tag:blogger.com,1999:blog-148668802024-02-08T11:20:33.943-05:00El blog de Ignacio Muñoz DelaunoyHistoria reciente de Chile<br>
<i>De Salvador Allende a Michelle Bachelet</i>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.comBlogger59125tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-66541729217828337032007-05-19T09:37:00.000-06:002007-09-09T19:59:29.666-06:00Crear 'poder popular'<div align="justify">La Unidad Popular es un proyecto político-intelectual fascinante, que intentó construir un socialismo auténtico, que supera la <em>falsificación</em> del ideal perpetrada por los bolcheviques. ¿Qué puente de sentido puede ligar el sueño de integración social, lograda desde la comunidad, que ha sido un anhelo antiguo de tantas sociedades en el pasado (y el presente) con la fórmula tan terrestre de 'socialismo real', que se hace operativa a través de dictaduras de partido único?. El ‘modelo soviético’ de socialismo, quedó claro, servía para muchas cosas. Representaba, por ejemplo, una fórmula bastante conveniente para provocar desarrollo económico acelerado en países atrasados y para lograr cuotas importantes de igualdad. Pero no servía para una muy importante: para cimentar un verdadero sistema socialista que se constituya, como fuerza histórica, sobre las espaldas de las energías sociales de los colectivos que conforman un pueblo.<br /><br />Una dictadura es una dictadura. Y en ellas, sean del tipo que sean, las personas y las comunidades gravitan realmente poco.<br /><br />El socialismo auténtico, pensaban los chilenos, necesita seguir una ruta distinta de las recorridas. Porque todas ellas constituyen, de algún modo, remedos o desviaciones del modelo soviético. Urgente una ingeniería social que transforme en protagonistas a las personas y no a los burócratas del régimen.<br /><br />¿Cómo llegar eso? En Chile se ve difícil. La nuestra es una sociedad cautelosa, gris, mucho más inclinada a la conservación que el cambio real. Los chilenos son ciudadanos socialmente apagados, recelosos e individualistas. Algo similar pasa con los colectivos que ellos conforman. Apáticos y domesticados. ¿Por qué faltan razones para levantarlos en la ira? Nada de eso. En este suelo tercermundista hay inequidades profundas que agravian a tantos, hay contradicciones graves que podría levantar cordilleras de cambio. Al lado de eso, hay innumerables motivos alegres que podrían comprometer voluntades muy amplias, energías sociales positivas para forjar un arte popular, deporte popular, empresa popular, un proyecto político verdaderamente inclusivo....; energías que sirven para instalar afirmaciones socialistas y no sólo para derribar los muros capitalistas. Es cierto que estas fuentes de energía social se encuentran adormecidas y, hoy por hoy (dirían entonces), resultan funcionales al orden individualista burgués. Pero con la colaboriación de una buena ingeniería social ¿no sería despertarlas con un beso, como a la Bella Durmiente, para reutilizarlas en forma constructiva, transformadas en el eje de un proyecto distinto de transición al socialismo? Eso hay que hacer. Hay que aplicarse a eso, usando todos los medios disponibles: no solo la perorata política, también la fiesta del arte y la participación amplia, en cualquier ámbito posible de la vida. Pero ¿quién puede operar ese milagro...? Debe ser el propio gobierno popular el responsable de dar este empellón inicial que es esencial para la construcción de un socialismo auténtico.<br /><br />Se ve esto todo el tiempo en la Unidad Popular. Se trata de un régimen que se levanta sobre la premisa de una participación activa y masiva de la gente, en los distintos planos de la vida política, económica, social y cultural. La UP es un proyecto ciudadano. Quiere la participación de la gente en todo nivel. Nada de arte o cultura elitaria. Arte y cultura de masas. Esa es la idea. En el terreno específicamente político, esta vocación de masas se traduce en la voluntad de levantar, al lado de una columna clásica de respaldo político que se articula en torno de los partidos marxistas, una quinta columna de apoyo directo de las masas. Se llamó a esta fuente de energía social y de legitimidad el “poder popular”. El conjunto de organizaciones sociales de base que debían actuar como pilares del proceso de transformación impulsado por la UP y que debían colaborar a su defensa frente a los múltiples enemigos internos y externos.<br /><br />El “poder popular” es un concepto. Pero también es una estrategia. Para dar una base más firme a su proyecto, los teóricos de la UP consideraban esencial crecer hacia el centro, ganarse el apoyo de los sectores medios. Daban por descontado que contarían con el apoyo del obrero y los sectores marginales de la sociedad.<br /><br />¿Cómo les fue con esto? ¿fue la clase trabajadora una leal sostenedora del proyecto? ¿pudo contarse con el apoyo de las clases medias y de los sectores marginales?<br /><br />Analicemos los datos que nos dio la historia para ver si avalaron los supuestos de los teóricos del régimen.<br /><br />Para conformar esta quinta columna era esencial, primero, movilizar a los sectores populares y medios. Para eso se utilizó, hemos visto, las políticas redistributivas. La Unidad Popular, recordemos, quiso mejorar las condiciones de vida no solo de los obreros, a la manera clásica de los partidos marxistas. Se propuso hacerlo también con los sectores marginales de la sociedad y con los sectores medios. Para lograrlo no solo forzó alzas salariales y fijó los precios, sino también impulsó la sindicalización, los movimientos sociales.<br /><br />Detrás de las huelgas, las tomas, solía haber funcionarios del gobierno, actuando siempre del lado de los reclamantes. Al principio se actuó con muy buena voluntad, para provocar esta movilización, en el entendido de que estas acciones comunes significarían al gobierno ganarse este capital social, poder sumar, a su propio proyecto, las energías sociales que el gobierno mismo había ayudado a liberar. Pero pronto el moderado gobierno comenzó a verse desbordado por todos lados. Algunos partidos de la coalición se subieron por el chorro e intentaron ir más allá de lo que era política y económicamente razonable. Ellos predicaban la necesidad de “avanzar sin transar” y apoyaban todas las acciones anti-institucionales, ante la mirada consternada de Allende y los moderados.<br /><br />Pero eso no fue lo más importante. Lo más importante fue que muy pronto los distintos actores sociales comenzaron a actuar bajo impulsos propios. Esto se evidenció en el aumento del movimiento huelguístico. En 1969 hubo 977 huelgas. En 1972 esa cifra había subido a 3.287. Huelgas en las ciudades, huelgas en el campo. De obreros, de empleados, también de profesionales. Donde fuera, por lo que fuera (generalmente en búsqueda de beneficios sectoriales, muy infrecuentemente en defensa de las transformaciones impulsadas por el régimen). Bastaron dos años de Allende para que el actividad huelguística quedara bajo completo descontrol. Hacia 1972 este movimiento estaba completamente descontrolado y estaba desestabilizando la economía.<br /><br />No había como financiar estos incrementos salariales. Cuando se acabó la plata del chanchito, el gobierno debió comenzar a costear los aumentos salariales con emisión. La cantidad de dinero que daba vuelta por la economía se elevó una y otra vez (en los mil días de Allende ese aumento fue de un 1.345%), haciendo que estallara un espiral inflacionario que asustó mucho a Allende. Pero qué hacer. Con una sociedad que se había movilizado hasta tal punto resultaba poco menos que imposible abandonar la política redistributiva e imponer algo de orden y sensatez en los trabajadores y empleados.<br /><br />Se estaba perdiendo por el lado económico. Pero quizás se estaba ganando por el político. ¿Fue así?.<br /><br />La verdad es que no, para sorpresa del círculo que rodeaba al presidente. Es cierto que se había logrado obtener el apoyo de los sindicatos y que la CUT pudo ser integrada de manera efectiva en la dinámica de funcionamiento del gobierno, pero lo cierto es que los sindicatos representaban una porción mínima de los trabajadores del país y que la CUT misma tenía poco poder sobre sus afiliados.<br /><br />¿Cuántos trabajadores estaban efectivamente disciplinados por el sindicalismo? En la elección celebrada en la CUT en 1972 sufragaron solamente 291.400 trabajadores y 146.000 empleados. Una minoría. Pero ni siquiera una minoría disciplinada y leal al gobierno. La CUT tenía poco control sobre los sindicatos asociados, que actuaban por sus propios fueros. Fue para peor cuando la CUT quedó en manos de los DC, en 1972 (quedó en manos de la oposición). Se comenzó a poner de manifiesto una gran ironía: el movimiento sindical organizado, presuntivamente parte de la quinta columna de la UP, estaba dando impulso a huelgas destinadas a desestabilizar al gobierno. Eso fue manifiesto, por ejemplo, con la huelga del Teniente, en abril de 1973, y en tantas otras. Tema curioso: los beneficiados por las expropiaciones y las tomas no mostraban ninguna disposición a apoyar las políticas de la UP pues temían que ellas pudieran afectar sus privilegios recién adquiridos. En lugar de sumarse a la quinta columna del gobierno, muchos de ellos se pasaban a la oposición.<br /><br />Pero esta era solo la punta de iceberg. Si los trabajadores organizados, que concentraban casi todos los beneficios que les daba el ‘gobierno del pueblo’, qué decir de los otros, de los que no eran parte del movimiento sindical. Las trabajadoras (que votaban oposición en un 61%), también los trabajadores de industrias y comercio que temían ser expropiados o afectados por el monopolio de producción y distribución del estado, que votaban oposición. También los campesinos. Los beneficiados por la reforma fueron un sector minoritario, en torno al 20%. El resto, compuesto fundamentalmente por minifundistas, temía al colectivismo y votaba con entusiasmo DC, no UP. Pero también eran ‘desleales’ los marginales, los que se tomaban tierras en el campo o las ciudades. No solo no votaban UP, sino actuaban en contra de ella.<br /><br />¿Qué tenían de UP estos sectores? La verdad es que muy poco. Fueron ellos los que se dejaron seducir por los agitadores de extrema izquierda y derecha e hicieron tomas violentas o boicots que menguaban la autoridad del presidente, que ponían en entredicho a los sectores moderados que querían socialismo con democracia, que luchaban por solucionar los conflictos en forma pacífica.<br /><br />¿Quién siguió de verdad la política de movilización de los teóricos, siendo fieles a sus auténticas inspiraciones?<br /><br />Un reducido sector, aquel que dio vida a los cordones industriales, hacia octubre de 1972. Los cordones fueron organizaciones espontáneas, afirmadas en instituciones locales, juntas de vecinos, instituciones deportivas, etc., no partidistas, independientes de la CUT y de toda organización sindical, creadas en los cinturones poblacionales que rodeaban Santiago, donde estaban las industrias. Se formaron para defender al gobierno de la amenaza representada por el paro, para defender a sus comunidades de cualquier amenaza, para poner a funcionar sus fuentes de trabajo. Fueron realmente fuentes de poder popular. Pero su existencia fue transitoria. Participaron cerca de 100.000 personas durante el paro de octubre. Cuando se terminó ese paro se disolvieron. Volvieron a constituirse en forma más tímida durante el paro de junio de 1973, y tuvieron cierta participación en la resistencia que se produjo en septiembre de ese año. Pero la verdad es no solo fueron realidades transitorias. Además suscitaron serias suspicacias en el gobierno que sentía que no las podía controlar. Qué decir en la oposición.<br /><br />Movilización descontrolada en 1972, energías sociales despiertas y vitales, pero que se mueven en direcciones que no habían sido previstas y deseadas por quienes habían ayudado a levantar este capital social. Esto queda de manifiesto cuando aparecen algunos botones sueltos de violencia, que luego adquieren una continuidad desgraciada cuando el país político entra en para cardio-respiratorio, viene el golpe militar y lo demás....<br /><br />En junio de 1971 un grupo extremista conocido como Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP) asesinó al ex ministro del interior de Frei, Edmundo Pérez Zujovic. El país reaccionó airado ante este crimen, que llevaba la política para otro lado. Entre los asesinos se contaban terroristas que habían sido indultados por Allende en diciembre de 1970, haciendo gala de esa ambigüedad que caracterizará su actitud ante el extremismo armado. Allende rechazaba la vía armada, pero se refería a los terroristas como “jóvenes idealistas”, jóvenes que buscaban lo mismo que él, solo que por el camino incorrecto. Se le pidió a Allende que actuara con extrema dureza con el VOP y el MIR. El VOP fue desarticulado, pero no pasó nada con el MIR.<br /><br />No es que Allende apoyara al extremismo, pero se sentía atado de manos para atacarlo de frente, tal como le pasaba con las organizaciones populares que hacían las tomas o pedía aumentos salariales sin límite. Su posición politica era demasiado precaria. Los sectores de la izquierda extrema, influidos por el guevarismo, advertían esta contradicción y presionaban por profundizar los cambios, ‘avanzar sin transar’.<br /><br />La fila de los guevaristas se vio engrosada a fines de 1971, cuando el congreso de La Serena del PS, apoyó la linea guevarista, eligiendo a Carlos Altamirano, en lugar de a Aniceto Rodríguez. Tenemos entonces, del lado de los defensores de la vía armada, al MIR, el PS. También una fracción del MAPU. Esta organización se dividió en dos: la que retuvo el nombre del partido, liderada por Oscar Guillermo Garretón, que adscribió al guevarismo, y la más moderado, afin con los comunistas, llamada MAPU Obrero y Campesino, presidida por Jaime Gazmuri. La Izquierda Cristiana, conformada por antiguos DC y MAPU proclives al proyecto de la UP, pero sin el componente de marxismo, se sumó el 72 a la línea guevarista.<br /><br />Ya era claro que la doctrina oficial de la “vía pacífica al socialismo” dejaba de ser mayoritaria. En adelante debería decididos ataques desde dentro.<br /><br />Es por todo esto que cuando Fidel Castro se vuelve a su país, luego de la larga visita que realizó a fines de 1971, declara: “Regreso a Cuba más revolucionario, radical y extremista de lo que vine”. ¿Era posible realmente un socialismo democrático, una vez que uno analizaba la dinámica real del proceso chileno, considerando tanto los enemigos internos como los externos, que vamos a ver ahora?.<br /><br />El grupo cercano a Allende comenzó dudar de esa posibilidad, lo mismo que Fidel. Pero ya era tarde para forjar una fuerza militar solvente, que pudiera servir de contrapeso para el golpe inminente. </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-90429674248542807292007-04-17T19:53:00.000-06:002007-04-17T20:04:15.307-06:00Proyecto económico de la Unidad Popular<div align="justify"><span style="color:#cc6600;"><em>Recomiendo leer estas líneas preparadas por <strong>Arturo León B</strong>.. Fueron motivadas por una invitación a un seminario que se celebró en mayo del 2003, bajo el título elocuente de “A treinta años de la Unidad Popular: ¿Fracaso o Derrota?”