martes, abril 17, 2007 

Proyecto económico de la Unidad Popular

Recomiendo leer estas líneas preparadas por Arturo León B.. Fueron motivadas por una invitación a un seminario que se celebró en mayo del 2003, bajo el título elocuente de “A treinta años de la Unidad Popular: ¿Fracaso o Derrota?”. León soslayó la cuestión, alegando un motivo importante. Términos como ‘fracaso’ o ‘derrota’ conllevan una idea implícita: que había algo en el proyecto económico allendista que hacía insoslayable un final trágico.

Esta visión un poco fatalista no conviene para hacer un buen análisis histórico. Porque da a entender que las cosas fueron como tenían que ser, que no era posible hacer nada para evitar el golpe, que la suerte del socialismo siempre estuvo jugada para mal.

Las líneas que vienen a continuación examinan opciones alterativas, que pudieron significar otros resultados. Al dejarnos llevar por este ejercicio tipo contrafactuales, logramos aprehender mejor la apuesta que se jugó entonces.

En fin, vamos a la lectura:



La tesis que sostenemos es que hubo errores tanto en la concepción del proyecto (en el diseño de la estrategia económica), pero especialmente en su puesta en práctica, errores que hicieron que el propio éxito entre comillas logrado el primer año en materia de redistribución del ingreso creara condiciones inmejorables para la rearticulación política de la oposición. El enorme exceso de poder de compra generado durante 1971 y el rápido agotamiento de la capacidad de la economía para responder al aumento del nivel y el cambio en la composición de la demanda interna crearon problemas en la esfera de la circulación que facilitaron la articulación de una oposición muy efectiva al Gobierno mucho antes de lo esperado.

Los problemas que generó el fuerte crecimiento del ingreso de gran parte de la población impidió entonces que el rápido mejoramiento de las condiciones de vida jugara el papel que se preveía en el proyecto de la UP: lograr el apoyo creciente al Gobierno durante todo su mandato y constituirse -como se afirmaba entonces- en el principal resorte para la acumulación de fuerzas que permitiría seguir avanzando en la realización del Programa. En realidad, eso ocurrió durante el primer año mientras hubo capacidad de respuesta del lado de la oferta para satisfacer la mayor demanda generada. Sin embargo, la enorme magnitud y poca selectividad de los incrementos de ingreso durante 1971 hicieron patentes los problemas ya a comienzos de 1972, creándose condiciones muy propicias para el florecimiento del mercado negro y la especulación, los que invariablemente prosperan en situaciones de creciente escasez de bienes básicos y de exceso de liquidez. Ambos fueron incentivados por amplios sectores de la oposición la que con ello no sólo lograba pingües ganancias, sino también buenos dividendos políticos. Pero también profitaron del mercado negro sectores de asalariados que tenían acceso a bienes de consumo básico a precios oficiales (a veces como parte de su remuneración) y que los revendían.

Ustedes comprenderán que esta caracterización resulta burda frente a la complejidad de los factores en juego. Quizás no es apropiado y sin duda no resulta fácil separar de manera tajante los aspectos netamente económicos de los aspectos políticos de la estrategia y del programa de la Unidad Popular. En realidad se necesitaría un bisturí o un láser para hacerlo. Pero nos invitaron a hablar hoy de los aspectos económicos del Gobierno de la Unidad Popular y aceptamos la invitación.

Para desarrollar nuestra interpretación de que hubo errores que se podian haber evitado es necesario recordar los principales elementos o los presupuestos de la estrategia de la UP en el campo económico. Vale decir, cuál era el diagnóstico que se tenía de la economía chilena y en particular acerca de la herencia del Gobierno del Presidente Frei Montalva, del sexenio 1965-1970. Revisando los abundantes materiales de la época, me parece que donde mejor se sintetiza la visión que orientó la estrategia económica de la Unidad Popular es en un trabajo de Pedro Vusković, primer Ministro de Economía del Gobierno del Presidente Allende, cuando el que "roncaba" era el ministerio de economía y no el de hacienda. El trabajo se publicó en la edición de septiembre de 1970 de la Revista del Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad Católica (CEREN) con el título Distribución del ingreso y opciones de desarrollo. El artículo recogía las ideas que venían desarrollando desde hacía tiempo numerosos académicos y, sin exagerar, no hubo un sólo economista partidario de la UP que no leyera este trabajo por lo menos un par de veces. No sé si todos lo comprendimos cabalmente.

