.

El Mercurio es el diario más poderoso de los sectores oligárquicos, y los diarios que tienen como La Tercera o La Segunda, en un lenguaje mucho más franco, y al mismo tiempo turbio en los ataques.

Usted ve a la Democracia Cristiana con la prensa por la tarde, en los diarios de provincia el 80 por ciento está en manos de los sectores derechistas y, sin embargo, siguen saliendo sin problemas. ¿Cuántas revistas hay en Chile? Y ninguna de ellas pertenece a la izquierda.

El presidente de la Asociación Nacional de la Prensa en Chile, el señor Germán Picó, que es el dueño del diario La Tercera, dijo que no hay presión, no hay amenaza, no hay coacción frente a la prensa. Entonces, qué valor va ha tener lo que dicen los señores de la CIA.

El señor Agustín Edwards debería estar en Chile para responder ante la justicia por lo que ha hecho su banco. Nosotros les retiramos los libros al Mercurio, si señor, para ver si cumplían las leyes tributarias, en Estados Unidos hacen lo mismo ¿verdad? y resulta que le estaban debiendo a la Tesorería Provincial de Santiago cinco mil cuatrocientos millones de pesos. Les vamos a dar facilidades para que paguen, pero las mismas que tiene el resto de la gente, y si no los paga les vamos ha aplicar la ley.

El Mercurio representa los intereses de los bancos, de los monopolios y ese diario es el principal accionista del Banco Edwards, además, ese banco ha comprometido el crédito de Chile.

También, es garante de operaciones al margen de la ley, y a espaldas del Banco Central por el doble del capital que tiene el banco. Nosotros no hemos perseguido al banco, es el banco el que nos ha obligado a exigir que cumplan la ley. Si ellos cumplieran con la ley no hubiera pasado nada. Pero nosotros, como Unidad Popular, no hemos hecho nada ilegal.

-Quisiera saber de sus reuniones con Fidel Castro

Fidel Castro es un hombre que tiene un gran sentido de la autocrítica y respeta a sus amigos políticos. No va a mandar recetas, ni tampoco yo soy hombre que las reciba. Ello no significa que yo no pueda aprovechar la experiencia vivida por los cubanos, pero de ahí ha mandarme una carta para decirme no haga esto o aquello, jamás.

Cada país tiene su realidad y sus dirigentes y de acuerdo a esa realidad será la táctica que utilicen los dirigentes. Yo he ido muchas veces a Cuba y he conversado muchas veces con Fidel Castro, conocí bastante al comandante Ernesto Guevara, conozco a los dirigentes cubanos y su lucha, se lo difícil que ha sido vencer el bloqueo.

Pero la realidad de Cuba es muy distinta a la chilena. Cuba venía de una dictadura, yo llegue a la presidencia después de ser 25 años senador.

Tengo una experiencia que la estoy poniendo al servicio de un camino chileno, para los problemas de Chile, nosotros aprovecharemos siempre la experiencia venga de donde venga, pero adecuándola a nuestra realidad. Nosotros no somos colonos mentales de nadie.