. León soslayó la cuestión, alegando un motivo importante. Términos como ‘fracaso’ o ‘derrota’ conllevan una idea implícita: que había algo en el proyecto económico allendista que hacía insoslayable un final trágico.<br /><br />Esta visión un poco fatalista no conviene para hacer un buen análisis histórico. Porque da a entender que las cosas fueron como tenían que ser, que no era posible hacer nada para evitar el golpe, que la suerte del socialismo siempre estuvo jugada para mal.<br /><br />Las líneas que vienen a continuación examinan opciones alterativas, que pudieron significar otros resultados. Al dejarnos llevar por este ejercicio tipo contrafactuales, logramos aprehender mejor la apuesta que se jugó entonces.<br /><br />En fin, vamos a la lectura:<br /></em><br /><br /><br /></span>La tesis que sostenemos es que hubo errores tanto en la concepción del proyecto (en el diseño de la estrategia económica), pero especialmente en su puesta en práctica, errores que hicieron que el propio éxito entre comillas logrado el primer año en materia de redistribución del ingreso creara condiciones inmejorables para la rearticulación política de la oposición. El enorme exceso de poder de compra generado durante 1971 y el rápido agotamiento de la capacidad de la economía para responder al aumento del nivel y el cambio en la composición de la demanda interna crearon problemas en la esfera de la circulación que facilitaron la articulación de una oposición muy efectiva al Gobierno mucho antes de lo esperado.<br /><br />Los problemas que generó el fuerte crecimiento del ingreso de gran parte de la población impidió entonces que el rápido mejoramiento de las condiciones de vida jugara el papel que se preveía en el proyecto de la UP: lograr el apoyo creciente al Gobierno durante todo su mandato y constituirse -como se afirmaba entonces- en el principal resorte para la acumulación de fuerzas que permitiría seguir avanzando en la realización del Programa. En realidad, eso ocurrió durante el primer año mientras hubo capacidad de respuesta del lado de la oferta para satisfacer la mayor demanda generada. Sin embargo, la enorme magnitud y poca selectividad de los incrementos de ingreso durante 1971 hicieron patentes los problemas ya a comienzos de 1972, creándose condiciones muy propicias para el florecimiento del mercado negro y la especulación, los que invariablemente prosperan en situaciones de creciente escasez de bienes básicos y de exceso de liquidez. Ambos fueron incentivados por amplios sectores de la oposición la que con ello no sólo lograba pingües ganancias, sino también buenos dividendos políticos. Pero también profitaron del mercado negro sectores de asalariados que tenían acceso a bienes de consumo básico a precios oficiales (a veces como parte de su remuneración) y que los revendían.<br /><br />Ustedes comprenderán que esta caracterización resulta burda frente a la complejidad de los factores en juego. Quizás no es apropiado y sin duda no resulta fácil separar de manera tajante los aspectos netamente económicos de los aspectos políticos de la estrategia y del programa de la Unidad Popular. En realidad se necesitaría un bisturí o un láser para hacerlo. Pero nos invitaron a hablar hoy de los aspectos económicos del Gobierno de la Unidad Popular y aceptamos la invitación.<br /><br />Para desarrollar nuestra interpretación de que hubo errores que se podian haber evitado es necesario recordar los principales elementos o los presupuestos de la estrategia de la UP en el campo económico. Vale decir, cuál era el diagnóstico que se tenía de la economía chilena y en particular acerca de la herencia del Gobierno del Presidente Frei Montalva, del sexenio 1965-1970. Revisando los abundantes materiales de la época, me parece que donde mejor se sintetiza la visión que orientó la estrategia económica de la Unidad Popular es en un trabajo de Pedro Vusković, primer Ministro de Economía del Gobierno del Presidente Allende, cuando el que "roncaba" era el ministerio de economía y no el de hacienda. El trabajo se publicó en la edición de septiembre de 1970 de la Revista del Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad Católica (CEREN) con el título Distribución del ingreso y opciones de desarrollo. El artículo recogía las ideas que venían desarrollando desde hacía tiempo numerosos académicos y, sin exagerar, no hubo un sólo economista partidario de la UP que no leyera este trabajo por lo menos un par de veces. No sé si todos lo comprendimos cabalmente.<br /><br />¿Cuáles eran los elementos centrales de ese diagnóstico y cómo se plasmó en la estrategia de la UP, en la cual la política económica de corto plazo iba a jugar un rol tan decisivo para la suerte del Gobierno? ¿Había errores de diagnóstico? Como señalé, en nuestra opinión sí los había, pero no en la caracterización general del patrón de desarrollo de las economías de América Latina y de Chile en particular, sino en el optimismo que se tenía en relación con aspectos claves, los cuales no respondieron a las espectativas y que, a su vez, fueron decisivos para el temprano fracaso de la política económica de corto plazo.<br /><br />El diagnóstico sobre las características del patrón de desarrollo chileno era ampliamente compartido: concentrador y excluyente; heterogéneo en su estructura; de bajo crecimiento, con tasas de ahorro e inversión insuficientes; exportaciones concentradas en recursos naturales con poco valor agregado, escasa asimilación y difusión del progreso técnico, etc.<br /><br />¿Dónde estuvieron entonces los errores o fallas que dan pié para afirmar que en materia de política económica hubo fracaso y que este fracaso contribuyó en gran medida a la derrota? Sin desconocer que es fácil convertirse en general después de la guerra, yo diría que esos errores tuvieron que ver:<br /><br />· En primer lugar, con un optimismo exagerado en cuanto a la capacidad que tendría el Gobierno para orientar o conducir un proceso de redistribución del ingreso que debía beneficiar principalmente a los estratos más pobres, pertenecientes a la mitad inferior de la distribución. Esto no ocurrió y en realidad lo que hubo fue una verdadera explosión de ingresos que benefició a no menos del 95% de la población. Y si bien se redujo el grado de concentración (porque los estratos de ingresos bajos se beneficiaron proporcionalmente más de los incrementos de ingreso), hubo un aumento nominal y real de las remuneraciones muy superior a lo esperado, aumento que la economía no era capaz de absorber sin grandes disrupciones. Más adelante daré algunas cifras que muestran esta explosión de ingresos y cómo se dio la redistribución.<br /><br />· En segundo lugar, y estrechamente ligado a lo anterior, estaba el supuesto que se contaría con la capacidad para contener las demandas salariales exageradas de los obreros y empleados, basado en el hecho que los principales partidos de la coalisión eran los que habían comandado las luchas reivindicativas por varias décadas. Ello tampoco ocurrió y en verdad los pliegos se negociaron sobre la base del tejo pasado, incluso en el segundo año de Gobierno, cuando ya se vislumbraba el potencial inflacionario de los reajustes del primer año. Naturalmente las mejoras salariales siguieron asociadas a la capacidad de negociación de los sindicatos y en los reajustes salariales hubo escasa discriminación a favor de los salarios más bajos.<br /><br />· En tercer lugar, el programa económico de corto plazo estaba impregnado por una concepción mecanicista -del tipo círculo virtuoso "kaleckiano"- en cuanto a la relación entre la redistribución del ingreso que se lograría, el cambio en la estructura de la demanda y su reorientación hacia bienes de consumo básico, es decir, hacia industrias poco intensivas en capital e intensivas en mano de obra. Se suponía que ello permitiría reactivar rápidamente la economía y reducir el desempleo, factor que reforzaría la redistribución del ingreso. Un elemento central del diagnóstico (el eslabón clave de ese círculo virtuoso) era la existencia de un "amplio" margen de capacidad instalada no utilizada, debido a que desde fines de 1967 la economía se encontraba semiestancada. Se estimaba que dicho margen era cercano a 25% en promedio y de 22% en el caso de las industrias de bienes de consumo habitual. Ahora bien, en cierta medida el circulo virtuoso operó y en la medida que lo hizo copó rápidamente la capacidad instalada; lo hiceron los stocks y luego no properaron los esfuerzos para expandir la producción en la medida que era necesario. No había “ambiente” para que frente a los cambios en la propiedad, el empresariado, especialmente el mediano y grande, volcara los excedentes a expandir la producción.<br /><br />El siguiente párrafo del trabajo de Pedro Vusković ilustra cómo se concebían estos aspectos en el esquema de la nueva estrategia de desarrollo propuesta. "En un esquema de esta naturaleza ... decía Vusković ... se concibe que las relaciones circulares descritas en páginas anteriores contribuirían a reforzar efectos positivos. La estructura de la capacidad productiva tendría que ir adaptándose progresivamente, en su composición sectorial y por tipo de actividades, a una composición de la demanda -reflejo de una distribución más equitativa del ingreso- en que cobran dinamismo los sectores que hasta hoy se califican de "vegetativos". Estos últimos se caracterizan en general por menores requerimientos de capital y mayor capacidad de absorción de mano de obra; en consecuencia, el levantamiento rápido de la tasa de ahorro y formación de capital deja de ser un requisito esencial para acelerar el ritmo global de crecimiento, lo que se ve fortalecido además por el hecho de que en esas ramas de la producción, la economía chilena registra márgenes amplios de capacidad ya instalada y no utilizada plenamente" Aquí termina la cita.<br /><br />· Por último, en el manejo de la política económica no se le dio la importancia que merecían a los aspectos monetarios. Hubo descuido de precios y variables claves para el funcionamiento económico, error especialmente grave si se comete en un período de muy rápida expansión del ingreso y en el marco de una economía que se regía y se seguiría rigiendo por las "leyes" del mercado, por mucho que el proyecto se propusiera y hubiese iniciado cambios drásticos al respecto. En alguna medida ello reflejaba poca claridad sobre la naturaleza de las dificultades económicas que se vivían ya a fines del primer año de gobierno, a lo que habría que agregar que quizás las energías se volcaron cada vez más hacia el logro de los objetivos de transformación patrimonial e institucional contemplados en el Programa de la Unidad Popular.<br /><br />Como señalamos en nuestro trabajo con José Serra, las autoridades y los principales dirigentes de la UP parecían no estar conscientes de la naturaleza de los problemas económicos que se presentaban a fines de 1971. Ello se aprecia claramente en el documento que resultó de la “reunión de El Arrayán”, destinada precisamente a hacer un balance de lo realizado durante el primer año y a definir las tareas a impulsar de ahí en adelante. El documento que salió de esa reunión casi no hace referencia al potencial inflacionario acumulado y al repunte de precios que ya tenía lugar. Sólo al final de un perdido párrafo se reconoce la necesidad de disminuir la cantidad excesiva de dinero en manos del sector privado y sobre todo de las grandes empresas, y se señala que esta tarea se enfrentará mediante disposiciones generales de créditos a acordarse por el Banco Central, como si el exceso de cantidad de dinero dependiera exclusivamente de un manejo más o menos eficiente del crédito.<br /><br />También es muy ilustrativo de la falta de claridad de la situación económica de ese momento el discurso del Ministro Zorrilla en el Congreso, en noviembre de 1971. Las referencias del Ministro de Hacienda a la política antinflacionaria y de remuneraciones eran vagas y generales, indicando que, en los hechos, se seguiría con el esquema de 1971, no obstante que las condiciones objetivas habían cambiado radicalmente.<br /><br />¿Cómo se dio el proceso redistributivo? No hay tiempo para hacer un examen detallado de modo que me limitaré a destacar algunos puntos para apoyar lo dicho. Los antecedentes para el análisis de este aspecto tan crucial dentro del Programa de la Unidad Popular aparecen en el trabajo citado. Los datos se refieren al Gran Santiago y provienen de las encuestas trimestrales de empleo del Instituto de Economía de la Universidad de Chile, correspondientes a los meses de Junio de 1970 a 1973.<br /><br />a) En primer lugar, entre junio de 1970 y junio de 1972 hubo una mejora distributiva notable cuya mayor parte se logró en el primer año: una reducción de 15% del índice de Gini (de 0.563 a 0.481) en menos de dos años representa un cambio muy fuerte, especialmente si se lo juzga a la luz de la experiencia actual. Para tener una idea de su enorme magnitud, recordemos que en 1971 la participación de los perceptores de sueldos y salarios en el ingreso geográfico alcanzó la proporción que según el Plan Sexenal de ODEPLAN debería haberse obtenido recién en 1976. En un año se logró lo que debía haberse logrado en seis.<br /><br />b) Sin embargo, esa mejora distributiva se obtuvo con un aumento de la participación no sólo del 50% más pobre sino también del 30% siguiente. Ambos grupos elevaron su cuota en el ingreso total en 3.7 puntos porcentuales. También lo hizo el 15% siguiente (que elevó su participación en 1,3%) y sólo el 5% más rico (o tal vez sólo el 1% de la cúpula) la habría visto reducirse y en un porcentaje bastante alto.<br /><br />c) Junto con ello se generó una expansión del poder adquisitivo enorme, una verdadera explosión de ingresos. En menos de dos años el ingreso de los cuatro primeros quintiles de la población aumentó en términos nominales en alrededor de 56% y en un 24% en términos reales. Obviamente las presiones inflacionarias no se hicieron sentir y ya desde comienzos de 1972 -cuando la inflación se aceleró- los reajustes de remuneraciones comenzaron a perseguir a los aumentos de precios, en un esquema inverso al de 1971. Recordemos que de acuerdo con el IPC del INE la inflación en 1971 fue de 21% (frente al 35% de 1970) y de 40% en 1972.<br /><br />d) ¿Qué ocurió luego entre junio de 1972 y mediados de 1973? La extensión del mercado negro y la fuerte discrepancia entre los precios oficiales y los paralelos ya era muy grande y por lo tanto resulta más difícil evaluar la suerte del proceso de redistribución. Es intersante constatar, sin embargo, que si se utiliza el IPC que comenzó a calcular en enero de 1973 el Instituto de Economía de la Sede Occidente de la Universidad de Chile (y que a partir de ese año quizás reflejaba mejor que el IPC oficial la variación de los precios), se concluye que entre 1972 y 1973 (junio a junio) tanto el 50% más pobre como el 30 % siguiente conformado por estratos medios y medios-bajos habían perdido casi toda la mejora que habían logrado en los dos años previos (+29% vs -23% y +26% vs -24%). Las cifras sobre subdeclaración de ingresos en la encuesta deben haber aumentado de modo que es más difícil analizar la evolución de los ingresos del quintil más rico, pero sin duda el 15% más alto debe haber tenido pérdidas netas de ingreso nada despreciables. Así, la redistribución del primer año se revirtió a partir de 1972 y ya a mediados de 1973 prácticamente todos los grupos que se habían beneficiado habían perdido buena parte de las mejoras obtenidas durante el “glorioso” primer año de Gobierno de la Unidad Popular. Quizás el 50% de abajo no mostró un retroceso tan fuerte como los sectores medios pues siguieron beneficiándose del bajo desempleo y los reajustes de los ingresos mínimos.