¿Cuáles eran los elementos centrales de ese diagnóstico y cómo se plasmó en la estrategia de la UP, en la cual la política económica de corto plazo iba a jugar un rol tan decisivo para la suerte del Gobierno? ¿Había errores de diagnóstico? Como señalé, en nuestra opinión sí los había, pero no en la caracterización general del patrón de desarrollo de las economías de América Latina y de Chile en particular, sino en el optimismo que se tenía en relación con aspectos claves, los cuales no respondieron a las espectativas y que, a su vez, fueron decisivos para el temprano fracaso de la política económica de corto plazo.

El diagnóstico sobre las características del patrón de desarrollo chileno era ampliamente compartido: concentrador y excluyente; heterogéneo en su estructura; de bajo crecimiento, con tasas de ahorro e inversión insuficientes; exportaciones concentradas en recursos naturales con poco valor agregado, escasa asimilación y difusión del progreso técnico, etc.

¿Dónde estuvieron entonces los errores o fallas que dan pié para afirmar que en materia de política económica hubo fracaso y que este fracaso contribuyó en gran medida a la derrota? Sin desconocer que es fácil convertirse en general después de la guerra, yo diría que esos errores tuvieron que ver:

· En primer lugar, con un optimismo exagerado en cuanto a la capacidad que tendría el Gobierno para orientar o conducir un proceso de redistribución del ingreso que debía beneficiar principalmente a los estratos más pobres, pertenecientes a la mitad inferior de la distribución. Esto no ocurrió y en realidad lo que hubo fue una verdadera explosión de ingresos que benefició a no menos del 95% de la población. Y si bien se redujo el grado de concentración (porque los estratos de ingresos bajos se beneficiaron proporcionalmente más de los incrementos de ingreso), hubo un aumento nominal y real de las remuneraciones muy superior a lo esperado, aumento que la economía no era capaz de absorber sin grandes disrupciones. Más adelante daré algunas cifras que muestran esta explosión de ingresos y cómo se dio la redistribución.

· En segundo lugar, y estrechamente ligado a lo anterior, estaba el supuesto que se contaría con la capacidad para contener las demandas salariales exageradas de los obreros y empleados, basado en el hecho que los principales partidos de la coalisión eran los que habían comandado las luchas reivindicativas por varias décadas. Ello tampoco ocurrió y en verdad los pliegos se negociaron sobre la base del tejo pasado, incluso en el segundo año de Gobierno, cuando ya se vislumbraba el potencial inflacionario de los reajustes del primer año. Naturalmente las mejoras salariales siguieron asociadas a la capacidad de negociación de los sindicatos y en los reajustes salariales hubo escasa discriminación a favor de los salarios más bajos.

· En tercer lugar, el programa económico de corto plazo estaba impregnado por una concepción mecanicista -del tipo círculo virtuoso "kaleckiano"- en cuanto a la relación entre la redistribución del ingreso que se lograría, el cambio en la estructura de la demanda y su reorientación hacia bienes de consumo básico, es decir, hacia industrias poco intensivas en capital e intensivas en mano de obra. Se suponía que ello permitiría reactivar rápidamente la economía y reducir el desempleo, factor que reforzaría la redistribución del ingreso. Un elemento central del diagnóstico (el eslabón clave de ese círculo virtuoso) era la existencia de un "amplio" margen de capacidad instalada no utilizada, debido a que desde fines de 1967 la economía se encontraba semiestancada. Se estimaba que dicho margen era cercano a 25% en promedio y de 22% en el caso de las industrias de bienes de consumo habitual. Ahora bien, en cierta medida el circulo virtuoso operó y en la medida que lo hizo copó rápidamente la capacidad instalada; lo hiceron los stocks y luego no properaron los esfuerzos para expandir la producción en la medida que era necesario. No había “ambiente” para que frente a los cambios en la propiedad, el empresariado, especialmente el mediano y grande, volcara los excedentes a expandir la producción.

El siguiente párrafo del trabajo de Pedro Vusković ilustra cómo se concebían estos aspectos en el esquema de la nueva estrategia de desarrollo propuesta. "En un esquema de esta naturaleza ... decía Vusković ... se concibe que las relaciones circulares descritas en páginas anteriores contribuirían a reforzar efectos positivos. La estructura de la capacidad productiva tendría que ir adaptándose progresivamente, en su composición sectorial y por tipo de actividades, a una composición de la demanda -reflejo de una distribución más equitativa del ingreso- en que cobran dinamismo los sectores que hasta hoy se califican de "vegetativos". Estos últimos se caracterizan en general por menores requerimientos de capital y mayor capacidad de absorción de mano de obra; en consecuencia, el levantamiento rápido de la tasa de ahorro y formación de capital deja de ser un requisito esencial para acelerar el ritmo global de crecimiento, lo que se ve fortalecido además por el hecho de que en esas ramas de la producción, la economía chilena registra márgenes amplios de capacidad ya instalada y no utilizada plenamente" Aquí termina la cita.