<br /><br />Naturalmente este cuadro es una ultra simplificación porque no decimos nada de los condicionantes políticos de la experiencia. Yo quisiera detenerme por aquí, pero con razón ustedes se preguntarán cuáles son las conclusiones o las lecciones. En verdad les digo que me resulta complicado extraer lecciones de lo que fue el proyecto y el proceso económico de la Unidad Popular. En el trabajo con Serra que mencioné al comienzo sólo nos atrevemos a hacer algunas reflexiones finales sobre esa experiencia. Me limitaré a recoger algunas de ellas.<br /><br />La primera es que en la política de corto plazo hubo fallas que no eran necesariamente consustanciales a la vía al socialismo que se perseguía. Por ejemplo, puesto que desde temprano el ímpetu reivin­dicativo de los asalariados se reveló irresistible, - haciendo del tejo pasado un fenómeno generalizado -, una mayor holgura en la política de precios, incluyendo al tipo de cambio, podría haber atenuado las presiones inflacionarias futuras y no se hizo. Hay que tener en cuenta que aunque el alza de precios en 1971 hubiera sido semejante a la de 1970, igualmente se hubiese logrado una redistribución del ingreso muy importante, pero de una cuantía que hubiese implicado una menor disrupción económica que habría dado más tiempo para responder desde el lado de la producción.<br /><br />Por otra parte, hubo un optimismo injustificado respecto del sector externo, lo que indujo a retrasar un año la renegociación de la deuda externa y reforzó la errónea política de congelación del tipo de cambio durante 1971.<br /><br />Tampoco hubo una preocupación efectiva por una mejor organización y un mayor control de la comercialización y distribución ­de productos, tarea que debería haberse enfrentado desde el inicio del Gobierno dados los problemas que generaría el fuerte aumento del ingreso.<br /><br />Hubo pocos esfuerzos, al menos en relación con los que se necesitaban, para elevar los ingresos tributarios luego del primer año del Gobierno. Las medidas propuestas al Congreso con ocasión de las leyes de reajustes de 1971 fueron tímidas, precisamente cuando las condiciones políticas eran más favorables para el logro de concesiones por parte de la oposición parlamentaria. Al mismo tiempo, la Unidad Popular definió un programa de obras públicas y viviendas costoso e irreal, programando un déficit presupuestario que, no obstante haber quedado muy por debajo del efectivo, era uno de los mayores de la historia económica de Chile.<br /><br />Sin duda todos estos factores contribuyeron a que el Gobierno apareciera más desarmado a lo largo del decisivo primer semestre de 1972, cuando los trastornos económicos comenzaron a acelerarse.<br /><br />Si bien estas fallas y errores contribuyeron a la explosión de ingresos del primer año o a dificultar la atenuación de sus efectos, nos parece que en ningún caso son suficientes para explicar todo el fenómeno y ni siquiera para constituir su "causa" principal.<br /><br />En verdad, la posición del Gobierno sólo puede comprenderse en el marco de la estrategia vigente para la toma del poder de parte de la Unidad Popular, o bien, de parte de la oposición, de debilitarlo y/o derrocarlo. La pasividad o permisividad de los dirigentes gubernamentales y de los partidos de la izquierda a las presiones más economicistas no eran, en lo fundamental, fruto de alguna ignorancia teórica o de un excesivo espejismo de sus autoridades económicas, sino más bien de la magnitud de esas presiones, de la imposibilidad de atenuarlas por métodos represivos sin con ello desgastarse políticamente en forma suicida, así como del deseo de capitalizarlas en su favor. En efecto, ¿cómo podía la UP arriesgarse a un debilitamiento frente a los sectores asalariados que eran su espina dorsal, o entrar en conflicto con los que se inclinaban hacia la oposición, cuando, al mismo tiempo, se golpeaba duramente a los intereses de todos los sectores de la burguesía doméstica e internacional, sin contar, por otro lado, con más de una rama del poder civil y ninguna fracción del poder armado?<br /><br />Estas observaciones remiten a otro tipo de problemas, que se relacionan con la naturaleza misma del Programa de la Unidad Popular, así como con su línea táctico-estratégica. En efecto, la "vía al socialismo" propugnada por la Unidad Popular implic­aba que la coalición de izquierda iniciaría el proceso de cambios a partir de una posición minoritaria dentro del cuadro político chileno. El paso de una posición minoritaria a una mayoritaria dependía entonces de los mismos cambios en las relaciones de propiedad que el Gobierno de Allende impulsaría, junto a la extensión de amplios beneficios económicos a las clases populares y medias. Nos parece que en ese contexto, y dadas las características de la estructura social chilena, era muy elevada, para no decir inevitable, la propensión a la explosión de ingresos y, por lo tanto, a la disrupción económica. ¿Cómo evitarla?<br /><br />A nuestro juicio, una de las alternativas más plausibles habría requerido por parte de la izquierda una evaluación inicial distinta en cuanto a las posibilidades de cambios que se abrían a fines de 1970, lo cual implicaba concepciones táctico-estratégicas y programáticas muy diferentes a las que prevalecieron. Hubiese sido necesario formar una coalición de fuerzas mucho más amplia, que ex­presara orgánica, política e ideológicamente a la mayoría nacional que en las elecciones presidenciales se había manifestado a favor de un proceso de profundos cambios en el sistema económico social. Forzosamente, dicha coalición hubiese tenido que in­corporar a importantes sectores que entonces respaldaron al candidato demócratacristiano.<br /><br />En ese esquema, el Gobierno habría contado, entre otras cosas, con mucho más solidez para moderar, y menos ne­cesidad de conceder, los fuertes reajustes de remuneraciones que fueron la "causa aritmética" más inmediata de la explosión de ingresos del primer año. Pero, sin duda, ello habría impli­cado también que el proceso de cambios tuviera una extensión, profundidad, ritmo, secuencia y estilo muy diferentes de los que la Unidad Popular anheló y trató de llevar a cabo.<br /></div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-81187209477205709702007-04-03T18:46:00.000-06:002007-04-03T19:02:32.819-06:00Visión de la Unidad Popular del tema económico<div align="justify"><span style="color:#006600;">El proyecto político de la Unidad Popular se instancia en una serie de supuestos relacionados con la economía, que demostraron ser inexactos. Este falló en la predicción inicial sepultó la viabilidad del programa político y social, que miraba a una lento tránsito hacia el socialismo, desde dentro de la institucionalidad democrática. ¿Cuáles fueron las razones de este error de cálculo que resultó lapidario? Para entrar bien en eso conviene leer las páginas que dedica <span style="color:#cc6600;">Patricio Meller</span>, en <em><span style="color:#993300;">Un Siglo de Economía Chilena</span></em>. Luego de pasar revista a la visión que tenían los técnicos del problema económico, tenemos que hacer una análisis muy cuidado de la manera cómo se comportaron las distintas variables cuando hubo que trasformar estas ideas en acciones concretas de política:</span></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"> </div><div align="justify"> </div><div align="justify"><br /><br /><strong>Diagnóstico de la Unidad Popular<br /></strong><br />De acuerdo a la Unidad Popular (UP), la economía chilena tenia hacia 1970 cuatro características fundamentales que debían ser corregidas: monopólico, (externamente) dependiente, oligárquica y capitalista.<br /><br />Los siguientes indicadores para la década de 1960 evidencian el grado de concentración de la economía: a) 248 firmas controlaban todos y cada uno de los sectores económicos, y el 17% de todas las empresas concentraban el 78% de todos los activos. b) En la industria, el 3% de las firmas controlaban mas del 50% del valor agregado y casi el 60% del capital, c) En la agricultura, el 2% de los predios poseían el 55% de la tierra. d) En la minería, tres compañías norteamericanas controlaban la producción de cobre de la Gran minería, que representaba el 60% de las exportaciones chilenas en 1970. e) En el comercio mayorista, 12 empresas -0,5% del total- daban cuenta del 14% de las ventas. f) En la banca, el banco estatal (Banco del Esta-do) controlaba casi el 50% de los depósitos y los créditos, y 3 bancos privados (de un total de 26) controlaban mas del 50% del remanente".<br /><br />Supuestamente, estos grandes monopolistas habían incrementado su participación y sus utilidades gracias a numerosas medidas especiales, como líneas de crédito preferenciales, subsidios, incentivos tributarios especiales, diferenciales de aranceles y acceso especial a las divisas. De acuerdo a un analista de la U.P., "el rol del Estado ha sido siempre favorecer al gran capital monopolista y sus intereses fundamentales".<br /><br />En cuanto a la dependencia externa de Chile, se señalaba que: a) La naturaleza monoexportadora del país, con el cobre representando mas del 75% de las exportaciones totales, implicaba que las fluctuaciaciones del precio en los mercados mundiales ejercían un gran impacto sobre la balanza de pagos chilena y sobre los ingresos del gobierno. b) Las remesas de utilidades por extranjeros representaban alrededor del 20% de las exportacio­nes. c) De las 100 firmas industriales mas grandes de fines de la década de 1960, 61 tenían participación extranjera.<br /><br />Según Vuskovic (1970), la significativa presencia de firmas extranjeras provocaba una alta dependencia externa porque la tecnología importada determinaba que los métodos de producción en Chile se copiaran del exterior, y porque Chile adquiría también los patrones de consumo de los países desarrollados ("electo de demostración"). Además, la burguesía chilena empezaba a adquirir un patrón de preferencias e intereses que se identificaban mas con el capital internacional que con los intere­ses nacionales.<br /><br />La característica oligárquica era fundamentada aludiendo a la situación de la distribución del ingreso en los años 60. Mientras el 10% más pobre de la población tenía una participación de 1,5% en el ingreso total, el 10% más rico abarcaba el 40,2%. La razón entre el ingreso de ambos grupos era de 1 a 27'.<br /><br />Dadas las características anteriores, y desde el punto de vis­ta de la UP, los frutos del desarrollo económico chileno se concentraban en una pequeña elite privilegiada. De acuerdo a Vuskovic, este proceso se perpetuaba de la siguiente forma: i) la distribución desigual del ingreso generaba un patrón de consumo de demanda determinado; el mercado estaba dominado por los bienes demandados por los grupos de alto ingreso. La consecuencia, las firmas producían fundamentalmente para satisfacer este tipo de demanda, ii) existía un sistema productivo dual, con un sector moderno de alta tecnología y otro sector atrasado. Solo el primero incorporaba el progreso tecnológico a la producción de bienes para los grupos de alto ingreso, en tanto que el sector atrasado permanecía estancado. La creciente participación de la inversión extranjera reforzaba esta estructura dual, y iii) debido al volumen total relativamente reducido de bienes demandados por los grupos de alto ingreso, v dado su amplio espectro de consumo, las firmas modernas operaban a una escala inadecuadamente baja, con un nivel reducido de eficiencia. En consecuencia, la estructura de la producción era ineficiente, ya que se producían principalmente bienes no esenciales. La pequeña escala de producción conducía a una mayor concentración, que reforzaba el sesgo inicial del patrón de distribución del ingreso.<br /><br />Se trataba de un círculo vicioso, en el que el patrón inicia de distribución desigual del ingreso generaba una estructura productiva altamente monopólico que acentuaba el sesgo existente en la distribución del ingreso. La economía se volvía mas y más orientada hacia la satisfacción de los patrones de consume de los grupos de ingreso alto, mientras los sectores productivos que generaban bienes esenciales o básicos para la mayoría permanecían estancados. Las desigualdades en el ingreso v la riqueza conducían a un alto grado de concentración del poder; de este modo, la interrelación entre el poder político v el económico reforzaba la estructura prevaleciente en el país. A fin de cambiar las condiciones económicas, se requería alterar sustancialmente la estructura de propiedad. Esto generaría un patrón diferente de demanda que estimularía la producción de los bienes básicos consumidos por la gran mayoría.. Así los recursos económicos no serían despilfarrados en la producción de bienes no esenciales.<br /><br /><strong>Las propuestas económicas de la Unidad Popular<br /></strong><br />El programa de la U.P. hacía una afirmación explicita de su naturaleza antiimperialista, antioligárquica y antimonopolica, que marcaba el tono de los profundos cambios estructurales que proponía realizar, los que irían en beneficio de los trabajadores en general (obreros y empleados), de los campesinos y pequeños empresarios, esto es, de la inmensa mayoría nacional. El gobierno de la U.P. iba a ser un experimento histórico en el que la transición al socialismo se daría a través de la estructura institucional existen-te. Para facilitar esta transición se requerían dos elementos: la estatización de los medios de producción y una mayor participación popular.<br /><br />Los objetivos políticos de la U.P. fueron formulados muy claramente. El propósito declarado era el establecimiento del re­gimen más democrático de la historia de Chile a través del traspaso del poder desde los grupos dominantes a los trabajadores. Para ello, los trabajadores chilenos tendrían que adquirir poder real, y usarlo efectivamente. El propósito de los cambios estructurales era "superar el capitalismo". Lo que estaba en juego era el reemplazo de la estructura económica imperante por la construcción del socialismo.<br /><br />Las reformas estructurales de la U.P. abarcaban un amplio rango: a) Nacionalización de los principales recursos del país (la Gran minería del Cobre, carbón, salitre, hierro y acero). b) Expansión del Área de Propiedad Social, a través de la estatización de las empresas industriales más grandes. c) Intensificación de la reforma agraria. d) estatización del sistema bancario. e) Control estatal de las principales firmas mayoristas y distribuidoras.<br /><br />En síntesis, las reformas estructurales se dirigían a depositar el control de los medios de producción en manos del Estado. Las ventajas y la racionalización de este objetivo estaban en que, si el Estado obtenía el control de los medios de producción, estaría en mejor posición para adoptar decisiones económicas que consideraran en forma preferente el bienestar de los trabajadores. Este control produciría un aumento del excedente económico controlado por el Estado. Con los recursos adicionales obtenidos, el Estado podría planificar y guiar el desarrollo económico en una dirección que favoreciera a la gran mayoría. De hecho, "el problema principal no es la eficiencia sino el poder, esto es, ¿quien controla la economía y para quien?" (...) "Lo que esta en juego es la propiedad de los medios de producción por una pequeña minoría; entonces, las cuestiones económicas reales son: quien tiene el poder de fijar los precios y por lo tanto las utilidades, y quien captura el excedente económico y decide como reinvertirlo" (...) "Centrar la discusión en la eficiencia elude discutir quien detenta realmente el poder económico y por que una pequeña minoría que posee los medios de producción es capaz de subyugar a la mayoría". En palabras del ministro de economía Pedro Vuskovic, poco después de que Allende asumiera la presidencia, "el control estatal esta proyectado para destruir la base económica del imperialismo y la clase dominante al poner fin a la propiedad privada de los medios de producción".<br />Una corriente de opinión dentro de la Unidad Popular sostenía que las políticas macroeconómicas de corto plazo eran complementarias y en apoyo de las reformas estructurales, demostrando así que "es posible realizar reformas estructurales profundas y, al mismo tiempo, alcanzar importantes resultados positivos en la redistribución del ingreso, el crecimiento, la inflación y el empleo". Esto, según se ha explicado, se debía a que aun las políticas macroeconómicas tradicionales llevan implícito un elemento de clase: "las políticas de corto plazo, por definición, son una herramienta para mantener el statu quo': no solo son la expresión de un cierto ambiente institucional, sino que también se orientan a su consolidación. En este sentido, las políticas macroeconómicas de la U.P. no pueden analizarse por separado: "esto seria un grave error analítico (...) ellas deben examinarse en el ambiente prevaleciente que proporcionara la racionalización de por que se hizo lo que se ha hecho".<br /><br />En una perspectiva diferente, se ha argumentado que el con­trol de la inflación era realmente un objetivo clave para la U.P., debido a razones políticas y económicas. A nivel político, la U.P. había anunciado durante la campana que derrotaría a la inflación, y criticaba a los gobiernos anteriores por su incapacidad para controlar este problema. Por otra parte, debido a la proximidad de las elecciones municipales (marzo de 1971), el gobier­no de la U.P. quería mostrar rápidamente un indicador de éxito.<br /><br />A nivel económico, dado que la redistribución del ingreso se llevaría a cabo mediante aumentos de los salaries nominales, era importante reducir la inflación para asegurar un incremento de los salaries reales.<br /><br />Un elemento clave de la política macroeconómica de la U.P. fue el alto nivel de capacidad no utilizada y desempleo de la economía chilena, así como de las reservas internacionales y los inventarios industriales. Los economistas de la U.P. no hicieron comentarios respecto de las limitantes relativas a los niveles de capacidad especifica sectorial, que pueden ser muy diferentes de las cifras globales, y a que la utilización de la capacidad disponible no utilizada es una holgura "por una sola vez". Una percepción mecanicista sugería implícitamente que las transformaciones estructurales ayudarían rápidamente a resolver los problemas macroeconómicos.<br /><br />La política antiinflacionario de la U.P. se basaba en los siguientes planteamientos: (a) La inflación es en realidad un fenómeno estructural. El control de precios, la eliminación del sistema de mini-ajustes cambiarios y la nueva estructura económica detendrían la inflación. (b) El control estatal de la mayor parte del aparato productivo y de comercialización sentaría las bases para terminar con la inflación. (c) Dados los controles de precios y los reajustes salariales, los salaries subirían mas que los precios, lo que llevaría a una reducción de la tasa de utilidad unitaria. Sin embargo, considerando la existencia de capacidad no utilizada, el aumento de la producción y de las ventas compensaría la declinación de las utilidades unitarias, manteniendo el nivel global de las ganancias.<br /><br />Según el ministro de Hacienda de la U.P., los efectos de las medidas anteriores implicarían que en muy breve plazo "los au­mentos de precios desaparecerán y en el futuro se recordara la inflación como una pesadilla de gobiernos anteriores, que eran los sirvientes del gran capital". El programa de la U.P. contenía una visión mas moderada, según la cual la inflación desaparecería debido a las medidas antimonopólicas y al apoyo de la mayoría de la población. </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-78735494238458816042007-04-03T18:22:00.000-06:002007-04-03T18:34:33.771-06:00Mensaje radial de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973<div align="justify"><a href="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/1600/Allende%20y%20Fidel.jpg"><img style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/200/Allende%20y%20Fidel.jpg" border="0" /></a><em>7:55 A.M. RADIO CORPORACIÓN</em><br /><br />Habla el Presidente de la República desde el Palacio de La Moneda. Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo que significa un levantamiento contra el gobierno, del gobierno legítimamente constituido, del gobierno que está amparado por la ley y la voluntad del ciudadano.<br /><br />En estas circunstancias, llamo a todos los trabajadores. Que ocupen sus puestos de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan la calma y serenidad. Hasta este momento en Santiago no se ha producido ningún movimiento extraordinario de tropas y, según me ha informado el jefe de la Guarnición, Santiago estaría acuartelado y normal.<br /><br />En todo caso yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo al gobierno que represento por voluntad del pueblo.<br /><br />Lo que deseo, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes y que eviten provocaciones. Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva , de los soldados de la patria, que han jurado defender el régimen establecido que es la expresión de la voluntad ciudadana, y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y le prestigia el profesionalismo de las Fuerzas Armadas. En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo y los trabajadores, fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en sus sitios de trabajo, escuchando el llamado que pueda hacerle y las instrucciones que les dé el compañero Presidente de la República.<br /><br /><br /><em>8:15 A.M. RADIO CORPORACIÓN</em><br /><br />Trabajadores de Chile: les habla el Presidente de la República. Las noticias que tenemos hasta estos instantes nos revelan la existencia de una insurrección de la Marina en la provincia de Valparaíso. He ordenado que las tropas del ejército se dirijan a Valparaíso para sofocar este intento golpista. Deben esperar la instrucciones que emanan de la Presidencia. Tengan la seguridad de que el Presidente permanecerá en el Palacio de La Moneda defendiendo el gobierno de los trabajadores. Tengan la certeza que haré respetar la voluntad del pueblo que me entregara el mando de la nación hasta el 4 de noviembre de 1976.<br /><br />Deben permanecer atentos en sus sitios de trabajo a la espera de mis informaciones. Las fuerzas leales respetando el juramento hecho a las autoridades, junto a los trabajadores organizados, aplastarán el golpe fascista que amenaza a la patria.<br /><br /><br /><em>8:45 A.M. RADIO CORPORACIÓN</em><br /><br />Compañeros que me escuchan: La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas.<br /><br />En esta hora aciaga quiero recordarles algunas de mis palabras dichas el año 1971, se las digo con calma, con absoluta tranquilidad, yo no tengo pasta de apóstol ni de mesías. No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada.<br /><br />Yo tenía contabilizada esta posibilidad, no la ofrezco ni la facilito.<br /><br />El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse.<br /><br />Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida.<br /><br /><br /><em>9:03 A.M. RADIO MAGALLANES</em><br /><br />En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato conciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.<br /><br />En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.<br /><br />Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra ... roto la doctrina de las Fuerzas Armadas.<br /><br />El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.<br /><br /><br /><em>9:10 A.M. RADIO MAGALLANES</em></div><div align="justify"><br />Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director general de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡No voy a renunciar!<br /><br />Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.<br /><br />Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.<br /><br />Me dirijo a ustedes, sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios clasistas que defendieron también las ventajas de una sociedad capitalista.<br /><br />Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder.<br />Estaban comprometidos. La historia los juzgará.<br /><br />Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la patria.<br /><br />El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.<br /><br />Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.<br /><br />¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!<br /><br />Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición. </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-65118661336393894672007-03-29T08:49:00.000-06:002007-03-29T09:38:12.174-06:00Lecturas para primera pruebaEstimados y estimadísimas, las lecturas de la primera prueba son:<br /><br />a) Alan Angell: "La izquierda en América Latina desde c. 1920", en Leslie Bethell, ed., <em>Historia de América Latina</em>, Barcelona, Crítica, 1997, vol. 12, pp.73-131. Este artículo hace un excelente repaso que pone muy en perspectiva los alcances de la experiencia de Allende.<br /><br /><div align="justify">b) Julio Pinto: "Hacer la revolución en Chile", en J. Pinto, <em>Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular</em> (Santiago, Lom, 1993, pp.9-33). En algo más de veinte páginas el autor examina las importantes divergencias que existían al interior de las fuerzas leales a la UP y va viendo como ellas minan por los pies ese proyecto, hasta hacerlo completamente inviable.<br /></div><div align="justify"><br />c) Alan Angell: "La Vía Chilena al Socialismo", en A. Angell, <em>Chile de Alessandri a Pinochet: en busca de la utopía</em> (Santiago, Andrés Bello, 1993, 61-90). Un segundo aporte de Angell, que destaca en forma apropiada los alcances del peculiar intento de la izquierda chilena de llegar a la revolución, por camino distinto al seguido por todos los 'socialismos reales' </div><br />d) Alain Rouquié y Stephen Suffern: "Los militares en la política latinoamericana desde 1930", en Leslie Bethell, ed., <em>Historia de América Latina</em>, Barcelona, Crítica, 1997, vol. 12, pp.73-131.<br /><br />e) Cristian Gazmuri: "<a href="http://www.uc.cl/historia/Publielec/documentos/gazmuri1.pdf">Una interpretación política de la experiencia autoritaria (1973-1990)</a>". Este artículo nos entrega una de las visiones más claras y correctas del régimen militar. El autor fue muy gentil con ustedes: puso todo eso en muy pocas páginas.Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-86332695021558642562007-03-27T18:24:00.000-06:002007-03-27T18:47:20.206-06:00Transición vista desde fuera<div align="justify">Cuesta mirarse el ombligo. La transición es un proceso inconcluso, en más de un aspecto, cuyos contornos resultan difíciles de discernir <em>desde dentro</em>. A nuestros visitantes les sale más fácil discernir las formas en que nosotros vivimos. Su lectura siempre es refrescante y vitalizadora. Ofrezco a los lectores de este <em>blog</em> el punto de vista de <a href="http://www.saap.org.ar/esp/docs-publicaciones/boletin/1998/pr-scully.pdf">Timoty Scully</a>, conocido estudioso de la historia política chilena. Agrego un botón colombiano: el ensayo de <a href="http://www.2csh.clio.pro.br/edgar%20velazquez%20rivera.pdf">Edgar Velazquez</a> que examina las visiones que existen sobre la transición.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-56876741915058996782007-03-12T13:23:00.000-06:002007-03-12T14:41:25.506-06:00Las protestas en los 80´s<strong>Un poco de “Sol y Lluvia” en la protesta de los 80’</strong><br /><br />Por <span style="color:#cc0000;">Macarena Sánchez</span><br /><br /><div align="justify"><br /><strong>Introducción</strong><br /><br />Ya han pasado varios años desde que la historiografía positivista y sus interpretaciones fragmentadas, respecto a la temática de estudio, ha quedado relegada para abrir paso a un amplio espectro del conocimiento cultural de determinados períodos. Es bajo esta premisa que el arte y la cultura comienzan a constituirse en focos de atención dentro de nuestra disciplina. El universo simbólico, desplegado a partir de la creatividad del individuo, es presentado como una de las ventanas más importantes para develar ciertos dispositivos claves dentro de procesos determinados.<br /><br />Los temores, sueños y aspiraciones de una colectividad encuentran su correlato y representación tangible en aquél ámbito no utilitario que constituye el arte. La música, en este sentido, ha sido durante varias décadas un elemento dual de denuncia social y goce estético. Ya a partir de la segunda mitad del siglo XX, y producto de un creciente sentimiento americanista, en Chile comienza a perfilarse una rama fundamental dentro de la historia social y política criolla, me refiero a la Nueva Canción Chilena. En ella se funden cosmovisiones básicas y fundantes de formar patria: el folclor, lo popular-proletario y lo identitario. Una de las representantes más contadas de esta línea y que se convertirá en uno de los íconos más influyentes desde los 70’ en adelante es Violeta Parra.<br /><br />Para muchos esta línea musical sirvió de sustento y propaganda ideológica para el “socialismo a la chilena” de Salvador Allende y la UP. Esto se debió, seguramente, a la carga de contenido social presente en la letra y la elección instrumental de estos grupos, muy vinculada a influencias indigenistas. Así con la llegada de los militares al gobierno en 1973 y las medidas represivas, la persecución a los artistas tildados como “marxistas” fue una de las misiones sistemáticas de instituciones como la DINA y otros organismos de represión. Muchos grupos como Illapu, Inti-Illimani, fueron exiliados o se autoexiliaron en virtud del acoso vivido en los primeros años después de la instauración del régimen marcial. </div><div align="justify"><br />Los grupos que logran sobrevivir a la primera gran oleada de homicidios y torturas sistemáticas del gobierno de Pinochet, comienzan desde el anonimato a rearmar su discurso artístico a partir de un nuevo referente, la resistencia, la denuncia, pero también el miedo y la clandestinidad. Es así como en la década de los 70’ se vive una suerte de enfrascamiento y complejización de la estructura y mensaje musical de los representantes o herederos de la Nueva Canción Chilena o Canto Nuevo. Así lo analiza Fabio Salas, presentando un amplio espectro de representantes cuya dificultad metafórica los situaba en un elevado circuito de composición, pero también los encuadraba dentro de un público selecto de instrucción superior-universitaria, que fuera capaz de develar los mensajes ocultos dentro la propuesta musical[1].