· Por último, en el manejo de la política económica no se le dio la importancia que merecían a los aspectos monetarios. Hubo descuido de precios y variables claves para el funcionamiento económico, error especialmente grave si se comete en un período de muy rápida expansión del ingreso y en el marco de una economía que se regía y se seguiría rigiendo por las "leyes" del mercado, por mucho que el proyecto se propusiera y hubiese iniciado cambios drásticos al respecto. En alguna medida ello reflejaba poca claridad sobre la naturaleza de las dificultades económicas que se vivían ya a fines del primer año de gobierno, a lo que habría que agregar que quizás las energías se volcaron cada vez más hacia el logro de los objetivos de transformación patrimonial e institucional contemplados en el Programa de la Unidad Popular.

Como señalamos en nuestro trabajo con José Serra, las autoridades y los principales dirigentes de la UP parecían no estar conscientes de la naturaleza de los problemas económicos que se presentaban a fines de 1971. Ello se aprecia claramente en el documento que resultó de la “reunión de El Arrayán”, destinada precisamente a hacer un balance de lo realizado durante el primer año y a definir las tareas a impulsar de ahí en adelante. El documento que salió de esa reunión casi no hace referencia al potencial inflacionario acumulado y al repunte de precios que ya tenía lugar. Sólo al final de un perdido párrafo se reconoce la necesidad de disminuir la cantidad excesiva de dinero en manos del sector privado y sobre todo de las grandes empresas, y se señala que esta tarea se enfrentará mediante disposiciones generales de créditos a acordarse por el Banco Central, como si el exceso de cantidad de dinero dependiera exclusivamente de un manejo más o menos eficiente del crédito.

También es muy ilustrativo de la falta de claridad de la situación económica de ese momento el discurso del Ministro Zorrilla en el Congreso, en noviembre de 1971. Las referencias del Ministro de Hacienda a la política antinflacionaria y de remuneraciones eran vagas y generales, indicando que, en los hechos, se seguiría con el esquema de 1971, no obstante que las condiciones objetivas habían cambiado radicalmente.

¿Cómo se dio el proceso redistributivo? No hay tiempo para hacer un examen detallado de modo que me limitaré a destacar algunos puntos para apoyar lo dicho. Los antecedentes para el análisis de este aspecto tan crucial dentro del Programa de la Unidad Popular aparecen en el trabajo citado. Los datos se refieren al Gran Santiago y provienen de las encuestas trimestrales de empleo del Instituto de Economía de la Universidad de Chile, correspondientes a los meses de Junio de 1970 a 1973.

a) En primer lugar, entre junio de 1970 y junio de 1972 hubo una mejora distributiva notable cuya mayor parte se logró en el primer año: una reducción de 15% del índice de Gini (de 0.563 a 0.481) en menos de dos años representa un cambio muy fuerte, especialmente si se lo juzga a la luz de la experiencia actual. Para tener una idea de su enorme magnitud, recordemos que en 1971 la participación de los perceptores de sueldos y salarios en el ingreso geográfico alcanzó la proporción que según el Plan Sexenal de ODEPLAN debería haberse obtenido recién en 1976. En un año se logró lo que debía haberse logrado en seis.

b) Sin embargo, esa mejora distributiva se obtuvo con un aumento de la participación no sólo del 50% más pobre sino también del 30% siguiente. Ambos grupos elevaron su cuota en el ingreso total en 3.7 puntos porcentuales. También lo hizo el 15% siguiente (que elevó su participación en 1,3%) y sólo el 5% más rico (o tal vez sólo el 1% de la cúpula) la habría visto reducirse y en un porcentaje bastante alto.

c) Junto con ello se generó una expansión del poder adquisitivo enorme, una verdadera explosión de ingresos. En menos de dos años el ingreso de los cuatro primeros quintiles de la población aumentó en términos nominales en alrededor de 56% y en un 24% en términos reales. Obviamente las presiones inflacionarias no se hicieron sentir y ya desde comienzos de 1972 -cuando la inflación se aceleró- los reajustes de remuneraciones comenzaron a perseguir a los aumentos de precios, en un esquema inverso al de 1971. Recordemos que de acuerdo con el IPC del INE la inflación en 1971 fue de 21% (frente al 35% de 1970) y de 40% en 1972.