</div><div align="justify"><br /> Esta fue, a grandes rasgos, la dinámica a seguir por muchos de los representantes de esta vertiente artística: Un fuerte elitismo creciente y un repliegue movilizador. Este fenómeno se entiende en virtud de las políticas sistemáticas de terror que utilizó el gobierno durante estos años y el fuerte control de los medios de comunicación que impedía la difusión masiva de los sobrevivientes artísticos. Con todo, esta antipatía y pasividad social no podía durar muchos años más. Las medidas económicas tomadas por el nuevo régimen, tendientes a “liberalizar” la economía tuvieron un alto costo social y ya para 1982 (año en que se desata la gran crisis económica) el hambre y la impotencia frente a las violaciones a los Derechos Humanos fue más grande que el temor a las represalias de la autoridad. Es así como en este período se inaugura una nueva etapa donde vemos una creciente efervescencia política y social; una comunidad más combativa y movilizada y una cultura concordante con estos procesos. Nuevos y antiguos grupos musicales comienzan a salir a las calles y participar de actos de protesta, tanto oficiales como clandestinos, siendo un sustento vital para la configuración de un ala opositora al régimen. En esta temática encontramos representantes y autores de una nueva estructura narrativa, con miras a un público más masivo y la búsqueda de movilizaciones populares más fuertes. Para algunos de estos el compromiso político superó el goce estético y constituyeron verdaderos voceros de pasquines subversivos.<br /><br /><br /><strong>Presentación</strong><br /><br />La década de los 80’, especialmente a partir de 1982, comienza a presentar los primeros grandes conflictos de legitimación interna del régimen militar. Las reformas neoliberales instauradas durante los años precedentes colapsaron para la citada fecha. La tasa de desempleo alcanzó al 22 por ciento y las remuneraciones cayeron en un 40. Entre 1982 y 1983 el Producto Interno Bruto (PIB) decreció en un 19 por ciento. Gran parte de la banca que la Junta Militar había privatizado, vendiéndola con descuentos exorbitantes de hasta casi el 50 por ciento de su valor contable, tuvo que ser nacionalizada de nuevo[2].<br /><br />Existía una creciente desconfianza en la economía chilena, producto, entre otras cosas, de una relación poco transparente entre la banca y el empresariado local; el creciente descontento social, producto de una concentración hipertrófica de los recursos en un porcentaje ínfimo de la población y el clima de inseguridad propio de un sistema de excepción. Estos hechos desincentivan la inversión extranjera, principal foco de acumulación de capitales del período. La fuga de divisas y la paralización en la inversión ocasionaron una fisura preocupante en distintas ramas del sistema financiero nacional.<br /><br />Frente a un escenario de concesiones altamente favorables para la inversión, producto de una desarticulada representación sindical, un marxismo decapitado y un nulo sistema de protección laboral, la concentración económica y el acceso a fuentes financieras foráneas se presentó como uno de los vehículos de fácil enriquecimiento industrial. La concentración fue producto de la primera ronda de privatizaciones, la cual permitió que cinco grupos económicos controlaran, en 1978, casi dos tercios del patrimonio total de las doscientas cincuenta mayores empresas privadas del país. “Estos conglomerados se alimentaban a través de una compleja trama de sociedades tapaderas, conocidas posteriormente con el nombre de ‘sociedades de papel’, que absorbían los recursos financieros de los bancos —que estaban en manos de los mismos conglomerados—, lo cual provocó un excesivo endeudamiento interno y externo”[3].<br /><br />La crisis se hizo sentir con fuerza y el trastorno bancario fue uno de sus primeras manifestaciones. “En enero de 1983, Pinochet disolvió el Banco Hipotecario y de Comercio (BHC), el Banco Unido de Fomento y la Financiera Ciga. Nacionalizó cinco bancos: el Banco de Chile, el Banco de Santiago, el Banco de Concepción, el Banco Internacional y el Colocadora Nacional de Valores. El BHC y el Banco de Chile eran los dos mayores bancos del país. Al disolver o intervenir la instituciones financieras (dieciséis en total), las empresas que formaban parte de los conglomerados también fueron intervenidas o comenzaron a colapsar. Las instituciones financieras y empresas intervenidas constituyeron lo que se llamó el ‘Área Rara’”[4].<br /><br />Esta situación creó una inestabilidad interna dentro del sistema impuesto por los militares. La efervescencia política comenzaba a darse una nueva cita en el escenario local. La represión podía ser legitimada, como se hace desde el revisionismo actual del período, a partir de un éxito económico; sin embargo, cuando el hambre, el desempleo y la indefensión se mezclan con el terror, no puede faltar mucho para que comiencen a brotar los primero focos sediciosos. La crisis económica de 1982 fue resuelta por Pinochet aplicando medidas que estimularon artificialmente la demanda, tales como la fijación de un salario mínimo y la puesta en marcha de un plan estatal para la creación de quinientos mil puestos de trabajo (para una población de trece millones de personas) a través de programas de contratación de mano de obra poco cualificada[5].<br /><br />En virtud de este escenario recién esbozado, la oposición gana fuerza. Este antagonismo no venía de los sectores tradicionalmente en materia política, si no que había logrado movilizar a grupos que habían despertado recientemente a lucha reivindicativa. Artistas (como el grupo de teatro Ictus), cantantes, periodistas, trabajadores, miembros eclesiásticos y la sociedad civil, en general (con un alto componente femenino) comienzan a organizarse y alzar la voz. Así uno de los hitos que podemos mencionar como fundantes de un proceso sistemático de oposición es “La primera Protesta Nacional, ocurrida el 11 de Mayo de 1983”[6].<br /><br />Ya a comienzos de 1978, ex miembros del Congreso - organizados desde 1974 en el "Círculo de Ex Parlamentarios" - y el Proyecto de Desarrollo Nacional (Proden), una amplia coalición política, comienzan una serie de reuniones nocturnas, sostenidas con extrema precaución, con el objeto de esbozar un plan para derrotar al régimen. En Marzo de 1983, se crea la Alianza Democrática, coalición política que fijo la salida de Pinochet como condición fundamental para lograr un acuerdo nacional. Al mismo tiempo, los sindicatos volvían a organizarse lentamente, en especial, en las minas cupríferas, base de la economía chilena.<br /><br />El peso chileno por su parte, se devaluaba drásticamente. Diversos sectores de la economía chilena, desde el gran empresario hasta los habitantes de las poblaciones de Santiago, estaban siendo afectados por el colapso económico. En el año 1983, esta situación obligó a los miembros de la Junta a sostener negociaciones con 40 bancos con el fin de detener el descalabro económico en que se encontraba el país. La calidad de vida baja a niveles abismantes y el pan y circo de los medios de comunicación chilena ya no podían distraer las conciencias populares frente a la desesperación de la pobreza. De este modo, distintitos movimientos opositores al régimen decidieron que había llegado el momento de poner en evidencia el descontento generalizado y de levantar las demandas sectoriales.<br /><br />La primera Protesta Nacional, convocada principalmente por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y apoyada por grupos de la oposición política, sorprendió al gobierno y a sus propios organizadores por su magnitud y diversidad. Para asegurarse de hacer una convocatoria lo más amplia posible, el llamado no hacía demandas específicas sino que solamente decía: "Ha llegado la hora de pararse y decir: Ya Basta"[7].<br /><br />La protesta fue tomando ribetes distintos cuando se verificó la diversidad de los grupos que se alzaban. El descontento pasaba más allá que el de un grupo de familiares de dirigentes o izquierdistas desaparecidos. Las dueñas de casa manifestándose a través de las cacerolas, no sólo en los sectores populares de las afueras de la ciudad, sino también en los barrios más acomodados de la clase media de Santiago; los alumnos universitarios y jóvenes de sectores medios y bajo hacían coro con consignas lapidarias respecto a la realidad nacional. El desorden era generalizado un constante ruido de bocinazos; barricadas ardientes, caravanas de autos y marchas locales fueron parte de la tónica de la jornada.<br /><br />Durante los años de dictadura, la recomposición del movimiento sindical, de las organizaciones comunitarias y sociales, de los partidos de izquierda, encontró nuevos caminos para recuperar los territorios sociales perdidos. Los jóvenes y las mujeres fueron actores centrales en estos procesos de resistencia antidictatorial. La resistencia en su desarrollo intentó articular las acciones armadas clandestinas de grupos de autodefensa y milicianos, y la recomposición del movimiento de masas, con la emergencia de las masivas movilizaciones y protestas, a través de toda la década de los 80. En estas manifestaciones, como se verá más adelante la cultura tuvo mucho que decir y se erigió como estandarte y vocero de las luchas populares durante estos años.<br /><br /><br />Las medidas tomadas para hacer frente a esta situación fueron de violencia y terror, concordantemente con el período anterior. Las políticas económicas antes descritas para revertir el hundimiento financiero fueron severas e impopulares y no hubiesen sido posible sin la fuerte represión de las armas. Ahora bien, el 14 de junio de 1975, el régimen militar creó la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, agencia de policía secreta, cuya existencia se hizo oficial a través del Decreto Ley No.521. Este organismo estaba encargado de llevar a cabo la labor represiva del régimen militar. En agosto de 1977, la DINA se disolvió y fue reemplazada por la Central Nacional de Información, CNI, para "recolectar información y resguardar la seguridad interna". La CNI, llevó a cabo su tarea hasta que la democracia en Chile fue restaurada. En febrero de 1990, la CNI dejó de existir legalmente[8].<br /><br />Paralelamente, durante el período del régimen militar, se crearon numerosos organismos destinados a proteger a los perseguidos, denunciar la violación de los derechos humanos y dar el seguimiento legal que permitiera esclarecer los abusos del régimen. La Iglesia Católica y los parientes de víctimas directas desempeñaron un rol importante al crear organismos y agrupaciones por la defensa de los derechos humanos, por ejemplo, el Comité para la Paz, la Vicaría de la Solidaridad, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, y la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos. Asimismo, se establecieron otras organizaciones que fomentaron los derechos humanos, tales como el Comité de Defensa por los Derechos del Pueblo, CODEPU, la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias cristianas, FASIC, y la Fundación de Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia, PIDEE[9].<br /><br />Durante este período, a pesar de la pesada represión que se desató en Chile, siempre existió una oposición al régimen, cuya lucha se adaptó a las condiciones que establecía la dictadura. Durante los años ochenta se inician acciones abiertas de oposición con grandes manifestaciones de protesta colectiva y nacional. En este circuito se movieron las bandas musicales identificadas con un discurso de izquierda. No contaban con el apoyo de sellos discográficos, ni con la difusión en los medios de comunicación; debían aprovechar los escasos espacios que se iban y que iban abriendo en la vida social, cultura y política de los 80’.<br /><br /><br /><strong>Sol y Lluvia: Un proyecto de difusión y compromiso político.</strong><br /><br />Al tenor de los acontecimientos antes descritos, podemos citar a un grupo que cuenta desde su formación con las principales características de una banda hija de un proceso inaugurado en este periodo. “Sol y Lluvia” como lo reconoce uno de sus fundadores y principales compositores, Amaro Labra, nace a partir de un proyecto netamente político. Antes de configurarse como grupo musical, en 1975, los hermanos Labra, habían incursionado en el negocio del diseño gráfico, instalándose con una imprenta en el centro de Santiago (en la calle Sierra Bella). Ella cumplía una doble tarea, por una parte generaba recursos para la familia y, por otra, servía de fachada para imprimir pasquines y panfletos con un alto contenido político con el fin de movilizar a la oposición y difundir los encuentros para organizar la resistencia frente al régimen[10].<br /><br />Estos son los años en que nace el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y que la Vicaría de la Solidaridad comienza a tomar un rol más activo en la denuncia de los atropellos a los Derechos Humanos. Son años en los cuales cuesta más acallar las voces de reclamo. Como ya se citó en párrafos precedentes poco falta para la Primera Gran Protesta, en la cual este grupo participó activamente.<br /><br />Pronto comenzaron a diversificar su labor de difusión y en virtud de su temprana vinculación con la música, decidieron llevar el discurso escrito a la realidad musical de Chile. Así nace Sol y Lluvia con su primera producción, “grabada en la casa de un amigo” el año 1978[11]. Si bien se sienten herederos de la vertiente de la Nueva Canción Chilena, por su compromiso popular y social, reconocen una dicotomía notable con ella. Sus letras no se enmarcan dentro de la complejidad retórica en la que habían caído muchos de los intérpretes más representativos de este movimiento.<br /><br />Su origen proletario y las ansias por realizar consignas más mediáticas y movilizadotas, los condujo a desarrollar una propuesta más bien híbrida donde la letra se caracteriza por una virulencia y liberalidad sin precedentes. Los acordes son simples, y si bien podemos reconocer en ellos recursos instrumentales del Folk, el rock, naciente en estos años, fue un claro sustento de su producción discográfica.<br /><br />Este grupo de jóvenes debieron lidiar con las circunstancias políticas del momento. Estuvieron detenidos, fueron acosados, perseguidos, mas la fuerza de su lucha no fue acallada. La razón de ello se debió seguramente a que no constituían un movimiento aislado dentro de la sociedad. Eran si la punta de un iceberg, una cabeza visible de una protesta que estaba cruzando a distintos sectores de la sociedad civil.