d) ¿Qué ocurió luego entre junio de 1972 y mediados de 1973? La extensión del mercado negro y la fuerte discrepancia entre los precios oficiales y los paralelos ya era muy grande y por lo tanto resulta más difícil evaluar la suerte del proceso de redistribución. Es intersante constatar, sin embargo, que si se utiliza el IPC que comenzó a calcular en enero de 1973 el Instituto de Economía de la Sede Occidente de la Universidad de Chile (y que a partir de ese año quizás reflejaba mejor que el IPC oficial la variación de los precios), se concluye que entre 1972 y 1973 (junio a junio) tanto el 50% más pobre como el 30 % siguiente conformado por estratos medios y medios-bajos habían perdido casi toda la mejora que habían logrado en los dos años previos (+29% vs -23% y +26% vs -24%). Las cifras sobre subdeclaración de ingresos en la encuesta deben haber aumentado de modo que es más difícil analizar la evolución de los ingresos del quintil más rico, pero sin duda el 15% más alto debe haber tenido pérdidas netas de ingreso nada despreciables. Así, la redistribución del primer año se revirtió a partir de 1972 y ya a mediados de 1973 prácticamente todos los grupos que se habían beneficiado habían perdido buena parte de las mejoras obtenidas durante el “glorioso” primer año de Gobierno de la Unidad Popular. Quizás el 50% de abajo no mostró un retroceso tan fuerte como los sectores medios pues siguieron beneficiándose del bajo desempleo y los reajustes de los ingresos mínimos.

Naturalmente este cuadro es una ultra simplificación porque no decimos nada de los condicionantes políticos de la experiencia. Yo quisiera detenerme por aquí, pero con razón ustedes se preguntarán cuáles son las conclusiones o las lecciones. En verdad les digo que me resulta complicado extraer lecciones de lo que fue el proyecto y el proceso económico de la Unidad Popular. En el trabajo con Serra que mencioné al comienzo sólo nos atrevemos a hacer algunas reflexiones finales sobre esa experiencia. Me limitaré a recoger algunas de ellas.

La primera es que en la política de corto plazo hubo fallas que no eran necesariamente consustanciales a la vía al socialismo que se perseguía. Por ejemplo, puesto que desde temprano el ímpetu reivin­dicativo de los asalariados se reveló irresistible, - haciendo del tejo pasado un fenómeno generalizado -, una mayor holgura en la política de precios, incluyendo al tipo de cambio, podría haber atenuado las presiones inflacionarias futuras y no se hizo. Hay que tener en cuenta que aunque el alza de precios en 1971 hubiera sido semejante a la de 1970, igualmente se hubiese logrado una redistribución del ingreso muy importante, pero de una cuantía que hubiese implicado una menor disrupción económica que habría dado más tiempo para responder desde el lado de la producción.

Por otra parte, hubo un optimismo injustificado respecto del sector externo, lo que indujo a retrasar un año la renegociación de la deuda externa y reforzó la errónea política de congelación del tipo de cambio durante 1971.

Tampoco hubo una preocupación efectiva por una mejor organización y un mayor control de la comercialización y distribución ­de productos, tarea que debería haberse enfrentado desde el inicio del Gobierno dados los problemas que generaría el fuerte aumento del ingreso.

Hubo pocos esfuerzos, al menos en relación con los que se necesitaban, para elevar los ingresos tributarios luego del primer año del Gobierno. Las medidas propuestas al Congreso con ocasión de las leyes de reajustes de 1971 fueron tímidas, precisamente cuando las condiciones políticas eran más favorables para el logro de concesiones por parte de la oposición parlamentaria. Al mismo tiempo, la Unidad Popular definió un programa de obras públicas y viviendas costoso e irreal, programando un déficit presupuestario que, no obstante haber quedado muy por debajo del efectivo, era uno de los mayores de la historia económica de Chile.

Sin duda todos estos factores contribuyeron a que el Gobierno apareciera más desarmado a lo largo del decisivo primer semestre de 1972, cuando los trastornos económicos comenzaron a acelerarse.

Si bien estas fallas y errores contribuyeron a la explosión de ingresos del primer año o a dificultar la atenuación de sus efectos, nos parece que en ningún caso son suficientes para explicar todo el fenómeno y ni siquiera para constituir su "causa" principal.

En verdad, la posición del Gobierno sólo puede comprenderse en el marco de la estrategia vigente para la toma del poder de parte de la Unidad Popular, o bien, de parte de la oposición, de debilitarlo y/o derrocarlo. La pasividad o permisividad de los dirigentes gubernamentales y de los partidos de la izquierda a las presiones más economicistas no eran, en lo fundamental, fruto de alguna ignorancia teórica o de un excesivo espejismo de sus autoridades económicas, sino más bien de la magnitud de esas presiones, de la imposibilidad de atenuarlas por métodos represivos sin con ello desgastarse políticamente en forma suicida, así como del deseo de capitalizarlas en su favor. En efecto, ¿cómo podía la UP arriesgarse a un debilitamiento frente a los sectores asalariados que eran su espina dorsal, o entrar en conflicto con los que se inclinaban hacia la oposición, cuando, al mismo tiempo, se golpeaba duramente a los intereses de todos los sectores de la burguesía doméstica e internacional, sin contar, por otro lado, con más de una rama del poder civil y ninguna fracción del poder armado?

Estas observaciones remiten a otro tipo de problemas, que se relacionan con la naturaleza misma del Programa de la Unidad Popular, así como con su línea táctico-estratégica. En efecto, la "vía al socialismo" propugnada por la Unidad Popular implic­aba que la coalición de izquierda iniciaría el proceso de cambios a partir de una posición minoritaria dentro del cuadro político chileno. El paso de una posición minoritaria a una mayoritaria dependía entonces de los mismos cambios en las relaciones de propiedad que el Gobierno de Allende impulsaría, junto a la extensión de amplios beneficios económicos a las clases populares y medias. Nos parece que en ese contexto, y dadas las características de la estructura social chilena, era muy elevada, para no decir inevitable, la propensión a la explosión de ingresos y, por lo tanto, a la disrupción económica. ¿Cómo evitarla?

A nuestro juicio, una de las alternativas más plausibles habría requerido por parte de la izquierda una evaluación inicial distinta en cuanto a las posibilidades de cambios que se abrían a fines de 1970, lo cual implicaba concepciones táctico-estratégicas y programáticas muy diferentes a las que prevalecieron. Hubiese sido necesario formar una coalición de fuerzas mucho más amplia, que ex­presara orgánica, política e ideológicamente a la mayoría nacional que en las elecciones presidenciales se había manifestado a favor de un proceso de profundos cambios en el sistema económico social. Forzosamente, dicha coalición hubiese tenido que in­corporar a importantes sectores que entonces respaldaron al candidato demócratacristiano.

En ese esquema, el Gobierno habría contado, entre otras cosas, con mucho más solidez para moderar, y menos ne­cesidad de conceder, los fuertes reajustes de remuneraciones que fueron la "causa aritmética" más inmediata de la explosión de ingresos del primer año. Pero, sin duda, ello habría impli­cado también que el proceso de cambios tuviera una extensión, profundidad, ritmo, secuencia y estilo muy diferentes de los que la Unidad Popular anheló y trató de llevar a cabo.

martes, abril 03, 2007 

Visión de la Unidad Popular del tema económico

El proyecto político de la Unidad Popular se instancia en una serie de supuestos relacionados con la economía, que demostraron ser inexactos. Este falló en la predicción inicial sepultó la viabilidad del programa político y social, que miraba a una lento tránsito hacia el socialismo, desde dentro de la institucionalidad democrática. ¿Cuáles fueron las razones de este error de cálculo que resultó lapidario? Para entrar bien en eso conviene leer las páginas que dedica Patricio Meller, en Un Siglo de Economía Chilena. Luego de pasar revista a la visión que tenían los técnicos del problema económico, tenemos que hacer una análisis muy cuidado de la manera cómo se comportaron las distintas variables cuando hubo que trasformar estas ideas en acciones concretas de política:


Diagnóstico de la Unidad Popular

De acuerdo a la Unidad Popular (UP), la economía chilena tenia hacia 1970 cuatro características fundamentales que debían ser corregidas: monopólico, (externamente) dependiente, oligárquica y capitalista.