<br /><br />Lentamente fueron encontrando adeptos y camaradas en su lucha por la difusión. Nos mencionan como sus principales circuitos de difusión las universidades, Juntas Vecinales, pero también parroquias en barrios periféricos. Siempre la cita se daba en torno a un lenguaje velado y a partir de motivaciones aparentemente no políticas como: “La Paz Mundial” o el día Solidario, etc.[12].<br /><br />Poco a poco los medios de difusión se fueron ampliando. Nos mencionan algunas radios que cumplieron, aunque de manera reservada, el rol de difusión de sus conciertos. “Si bien no podían tocar nuestras canciones, daban avisos rápidos de dónde y cuando se realizarían nuestros conciertos”. Algunas de éstas fueron Radio Cooperativa y el Umbral[13].<br /><br />Las vinculaciones con grupos milicianos como el FPMR los reconocen mas sólo como un apoyo dogmático. “Asistíamos y nos invitaban a Juntas, pero no participábamos directamente dentro del movimiento”. Ellos pertenecían a una izquierda más transversal, pese a que si debiéramos situarlos dentro del espectro de oposición política en virtud de sus letras, no nos quedaría otra que introducirlos como los “frentistas de la música” .<br /><br />La vigencia de este grupo se mantuvo hasta hace pocos años atrás y su término dice directa relación con sus inicios. Sol y Lluvia se separa al realizarse las elecciones de 1999. El motivo es la división entre ambos hermanos al tener que decidir si apoyaban a la Concertación y su representante Ricardo Lagos o, como siempre lo habían hecho, al Partido Comunista y Gladis Marín. Con todo, hay que hacer notar que la vigencia del discurso de este grupo había caído en un anacronismo decadente. “Adiós General”; “Chile no se rinde ante el dictador”, etc... ya no encontraban eco dentro de las nuevas inquietudes de la juventud actual y si a eso le sumamos la simplicidad de los acordes tenemos como resultado un grupo que extendía su existencia a partir de un prestigio ganado producto de su audacia frente al régimen dictatorial. Pero alguien debía hacerlo...la juventud y el arte debía tomar un compromiso...ellos lo hicieron, al igual que muchos de sus contemporáneos. Dieron su aporte para conseguir la anhelada democracia.<br /><br />En los albores de los ochenta el Gobierno Militar estaba inmerso en una crisis interna. La economía no funcionaba y el descontento popular era cada vez mayor. Si bien la represión era una vía que había demostrado la eficiencia, los excesos de Manuel Contreras (en la DINA), el desgaste del sistema, el hambre y descontento social debían imponer una postura del terror menos evidente. El asesinato del dirigente sindical, Tucapel Jiménez, en 1982, por parte de la recién inaugurada CNI, ya había causado una conmoción popular altamente nociva. El régimen marcial debía moverse con mayor cuidado en la represión lo que permitió que existieran algunos circuitos de difusión política-cultural a favor de la oposición, como lo fue Sol y Lluvia y su trabajo.<br /><br /><br /><br /><br /><strong>Notas</strong><br /></div><span style="font-size:85%;">1) SALAS, Fabio La primavera Terrestre: cartografía del rock chileno y la Nueva Canción chilena. Editorial Cuarto Propio, 2003. Página 180-187.<br /><br />2) SALAZAR, Manuel La Historia oculta del Régimen Militar. Editorial Grijalbo 2001. santiago de Chile.<br /><br />3) www.quepasa.cl/revista/2003/09/05/t-05.09.Q.P.NAC.HOMBRES.html<br /><br />4) IDEM<br /><br />5) Op- Cit SALAZAR, Manuel Página 307.<br /><br />6) www.derechoschile.com/derechos/dictadura_esp.html<br /><br />7) MANNS, Patricio Chile una dictadura permanente (1811-1999). Santiago de Chile. Editorial Sudamericana, 1999. Prefacio.<br /><br />8) www.geocities.com/CapitolHill/Congreso/7233/chile.html<br /><br />9) www.derechoschile.com/derechos/dictadura_esp.html<br /><br />10) entrevista a Amaro Labra: Fundador y compositor de Sol y Lluvia.<br /><br />11) IDEM<br /><br />12) IDEM<br /><br />13) IDEM<br /></span>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-69476391988384196532007-03-08T17:28:00.000-05:002007-03-12T07:03:53.698-06:00Hacer la historia del presente<div align="left"><a href="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/1600/Patria%20y%20Libertad.jpg"><img style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/320/Patria%20y%20Libertad.jpg" border="0" /></a><em><span style="color:#663366;">Por Ignacio Muñoz Delaunoy (profesor de Historia ultra Contemporánea)</span></em><br /><br /><br /><strong></strong></div><div align="left"><strong>Aplicar nuestros instrumentos de ánalisis a la ‘zona prohibida’ del historiador</strong> </div><div align="left"><br />Timoty Garnton Ash nos dice en el prólogo de su Historia del tiempo presente: “<em>...muchas personas –no sólo los historiadores profesionales, sino la mayoría de los árbitros de nuestra vida intelectual– opinan que es necesario que pase un mínimo período de tiempo y que se disponga de ciertos tipos establecidos de fuentes documentales para que se pueda considerar que una cosa escrita sobre ese pasado inmediato es historia</em>”. </div><div align="justify"><br />Tiene toda la razón. Hasta hace poquito lo más próximo al horizonte de uno era la llamada “historia contemporánea”, que abordaba todos los temas que hoy nos interesan, pero con la exigencia restrictora de que debía haber, entre el historiador y su tema, una distancia suficiente para se creara una “perspectiva”. </div><div align="justify"><br />Esta idea, comenta el autor, es bien estrambótica. Porque supone “<em>afirmar que la persona que no estuvo allí [encima de los hechos] sabe más que la que estuvo</em>” (Barcelona, Tusquets, 2000, p.12). En realidad la cosa es más complicada que lo que plantea Garton Ash. Los historiadores no pretenden que la apreciación de un observador que se encuentra a diez cuadras de un choque, tenga ventajas respecto de la que goza un testigo presencial o una víctima. Eso sería una tontería. Lo que afirman es otra cosa, acaso más grave: los miembros de nuestra comunidad profesional están convencidos de que uno puede entender <em>históricamente</em> sólo las cosas que están más alejadas. Dicho al revés, que no es posible dialogar, como historiador, con los hechos que están más a la mano (los que pasan alrededor nuestro).<br /><br />Eso no quiere decir, puntualmente, que los historiadores estén impedidos para formular puntos de vista sobre situaciones de su tiempo, tal cual hacen los periodistas o los cientistas políticos. Lo que se intenta representar con esta idea es que ellos no pueden tratar esos temas con el delantal del historiador encima. Lo harán a nombre propio, como cualquier persona adulta, bien informada. Nunca desde 'dentro'.<br /><br />Este curso no comulga con el planteamiento expuesto. Trata materias que están vivas: vivas porque están en pleno curso de desarrollo –vean por ejemplo lo que ha pasado, hace no mucho, con el funeral de Pinochet–, hechos animados por protagonistas que no son espectros remotos, sino seres vivos con los que quizás podamos cruzarnos, hechos que uno espontáneamente mira con recelo porque tratarlos obliga a dialogar con los expertos el presente (sociólogos, economistas, cientistas políticos, periodistas).<br /><br />E intenta iluminar estas materias contemporáneas con la óptica que ofrece la historia. No por capricho personal, sino por un conjunto de razones que son motivo de discusión para los cultores de una especialidad surgida hace poco, llamada “historia del tiempo reciente”.<br /><br />La historia del tiempo reciente es hija putativa de la historia contemporánea. Es ‘reciente’ porque se ocupa de de eventos que están a la vuelta de la esquina, pisándonos la cola. De hechos que no nos resultan extraños ni distantes, porque son parte de nuestra propia bitácora personal, en calidad de actores, testigos directos o espectadores indirectos. Quizás se trate de episodios tan próximos como para que todavía no hayan sido impresas las obras que aborden muchas de sus aristas, tan próximos como para que las fuentes informativas que necesita el relato estén requisadas al interés del investigador, debido al celo de algún funcionario u organismo que haya decidido ‘clasificar’ esa información.<br /><br />Se ocupa de procesos cuya conclusión desconocemos. Medio acabados, borrosos, pero no por eso menos históricos. Porque este enfoque novato no es infiel al espíritu del historiador. Mira los hechos con los mismos lentes que usan los investigadores para tratar fenómenos muy remotos, trata de hacerlos inteligibles poniendo en ejercicio las mismas estrategias de significación que son socorridas para traer luz sobre lo extraño. ¿Dónde nos topamos con economistas o periodistas? Estos especialistas construyen explicaciones ‘cortas’, que miran los momentos del presente como si estuvieran desconectados de raíces con el pasado (como si su única conexión real fuera con un contexto próximo, a veces referenciando a leyes de la conducta o de los mercados).<br /><br />Los historiadores, en cambio, se sienten cómodos solamente con las explicaciones largas: tratan los hechos como experiencias únicas, cuya significación logra ser revelada sólo cuando un relato logra hacer sentir al lector que ese eslabón es un momento más de los que informan un largo proceso de cambio. El tema tiene muchas ventanas. Lo importante es esto. Como nuestras explicaciones son genéticas, los especialistas sienten que no se puede hablar de las cosas de hoy sin hablar, a la vez, de todas las cosas que las antecedieron y las que vinieron a continuación, hasta llegar a un final (que lo aclara todo con sus luces regresivas). Sienten, por lo mismo, que la historia ultra contemporánea tiene un fallo de origen, ya que su asunto son datos aislados de una secuencia inconclusa, un chiste sin remate...<br /><br />La falta de perspectiva para penetrar los alcances de los procesos no es el único problema. Hay otro. Los historiadores creen que si cruzan la frontera prohibida que separa el pasado del presente, habrán renunciado, por ese mismo acto, a la posibilidad de dar un tratamiento templado a los hechos. El estatuto distinguido de que goza la profesión, como árbitro único de las verdades históricas, quedará menoscabado. </div><div align="justify"><br /><strong>El asunto de la objetividad</strong> </div><div align="justify"><br />Los historiadores suelen hablarnos con aire de ecuanimidad de cosas que han sucedido hace mucho tiempo. Juntan sus documentos, describen con todo pormenor los acontecimientos y luego intentan ayudarnos a comprender por qué esos hechos debieron suceder de esa manera y no de cualquiera otra.<br /><br />No les interesa hacer generalizaciones como las de los filósofos, los científicos o los sociólogos, para los cuales los hechos son simples ejemplos de las leyes. Los historiadores no se sujetan a teorías o métodos como lo hacen los científicos –teorías y métodos que garantizan que cada vez que se analice un caso de ciertas características tendremos que extraer las mismas consecuencias–. Lo que hacen es describir con máximo detalle instancias singulares y relacionarlas con su contexto (entendiendo 'contexto' como toda esa larga cadena de acontecimientos, presentes o muy pasados, que contribuyeron de algún modo a dar dirección a la tendencia).<br /><br />¿Cómo logran que la gente crea que son jueces neutrales, dispuestos a dejar que los hechos hablen de sí mismos? ¿como logran que la sociedad los acepte cómo los únicos especialistas calificados para decir cosas verdaderas del pasado?. Pensamos que las cosas que nos cuentan son ciertas porque sabemos que son personas estudiosas que nos hablan con mucha gravedad de ellas, como si no les importaran realmente. Creemos que son objetivos porque logran ser capaces de librarse de gustos, tendencias políticas, axiómas valóricos, permitiendo, con ello, que los hechos muestren sus valencias sin interferencia.<br /><br />Esa equidistancia, que nos hace considerar sus relatos como verídicos o razonables, desaparece cuando el tema de sus relatos son sucesos muy recientes. Por eso no nos gusta nada la historia del tiempo reciente. Preferimos dejársela a los periodistas. </div><div align="justify"><br />No importa cuan prolijo sea el investigador en el análisis de los datos, cuan correcto sea en la aplicación de sus métodos, ni qué tan concienzudo sea en la exposición de sus resultados: siempre vamos a sospechar que se trae algo entre manos, cuando aborda materias contingentes. ¿Quién fue Allende?, ¿un héroe que entregó su vida por la causa del pueblo? ¿una víctima del capitalismo y el imperialismo?, ¿un precursor de la social democracia en el mundo?, ¿la cabeza de un proyecto político desastroso del cual los chilenos pudimos librarnos a tiempo gracias a la valentía y determinación de las fuerzas armadas? ¿un pésimo gobernante que se dejó desbordar por la izquierda extrema?. </div><div align="justify"><br />Estamos convencidos de que si escribimos de cosas que no están muertas para nuestros intereses actuales, no podremos podremos ser objetivos. Donde hay interés, donde hay dolor, donde hay ansiedad se acaba la historia: ese es el reinado del experto en el tiempo corto.<br /><br />Este desprendimiento es un error. No hay razones para que nos hurtemos a todo lo que nos importa, como ciudadanos o como personas. No hay razones para nos quedemos al margen del debate que se ventila en los medios, en la industria cultural, en la política. </div><div align="justify"></div><div align="justify">¿Cómo podemos suponer que es preferible documentar nuestros relatos con los reportes de testigos de testigos muy distantes, por sobre los que nos ofrecen testigos presenciales, que estuvieron en medio de los hechos, o nosotros mismos, en tanto protagonistas de nuestro presente? ¿cómo podemos suponer que uno es mejor juez de las cosas que no le interesan, por encima de aquellas que interpelan nuestras emociones y valores éticos más profundos?.<br /><br />La historia reciente es muy riesgosa, porque duele mucho, porque hay más perturbaciones de factores emocionales cuando uno describe y explica cosas que ha vivido, porque falta perspectiva para evaluar ciertos fenómenos, cuya importancia solo se puede aclarar regresivamente, pero, y esto es lo importante, no plantea problemas epistemológicos distintos a los de cualquier historia, incluida la que se ocupa de temas muy alejados de nuestro presente.<br /><br />Los desarrollos recientes de la teoría nos han persuadido de que uno es tan tendencioso cuando escribe sobre la legislación laboral del siglo XVI, sobre las rutas comerciales del siglo XIX, como lo es cuando escribe sobre Allende o Pinochet. Todavía más. Desde las premisas del marco teórico en que yo me muevo, junto con todos los teóricos postmodernos de la historia, lo que cabe decir sobre la historia del tiempo presente es que esta no existe: “toda historia es historia del tiempo presente, en un grado importante”. No sólo por los motivos apuntados por Croce, queriendo implicar que la motivación para escribir y leer historia es encontrar respuestas para los problemas de nuestro presente, mucho más que traer luz sobre aspectos del pasado mismo. También por esas razones mucho más densas e interesantes apuntadas por Gadamer en su <em>Verdad y método</em>: los prejuicios, las preconcepciones, los axiomas, todo aquello que nos ata a la tradición, no sólo no constituye, como se cree, un obstáculo que limita el logro del conocimiento; nuestras visiones, intereses, predisposiciones, nos aportan el único factor de posibilidad real para entablar un diálogo directo con los textos (para <em>familiarizar</em> el pasado, extrayendo de él una parte de su carga de sentido original).