Los siguientes indicadores para la década de 1960 evidencian el grado de concentración de la economía: a) 248 firmas controlaban todos y cada uno de los sectores económicos, y el 17% de todas las empresas concentraban el 78% de todos los activos. b) En la industria, el 3% de las firmas controlaban mas del 50% del valor agregado y casi el 60% del capital, c) En la agricultura, el 2% de los predios poseían el 55% de la tierra. d) En la minería, tres compañías norteamericanas controlaban la producción de cobre de la Gran minería, que representaba el 60% de las exportaciones chilenas en 1970. e) En el comercio mayorista, 12 empresas -0,5% del total- daban cuenta del 14% de las ventas. f) En la banca, el banco estatal (Banco del Esta-do) controlaba casi el 50% de los depósitos y los créditos, y 3 bancos privados (de un total de 26) controlaban mas del 50% del remanente".

Supuestamente, estos grandes monopolistas habían incrementado su participación y sus utilidades gracias a numerosas medidas especiales, como líneas de crédito preferenciales, subsidios, incentivos tributarios especiales, diferenciales de aranceles y acceso especial a las divisas. De acuerdo a un analista de la U.P., "el rol del Estado ha sido siempre favorecer al gran capital monopolista y sus intereses fundamentales".

En cuanto a la dependencia externa de Chile, se señalaba que: a) La naturaleza monoexportadora del país, con el cobre representando mas del 75% de las exportaciones totales, implicaba que las fluctuaciaciones del precio en los mercados mundiales ejercían un gran impacto sobre la balanza de pagos chilena y sobre los ingresos del gobierno. b) Las remesas de utilidades por extranjeros representaban alrededor del 20% de las exportacio­nes. c) De las 100 firmas industriales mas grandes de fines de la década de 1960, 61 tenían participación extranjera.

Según Vuskovic (1970), la significativa presencia de firmas extranjeras provocaba una alta dependencia externa porque la tecnología importada determinaba que los métodos de producción en Chile se copiaran del exterior, y porque Chile adquiría también los patrones de consumo de los países desarrollados ("electo de demostración"). Además, la burguesía chilena empezaba a adquirir un patrón de preferencias e intereses que se identificaban mas con el capital internacional que con los intere­ses nacionales.

La característica oligárquica era fundamentada aludiendo a la situación de la distribución del ingreso en los años 60. Mientras el 10% más pobre de la población tenía una participación de 1,5% en el ingreso total, el 10% más rico abarcaba el 40,2%. La razón entre el ingreso de ambos grupos era de 1 a 27'.

Dadas las características anteriores, y desde el punto de vis­ta de la UP, los frutos del desarrollo económico chileno se concentraban en una pequeña elite privilegiada. De acuerdo a Vuskovic, este proceso se perpetuaba de la siguiente forma: i) la distribución desigual del ingreso generaba un patrón de consumo de demanda determinado; el mercado estaba dominado por los bienes demandados por los grupos de alto ingreso. La consecuencia, las firmas producían fundamentalmente para satisfacer este tipo de demanda, ii) existía un sistema productivo dual, con un sector moderno de alta tecnología y otro sector atrasado. Solo el primero incorporaba el progreso tecnológico a la producción de bienes para los grupos de alto ingreso, en tanto que el sector atrasado permanecía estancado. La creciente participación de la inversión extranjera reforzaba esta estructura dual, y iii) debido al volumen total relativamente reducido de bienes demandados por los grupos de alto ingreso, v dado su amplio espectro de consumo, las firmas modernas operaban a una escala inadecuadamente baja, con un nivel reducido de eficiencia. En consecuencia, la estructura de la producción era ineficiente, ya que se producían principalmente bienes no esenciales. La pequeña escala de producción conducía a una mayor concentración, que reforzaba el sesgo inicial del patrón de distribución del ingreso.

Se trataba de un círculo vicioso, en el que el patrón inicia de distribución desigual del ingreso generaba una estructura productiva altamente monopólico que acentuaba el sesgo existente en la distribución del ingreso. La economía se volvía mas y más orientada hacia la satisfacción de los patrones de consume de los grupos de ingreso alto, mientras los sectores productivos que generaban bienes esenciales o básicos para la mayoría permanecían estancados. Las desigualdades en el ingreso v la riqueza conducían a un alto grado de concentración del poder; de este modo, la interrelación entre el poder político v el económico reforzaba la estructura prevaleciente en el país. A fin de cambiar las condiciones económicas, se requería alterar sustancialmente la estructura de propiedad. Esto generaría un patrón diferente de demanda que estimularía la producción de los bienes básicos consumidos por la gran mayoría.. Así los recursos económicos no serían despilfarrados en la producción de bienes no esenciales.

Las propuestas económicas de la Unidad Popular

El programa de la U.P. hacía una afirmación explicita de su naturaleza antiimperialista, antioligárquica y antimonopolica, que marcaba el tono de los profundos cambios estructurales que proponía realizar, los que irían en beneficio de los trabajadores en general (obreros y empleados), de los campesinos y pequeños empresarios, esto es, de la inmensa mayoría nacional. El gobierno de la U.P. iba a ser un experimento histórico en el que la transición al socialismo se daría a través de la estructura institucional existen-te. Para facilitar esta transición se requerían dos elementos: la estatización de los medios de producción y una mayor participación popular.

Los objetivos políticos de la U.P. fueron formulados muy claramente. El propósito declarado era el establecimiento del re­gimen más democrático de la historia de Chile a través del traspaso del poder desde los grupos dominantes a los trabajadores. Para ello, los trabajadores chilenos tendrían que adquirir poder real, y usarlo efectivamente. El propósito de los cambios estructurales era "superar el capitalismo". Lo que estaba en juego era el reemplazo de la estructura económica imperante por la construcción del socialismo.

Las reformas estructurales de la U.P. abarcaban un amplio rango: a) Nacionalización de los principales recursos del país (la Gran minería del Cobre, carbón, salitre, hierro y acero). b) Expansión del Área de Propiedad Social, a través de la estatización de las empresas industriales más grandes. c) Intensificación de la reforma agraria. d) estatización del sistema bancario. e) Control estatal de las principales firmas mayoristas y distribuidoras.

En síntesis, las reformas estructurales se dirigían a depositar el control de los medios de producción en manos del Estado. Las ventajas y la racionalización de este objetivo estaban en que, si el Estado obtenía el control de los medios de producción, estaría en mejor posición para adoptar decisiones económicas que consideraran en forma preferente el bienestar de los trabajadores. Este control produciría un aumento del excedente económico controlado por el Estado. Con los recursos adicionales obtenidos, el Estado podría planificar y guiar el desarrollo económico en una dirección que favoreciera a la gran mayoría. De hecho, "el problema principal no es la eficiencia sino el poder, esto es, ¿quien controla la economía y para quien?" (...) "Lo que esta en juego es la propiedad de los medios de producción por una pequeña minoría; entonces, las cuestiones económicas reales son: quien tiene el poder de fijar los precios y por lo tanto las utilidades, y quien captura el excedente económico y decide como reinvertirlo" (...) "Centrar la discusión en la eficiencia elude discutir quien detenta realmente el poder económico y por que una pequeña minoría que posee los medios de producción es capaz de subyugar a la mayoría". En palabras del ministro de economía Pedro Vuskovic, poco después de que Allende asumiera la presidencia, "el control estatal esta proyectado para destruir la base económica del imperialismo y la clase dominante al poner fin a la propiedad privada de los medios de producción".
Una corriente de opinión dentro de la Unidad Popular sostenía que las políticas macroeconómicas de corto plazo eran complementarias y en apoyo de las reformas estructurales, demostrando así que "es posible realizar reformas estructurales profundas y, al mismo tiempo, alcanzar importantes resultados positivos en la redistribución del ingreso, el crecimiento, la inflación y el empleo". Esto, según se ha explicado, se debía a que aun las políticas macroeconómicas tradicionales llevan implícito un elemento de clase: "las políticas de corto plazo, por definición, son una herramienta para mantener el statu quo': no solo son la expresión de un cierto ambiente institucional, sino que también se orientan a su consolidación. En este sentido, las políticas macroeconómicas de la U.P. no pueden analizarse por separado: "esto seria un grave error analítico (...) ellas deben examinarse en el ambiente prevaleciente que proporcionara la racionalización de por que se hizo lo que se ha hecho".

En una perspectiva diferente, se ha argumentado que el con­trol de la inflación era realmente un objetivo clave para la U.P., debido a razones políticas y económicas. A nivel político, la U.P. había anunciado durante la campana que derrotaría a la inflación, y criticaba a los gobiernos anteriores por su incapacidad para controlar este problema. Por otra parte, debido a la proximidad de las elecciones municipales (marzo de 1971), el gobier­no de la U.P. quería mostrar rápidamente un indicador de éxito.

A nivel económico, dado que la redistribución del ingreso se llevaría a cabo mediante aumentos de los salaries nominales, era importante reducir la inflación para asegurar un incremento de los salaries reales.