<br /><br />Debido a esto es que los historiadores ya no queremos dejar la historia de las cosas más actuales a los periodistas. Pero esta determinación no está exenta de riesgos. Los historiadores que estudian hechos muy antiguos no cuentan sino con unos pocos documentos mál conservados. Los historiadores del tiempo reciente enfrentan el problema contrario: ellos tienen a su disposición una gama muy amplia de documentos, entre los que se incluyen los clásicos textos, pero también registros sonoros, visuales, a los que hay que sumar también información más intangible, como la contenida en los mail, para la cual no existe ningún protocolo técnico de uso, ninguna norma de citación. Aquí la escases se vuelve abundancia. Hay más de todo, desbordando las capacidades individuales de cualquier inteligencia.<br /><br />Esos no son los únicos problemas que se plantean a quienes intentan escribir la historia de los hechos recientes. Está el problema de los silencios forzados de muchas fuentes, que están fuera de circulación, ya porque los productores quieran mantenerla clasificada durante algún tiempo, ya porque no se haya hecho todavía un esfuerzo clasificatorio mínimo que permita su uso. También el problema de tener que hacer sentido de procesos cuyas consecuencias finales no conocemos, porque están en pleno desarrollo. Hay dificultades para regalar. Piensa en las que se te ocurran y conversemoslas en clase. </div><div align="justify"></div><div align="justify"><br /><span style="color:#ff0000;"><em>Una ampliación de esta discusión </em></span><a href="http://ignaciomunozdelaunoy.blogspot.com/2005/10/la-lgica-de-los-avestruces-y-el-tiempo.html"><em>en la siguiente nota</em></a><em>.</em></div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-76056929360146224082007-02-27T13:25:00.000-05:002007-02-27T13:27:52.535-05:00Entrevista a Pinochet sobre el golpe<div align="justify">Pinochet ofrece a un periodista extranjero su versión sobre los sucesos ocurridos el 11 de septiembre:</div><div align="justify"> </div><br /><br /><object width="425" height="350"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/Z4Km9ueHMJ8"></param><param name="wmode" value="transparent"></param><embed src="http://www.youtube.com/v/Z4Km9ueHMJ8" type="application/x-shockwave-flash" wmode="transparent" width="425" height="350"></embed></object>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-53457552572412799992007-02-01T15:19:00.000-05:002007-02-05T14:19:38.160-05:00El desafío neoliberal<div align="justify"><span style="color:#333333;"><em>Mario Vargas Llosa explica en uno de los ensayos más polémicos de su El fin del tercermundismo en Améica Latina (1992) las razones por las cuáles cree urgente llevar a latinoamérica por un sendero contrario al de Fidel Castro y Chávez. Uno de los módelos que sirve de inspiración a esta propuesta que quedó trunca, es el Chile de Pinochet (y la Concertación).</em></span></div><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em></em></span></div><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em></em></span></div><div align="justify"><br /><span style="color:#333333;"><em>El tema es este. El liberalismo es una corriente de pensamiento que toma forma y cuerpo en el mundo desarrollado. Allí se despliega con gracia, bendecido por el éxito histórico, transformado en el marco que preside el comportamiento individual, tanto como el colectivo. Pero ¿qué puede significar este concepto cuándo hay que verlo encarnado en el terreno inhóspito del tercer mundo? ¿puede prender en estos barrios una auténtica revolución neo-liberal? </em></span></div><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em></em></span></div><div align="justify"><br /><span style="color:#333333;"><em>Leamos y discutamos:</em></span></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#cc0000;"></div><hr /><br /><p align="justify"><br />I<br /></span></strong><br /></span><span style="font-size:100%;"><span style="color:#000000;">De México a Ecuador la palabrota pendejo quiere decir tonto. Misteriosamente, al cruzar la frontera peruana se vuelve su opuesto. En el Perú el pendejo es el viva, el inescrupuloso audaz. En Colombia, en Venezuela, al cacaseno de provincias recién llegado a la capital, al que le venden el metro o el palacio de gobierno, llaman lo que en el Perú al ministro manolarga que se llena los bolsillos robando y no le ocurre nada. En Centroamérica, una pendejada es una despreciable estupidez en el Perú, una deshonestidad que tiene éxito.<br /><br />La forma en que esa palabreja, originalmente empleada para designar el secreto velillo del pubis, se antropomorfizó y pasó a designar al bípedo completo no es algo que me quite el sueño. Pero sí me intriga sobre manera-no: me llena de pavor-esa misteriosa razón por la que en mi país los tontos de otras partes resultan los vivos y los vivos foráneos, los tontos. Pues la contrapartida de aquella metamorfosis es la que experimenta la palabra cojudo, apócope o reducción de cojonudo, que en tantas partes de España e Hispanoamérica sirve para designar-con grosería-a la persona o cosa formidable y excelente y, en el Perú, en cambio, al imbécil. Esas mudanzas semánticas no son gratuitas, desde luego. Detrás y debajo de ellas, provocándolas y apuntalándolas, hay una idiosincrasia y una moral, y, para decirlo con pedantería, una Weltanschauung. Podemos hablar de inversión de valores, craso maquiavelismo o de un pervertido que asfixia toda consideración, principio altruista o solidario y promueve en la vida social un darwinismo nietzscheano: el culto al superhombre que sabe salirse con la suya aplastando a los demás y el desprecio al bueno o ingenuo que, por respetuoso de la norma, está condenado a fracasar en lo que emprende.<br /><br />Entre 1945 y 1948 gobernó el Perú un destacado jurista: el doctor José Luis Bustamante y Rivero. Escribía él mismo sus discursos en un castellano castizo y elegante, era de una honradez escrupulosa y tenía la manía del respeto a la Constitución y a las leyes, a las que citaba, vez que abría la boca, para explicar lo que hacía o se debía hacer. La oposición lo bautizó: el cojurídico. Es decir, un idiota que cree que las leyes tienen importancia, que se han hecho para ser cumplidas. El infame apodo prendió rápidamente en el pueblo.<br /><br />Durante la campaña electoral para la presidencia, en 1990, una agencia especializada en encuestas de opinión, me permitió asistir (del otro lade de un falso espejo) a una sesión en la que una señora diestra en estos menesteres auscultaba la opinión de quince ciudadanos limeños sobre un candidato al que, en esos mismos momentos, se acusaba de tráficos con propiedades inmuebles. Sin una sola excepción, todos afirmaron que votarían por él. Y uno de ellos sintetizó el por qué con una frase exultante de admiración: "¡Es un gran pendejo, pues!".<br /><br />Desde entonces he sentido la tentación de escribir, con el título de Diálogo del pendejo y el cojudo, una suerte de apólogo, a la manera de ésos que escribían los filósofos del siglo de las luces, sosteniendo que las miserias de mi país no cesarán, y más bien seguirán aumentando, hasta que los peruanos recompongamos nuestra tabla de valores semánticos y dejemos de llamar vino al pan y pan al vino. O, dicho sin alegorías, degrademos al último lugar de la escala de tipos humanos a ese admirado pendejo que hoy la preside y ascendamos de un solo envión, al primer lugar, al ridiculizatlo cajudo. Porque no son los pícaros audaces y simpatiquísimos que actúan como si estuvieran más allá del bien y del mal los que labran la grandeza de las naciones, sino esos aburridos personajes que conocen sus límites, diferencian lo que se debe y puede hacer de lo que no y son tan poco imaginativos que viven siempre dentro de la ley.<br /><br />Lo que ocurre con las palabras, pasa también con las instituciones y, eso, no sólo en el Perú: es, por desgracia, un mal latinoamericano. En nuestros países, las ideas, las creencias, los sistemas que importamos a menudo experimentan mágicas sustituciones de sentido y de médula, aunque su apariencia prosiga incólume. Se siguen llamando lo mismo pero, en realidad, se han vuelto antípodas de lo que dicen ser. El fenómeno es tan extendido y de consecuencias tan nefastas para la vida política, económica y cultural de América Latina, que sin exageración puede decirse que nuestro fracaso como naciones-nuestra pobreza y atraso en relación con América del Norte, Europa y, ahora, con buen número de países del Asia-se debe a esa terrible propensión nuestra a desnaturalizar lo que decimos y hacemos, empleando mal las palabras, corrompiendo las ideas y suplantando los contenidos de aquellas instituciones que regulan nuestra vida social, unas veces de manera sutil y otras abrupta y soez.<br /><br />Nos emancipamos de España para ser libres pero nuestra ineptitud para gobernarnos con algo de sentido común-para "aprender del error" según la fórmula de sir Karl Popper-y hacer las cosas de manera razonable, nos empobreció tanto que nuestra adquirida libertad se volvió caricatura, una forma más sutil de servidumbre que nuestra antigua condición colonial. La libertad con pobreza (o, peor, con miseria) es tal vez posible en el caso de ciertos individuos fuera de lo común, personalidades ejemplares a quienes el desasimiento de lo material, la vida ascética, da una gran fortaleza espiritual; pero, en el caso de una nación, la soberanía es un mito, una fórmula retórica desmentida brutalmente cada vez que sus intereses entran en colisión con los de las naciones poderosas. Como, luego de alcanzar la independencia, fuimos incapaces de darnos gobiernos estables y democráticos, y nos dividimos y desangramos en luchas de facciones, nos quedamos pobres, y eso nos hizo vulnerables, víctimas de invasiones, ocupaciones y despojos por eso perdimos muchas veces en la práctica esa libertad de la que se jactaban nuestros gobernantes y nuestras constituciones. Aunque no nos guste que así sea-y a mí no me gusta, desde luego-, lo cierto es que un país pobre y atrasado es falazmente libre. Pues en términos nacionales una cierta prosperidad y poderío son requisito indispensable de la libertad.<br /><br />En tanto que nuestro vecino del norte, luego de su independencia, se dio una Constitución-sencilla y breve-que hasta ahora le sirve para organizar el funcionamiento democrático de esa vasta sociedad que son los Estados Unidos, la proliferación de cartas magnas, leyes fundamentales o constituciones en los países latinoamericanos sólo puede parangonarse con la hinchazón palabrera de esos mismos textos, cada uno de los cuales, por lo general, aventaja y enaniza al precedente en el número de capiitulos y disposiciones. El pecado mortal de todos ellos es que nunca tuvieron mucho que ver con la realidad que los produjo; eran ficciones que no decían su nombre, así como muchas obras latinoamericanas del periodo indigenista y costumbrista que se llamaban novelas eran, en verdad, documentales sociológicos, compilaciones étnicas, arengas políticas o catastros geográficos sin mayor parentesco con la literatura.<br /><br />Enfrascarse en esas constituciones que, en la historia de Hispanoamérica, se suceden como las bengalas de un fuego de artificio, es pasear por la irrealidad, entrar en contacto con un curioso híbrido: lo imaginario-forense, lo poético­legal. Su abundosa logomaquia prescribe-describe-repúblicas ejemplares, poderes independientes que se fiscalizan uno al otro, voluntades ciudadanas que se manifiestan a través del voto, comicios pulquérrimos, libertades garantizadas, tribunales probos y asequibles a todo el que sienta sus derechos vulnerados, propiedad privada inalienable, fuerzas armadas sometidas al poder civil, educación universal y gratuita, etcétera. Por lo común, nada de lo que aquellas cartas fundamentales disponían llegó a encarnarse en esos países reales que, a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, vivieron convulsionados por guerras civiles, motines, golpes de Estado, elecciones amañadas, el caciquismo y la dictadura militar.<br /><br />De manera poco menos que axiomática, fueron los tiranos más sangrientos los que hicieron promulgar las constituciones más civiles y liberales, y los regímenes más discriminatorios los de cartas magnas más igualitaristas. El desprecio por el contenido genuino de las palabras y las ideas, esa olímpica desvergüenza para divorciar lo que se dice de lo que se hace, son constantes latinoamericanas que han practicado por igual conservadores y progresistas. Y ello es evidente, sobre todo, en esas constituciones puntillosas y libérrimas que nunca fueron aplicadas; que no fueron concebidas para ser aplicadas, sino para estar allí, como bellos adornos y coartadas formales de los dueños del poder. Su parecido es grande con esos discursos de los dictadores, de cualquier signo, que, de Somoza a Fidel Castro, han chisporroteado siempre con ruidos que sonaban asi: "justicia" y "libertad".<br /><br />Esa aptitud para desalmar a las palabras, desasociandolas de los actos y las cosas, desastrosa en la vida social y política, pues de ella resulta la confusión y la anarquía, tiene en cambio muy provechosas consecuencias en la literatura. Esa alquimia irresponsable en el uso del lenguaje se convierte, por ejemplo, en manos de un poeta como Vallejo, a la hora de Trilce, en suprema libertad, en audaz rebeldía contra el acartonamiento de las imágenes y las rutinas verbales de su tiempo, y, en el Neruda de Residencia en la tierra, en una profunda exploración de la subjetividad y el instinto, en una representación alucinante del deseo humano, dominio donde la incoherencia y los contrasentidos son legítimos. Y en un Nicanor Parra, que ha hecho del disparate semántico y gramatical una forma de genialidad artística, en un refinado método de creación poética. Un artista puede permitirse todas las suplantaciones que se le antojen a la hora de crear: ellas quedarán justificadas o invalidadas por el grado de consistencia y originalidad que alcance lo que crea. (El poeta simbolista peruano Jose María Eguren encontraba que la palabra "nariz" era horrible y la reemplazaba en sus poemas con "nez". Escribía también barbaridades como "tristura" 0 "celestía" que, fuera de sus poemas, hacen chirriar los dientes; dentro de ellos, en cambio, suenan bien).