Un elemento clave de la política macroeconómica de la U.P. fue el alto nivel de capacidad no utilizada y desempleo de la economía chilena, así como de las reservas internacionales y los inventarios industriales. Los economistas de la U.P. no hicieron comentarios respecto de las limitantes relativas a los niveles de capacidad especifica sectorial, que pueden ser muy diferentes de las cifras globales, y a que la utilización de la capacidad disponible no utilizada es una holgura "por una sola vez". Una percepción mecanicista sugería implícitamente que las transformaciones estructurales ayudarían rápidamente a resolver los problemas macroeconómicos.

La política antiinflacionario de la U.P. se basaba en los siguientes planteamientos: (a) La inflación es en realidad un fenómeno estructural. El control de precios, la eliminación del sistema de mini-ajustes cambiarios y la nueva estructura económica detendrían la inflación. (b) El control estatal de la mayor parte del aparato productivo y de comercialización sentaría las bases para terminar con la inflación. (c) Dados los controles de precios y los reajustes salariales, los salaries subirían mas que los precios, lo que llevaría a una reducción de la tasa de utilidad unitaria. Sin embargo, considerando la existencia de capacidad no utilizada, el aumento de la producción y de las ventas compensaría la declinación de las utilidades unitarias, manteniendo el nivel global de las ganancias.

Según el ministro de Hacienda de la U.P., los efectos de las medidas anteriores implicarían que en muy breve plazo "los au­mentos de precios desaparecerán y en el futuro se recordara la inflación como una pesadilla de gobiernos anteriores, que eran los sirvientes del gran capital". El programa de la U.P. contenía una visión mas moderada, según la cual la inflación desaparecería debido a las medidas antimonopólicas y al apoyo de la mayoría de la población.

 

Mensaje radial de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973

7:55 A.M. RADIO CORPORACIÓN

Habla el Presidente de la República desde el Palacio de La Moneda. Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo que significa un levantamiento contra el gobierno, del gobierno legítimamente constituido, del gobierno que está amparado por la ley y la voluntad del ciudadano.

En estas circunstancias, llamo a todos los trabajadores. Que ocupen sus puestos de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan la calma y serenidad. Hasta este momento en Santiago no se ha producido ningún movimiento extraordinario de tropas y, según me ha informado el jefe de la Guarnición, Santiago estaría acuartelado y normal.

En todo caso yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo al gobierno que represento por voluntad del pueblo.

Lo que deseo, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes y que eviten provocaciones. Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva , de los soldados de la patria, que han jurado defender el régimen establecido que es la expresión de la voluntad ciudadana, y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y le prestigia el profesionalismo de las Fuerzas Armadas. En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo y los trabajadores, fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en sus sitios de trabajo, escuchando el llamado que pueda hacerle y las instrucciones que les dé el compañero Presidente de la República.


8:15 A.M. RADIO CORPORACIÓN

Trabajadores de Chile: les habla el Presidente de la República. Las noticias que tenemos hasta estos instantes nos revelan la existencia de una insurrección de la Marina en la provincia de Valparaíso. He ordenado que las tropas del ejército se dirijan a Valparaíso para sofocar este intento golpista. Deben esperar la instrucciones que emanan de la Presidencia. Tengan la seguridad de que el Presidente permanecerá en el Palacio de La Moneda defendiendo el gobierno de los trabajadores. Tengan la certeza que haré respetar la voluntad del pueblo que me entregara el mando de la nación hasta el 4 de noviembre de 1976.

Deben permanecer atentos en sus sitios de trabajo a la espera de mis informaciones. Las fuerzas leales respetando el juramento hecho a las autoridades, junto a los trabajadores organizados, aplastarán el golpe fascista que amenaza a la patria.


8:45 A.M. RADIO CORPORACIÓN

Compañeros que me escuchan: La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas.

En esta hora aciaga quiero recordarles algunas de mis palabras dichas el año 1971, se las digo con calma, con absoluta tranquilidad, yo no tengo pasta de apóstol ni de mesías. No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada.

Yo tenía contabilizada esta posibilidad, no la ofrezco ni la facilito.

El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse.

Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida.


9:03 A.M. RADIO MAGALLANES

En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato conciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.

En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.

Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra ... roto la doctrina de las Fuerzas Armadas.

El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.


9:10 A.M. RADIO MAGALLANES

Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director general de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡No voy a renunciar!

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo a ustedes, sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios clasistas que defendieron también las ventajas de una sociedad capitalista.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder.
Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.