<br /><br />Pero en el discurso político la falta de propiedad es un signo inequívoco de incivilización. El "babelismo" que practicamos al elaborar nuestros idearios, explicar nuestras convicciones, intenciones y metas cívicas, dictar las leyes, justificar nuestras conductas y definir nuestras instituciones, hace que nuestra vida político y social-por lo menos la oficial-tenga mucho que ver con la ilusión y poco con la realidad. Esta cesura es peligrosísima, por dos razones. La primera, porque en una sociedad democrática, toda acción de reforma económica o institucional requiere apoyo popular, y este apoyo, para ser sólido y bien fundado, exige una comprensión cabal de aquello que está en juego, de la naturaleza y sentido de lo que se va a reformar y de la manera en que la reforma va a ser hecha. Si las palabras no expresan nítidamente lo que deben expresar, si no se funden y desaparecen hasta ser una misma realidad con la cosa o el acto que nombran o califican, si se las usa de manera ambigua o, peor aún, mentirosa, para pasar de contrabando algo diferente a lo que son y representan, un principio básico de la cultura democrática queda vulnerado: el famoso "contrato social" se vuelve "estafa social". Y cuando el pueblo descubre que se le ha dado gato por liebre, que-engañado por el espejismo de las palabras-apoyó algo opuesto a lo que se le dijo que apoyaba-o rechazó algo distinto a lo que creyó que rechazaba-simplemente retira aquel respaldo y lo moda en rechazo frontal. Y en democracia no hay política que tenga éxito con la hostilidad activa de la población.<br /><br />La segunda razón es que ella evalúa el lenguaje político hasta restarle total credibilidad a la política misma y, por supuesto, a los políticos. Aquella aparece, más y más, como una representación teatral en la que lo que se dice y hace es una suerte de coreografía desconectada de la verdad y de la experiencia-los problemas que se viven, los sufrimientos que se padecen, las necesidades que claman por una solución-, en la que unos personajes más o menos locuaces e insinceros se ejercitan en el arte de embaucar a las gentes, diciendo cosas que no hacen y haciendo cosas que no dicen.<br /><br />Que aquello ocurra con las dictaduras no tiene nada de sorprendente. El arte de mentir les es constitutivo, sobre todo en América Latina, donde, con la excepción tal vez de las dictaduras de Castro y de Pinochet -inspiradas en una concepción ideológica no democrática reivindicada como fuente de legitimidad-, todos los tiranuelos y dictadorzuelos que hemos padecido, no basaban su poder en creencia, filosofía o idea alguna, sólo en el apetito crudo de llegar al poder y perpetuarse en él para aprovecharlo hasta el hartazgo. Es natural que en las bocas de estos hombres fuertes-generalísimos, padres de la patria, benefactores, caudillos, etcétera-y en el de los letrados, polígrafos, leguleyos y rábulas a su servicio, el vocabulario político se prostituyera sin remedio y palabras como "legalidad", "libertad", "democracia", "derecho", "orden", "equidad", "igualdad", adoptaran, desde la perspectiva del hombre común, las mismas jibes, bubas, excrecencias monstruosas y grotescas que adoptan las caras y cuerpos de las personas en esas casetas de espejos deformantes de los parques de atracciones.<br /><br />Pero lo grave es que en nuestros periodos democráticos, cuando la vida política de nuestras naciones transcurría bajo gobiernos nacidos de elecciones, ocurría también a menudo la misma desnaturalización del discurso por obra de los políticos (entendida esta expresión en su sentido más ancho: los que hacen política y los que hablan y escriben sobre alla). Esta es una poderosa tradición que gravita con mucha fuerza sobre nuestras sociedades y, por eso, no es fácil sacudirse de alla. Pero si no hacemos un esfuerzo titánico para conseguirlo y purgamos nuestro lenguaje de las infinitas impurezas, equívocos, paralogismos, contradicciones, mitos y trampas que lo tienen estragado, y no le devolvemos la propiedad semántica que nos permita entendernos sobre lo que queremos y hacemos, y averiguar lo que realmente nos acerca o nos distancia, corremos el riesgo ahora que tantas cosas parecen haber cambiado para bien en América Latina-han caído las dictaduras militares y, con excepción de Cuba, todos nuestros gobiernos son civiles y representativos y, lo más importante, hay un consenso en nuestros pueblos en favor del sistema democrático-, de fracasar una vez más y de que el ideal de ser países modernos quede remitido de nuevo a las calendas griegas.</span><br /><br /><br /></span><strong><span style="color:#cc0000;"><span style="font-size:130%;">II<br /></span></strong><br /><span style="font-size:100%;color:#000000;">La palabra de moda en América Latina es, hoy día, liberal. Se la oye por todas partes, aplicada a los políticos y a las políticas más disimiles. Pasa con ella lo que, en los sesenta y setenta, con las palabras socialista y social, a las que todos los políticos y los intelectuales se arrimaban a como diera lugar, pues, lejos de ellas, se sentían condenados a la orfandad popular y a la condición de dinosaurios ideológicos. El resultado de aquello fue, naturalmente, que como todos, o casi todos, eran socialistas o, por lo menos, sociales-social demócratas, social cristianos, social progresistas-, aquellas palabras se cargaron de imprecisión conceptual. Representaban tal mescolanza de ideas, actitudes, propuestas y conductas -muchas veces antagónicas-que al final dejaron de tener una significación intelectual precisa y se volvieron estereotipos emocionales que adornaban las solapas oportunistas de gentes y partidos empeñados en "no perder el tren de la historia" (según la metáfora ferrocarrilera de Trotski).<br /><br />Hoy se llama liberal a la política de Collor de Mello, que puso a la economía brasileña más trabas que púas tiene un puercoespín, y a la de Salinas de Gortari, que ha destrabado la de México, si, pero preside un régimen seudodemocrático en el que el partido gobernante ha perfeccionado a tal extremo sus técnicas para perpetuarse en el poder que, por lo visto, ya ni siquiera necesita amañar las elecciones para ganarlas. Si creemos a los medios de comunicación, son liberales los gobiernos de Menem en la Argentina y de Paz Zamora en Bolivia, el de Carlos Andrés Pérez en Venezuela y el de Fujimori en Perú, el de Cristiani en El Salvador y el de Violeta Chamorro en Nicaragua, y así sucesivarnente. Todos somos liberates, pues. Lo que equivale a decir: nadie es liberal.<br /><br />Para algunos liberal y liberalismo, tienen una exclusiva connotación económica y se asocian a la idea del mercado y la competencia. Para otros, es una manera educada de decir conservador, e, incluso, troglodita. Muchos no tienen la menor sospecha de lo que se trata, pero comprenden, eso sí, que son palabras de fogosa actualidad política, que hay por lo tanto que emplear (exactamente como en los cincuenta había que hablar del "compromiso", en los sesenta de "alienación", en los setenta de "estructura" y en los ochenta de "perestroika").<br /><br />Por lo demás, no sólo en América Latina tiene la palabra liberal sentidos múltiples. El confusionismo que ella provoca es, también, monumental en inglés. En Estados Unidos si se dice de alguien que es un liberal no se piensa en Adam Smith o en John Stuart Mill sino en Noam Chomsky, es decir, en un progresista e, incluso, en un socialista que cree en políticas redistribucionistas, en una cierta "planificación" de la economía por parte del Estado para corregir las excesivas desigualdades y que, como los marxistas, desprecia la "democracia formal".<br /><br />Pero, al mismo tiempo, se llaman liberales, en la acepción clásica del término, pensadores como el filósofo Robert Nozick, el economista Milton Friedman y el propio Friedrich Hayek, a quienes, desde cierta perspectiva, convendría perfectamente el apelativo de conservadores (Hayek ha escrito, a este respecto, un iluminador ensayo sobre lo que acerca y separa a ambos términos: "Why I am not a conservative"). En inglés, pues, si uno quiere ser entendido cada vez que emplea los vocablos liberal y liberalismo conviene que los acompañe de un predicado especificando en qué sentido los usa, qué pretende decir al decirlos.<br /><br />En América Latina ello es aún más necesario si queremos salir al fin del embrollo político­lingüístico en el que hemos vivido sumergidos gran parte de nuestra vida independiente. Y conviene que lo intentemos porque es cierto-aunque ello suene a una de esas frases hechas de que está trufada la vida política-que América Latina vive un momento crucial, en el que se abre ante ella, una vez más la posibilidad de enmendar el rumbo torcido que ha sido el suyo, y convertirse en un continente de países que prosperan porque han hecho suya la cultura de la libertad. Esto es ahora menus imposible que hace unos años, porque la democracia política-el rechazo a las dictaduras militares y al utopismo revolucionario-ha echado raíces en amplios sectores sociales, que ven en los regímenes civiles, la libertad de prensa y las elecciones, la mejor defensa contra los abusos a los derechos humanos-la censura, las desapariciones, el revolucionario o el de Estado, la simple prepotencia de quienes mandan-y la mejor esperanza de bienestar. Pero la democracia política no garantiza la prosperidad, el desarrollo. Por el contrario, en algunos casos, si, como ocurre aún en la mayoría de los países latinoamericanos, coexiste con regímenes de economía semiestatizada, intervenida por toda clase de controles, donde proliferan el rentismo, Las prácticas monopólicas y el nacionalismo económico-esa versión mercantilista del capitalismo que es la única que han conocido nuestros pueblos-ella puede significar más pobreza, discriminación y atraso de los que generalmente trajeron las dictaduras. En mi opinión, y en la de, creo, un número creciente de latinoamericanos, para que, además de la libertad política que ya tenemos, nuestras flamantes democracias nos traigan también justicia y progreso, oportunidades para todos y gran movilidad social, necesitamos una reforma que reconstruya desde sus cimientos nuestras instituciones, nuestras ideas y nuestras costumbres políticas. Una reforma no socialista, ni social demócrata, ni social cristiana, sino liberal. Y la primera condición para que ello sea realidad es tener muy claro qué diferencia o aproxima a ésta de aquellas opciones y a qué actitudes, ideas y políticas específicas nos referimos cuando decimos liberalismo o liberal.</span><br /><br /><br /></span><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#cc0000;">III<br /></span></strong><br /></span><span style="font-size:100%;"><span style="color:#000000;">Las primeras lecciones de liberalismo yo las recibí cuando era un niño de pantalón corto, de mi abuelita Carmen y mi tía abuela Elvira, con quienes pasé mi infancia, en Cochabamba, Bolivia. Cuando ellas decían de alguien que era un "liberal", o "demasiado liberal", no lo decían como un elogio. Más bien, con un retintin de alarma y admonición. Querían decir con ello que esa persona era demasiado flexible en cuestiones de religión y de moral, alguien que, por ejemplo, encontraba lo más normal del mundo divorciarse y recasarse, no ir a misa los domingos, leer las novelas de Vargas Vila o el Caballero Azul, y hasta declararse librepensador. La suya era una versión no del todo inexacta, pero sí muy restringida, latinoamericana y decimonónica de lo que es un liberal. Porque los liberales del siglo XIX, en América Latina, fueron casi siempre individuos, partidos o movimientos que se enfrentaron a los llamados conservadores en nombre del laicismo. Combatían la religión de Estado y querían restringir el poder político y a veces económico de la Iglesia, en nombre de un abanico heterogéneo de mentores ideológicos -desde Rousseau y Montesquieu hasta los jacobinos de la Revolución Francesa-y enarbolaban las banderas de la libertad de pensamiento y de creencia, de la cultura laica contra el dogmatismo y el "oscurantismo" de la ortodoxia religiosa.<br /><br />Hoy podemos darnos cuenta de que, en esa batalla de casi un siglo, en muchos países de América Latina, tanto liberales como conservadores quedaron entrampados en un conflicto monotemático, excéntrico a los grandes problemas reales: ser adversarios o defensores de la religión católica. De allí surgió esa imagen con la que, por cierto, muchos de ellos se identificaron. Así contribuyeron decisivamente a desnaturalizar de manera esencial las palabras-las doctrinas y valores implícitos a ellas-con que vestían sus acciones políticas. Porque, en muchos casos, excluido el controvertido tema de la religión que los separaba, conservadores y liberales fueron indiferenciables en todo lo demás, y, principalmente, en sus políticas económicas, la organización del Estado, la naturaleza de las instituciones y la centralización del poder (que ambos fortalecieron de manera sistemática, siempre). Por eso, aunque en esas guerras interminables, en ciertos países ganaron los unos y en otros los otros, el resultado fue más o menos el mismo: un gran fracaso nacional. En Colombia los conservadores derrotaron a los liberales y en Venezuela éstos a aquellos y eso significó que la Iglesia católica ha tenido en este último país menos influencia política y social que en aquél. Pero en todo lo demás, el resultado no produjo mayores beneficios sociales ni económicos ni a uno ni a otro, cuyo atraso y empobrecimiento fueron muy semejantes (hasta la explotación del petróleo en Venezuela, claro está).<br /><br />Y la razón de ello es que, en materia económica y social, los liberales y conservadores latinoamericanos fueron poco menos que las dos caras de una misma moneda, tenaces practicantes ambos de aquella versión arcaica-la oligárquica y mercantilista-del capitalismo, a la que, precisamente, la gran revolución liberal europea-el pensamiento de Adam Smith, sobre todo-transformó de raíz. Al extremo de que, en muchos países, como el Perú-lo ha mostrado Fernando Iwasaki en su ensayo Nación peruana: entelequia o utopía-fueron los conservadores, y no los liberales, quienes dieron las medidas de mayor apertura y libertad en tanto que en la economía éstos aplicaron más bien el intervencionismo y el estatismo a veces de manera sistemática.<br /><br />Lo cierto es que el pensamiento liberal estuvo siempre contra el dogma-contra todos los dogmas, incluido el dogmatismo de ciertos liberales-pero no contra la religión católica ni ninguna otra y que, más bien, la gran mayoría de filósotos y pensadores del liberalismo fueron o son creyentes y practicantes de alguna religión. Pero sí se opusieron siempre, en nombre de la libertad, a que, identificada con el Estado, la religión se volviera compulsiva, obligatoria, es decir, que se privara al ciudadano de aquello que para el liberalismo es el más preciado bien: la libre elección. Ella está en la raíz del pensamiento liberal, así como el individualismo, la defensa del individuo singular-de ese espacio autónomo de la persona para decidir sus actos y creencias que se llama soberanía-contra los abusos y vejámenes que pueda sutrir de parte de otros individuos o de parte del Estado, monstruo abstracto al que el liberalismo, premonitoriamente, desde el siglo XVIII señaló como el gran enemigo potencial de la libertad humana al que era imperioso limitar en todas sus instancias para que no se convirtiera en un Moloch devorador de las energías, iniciativas y movimientos de cada ciudadano.<br /><br />Si la preocupación respecto al dogmatismo religioso ha quedado anticuada desde una perspectiva latinoamericana, en la que un laicismo que no dice su nombre ha avanzado a grandes zancadas desde hace varias décadas-otra cosa es, desde luego, el caso de los países musulmanes donde el integrismo más fanático ha alcanzado un sombrío auge-la crítica del "Estado grande" como fuente de injusticia e ineficiencia de la doctrina liberal tiene, en nuestros países, una vigencia dramática. Unos más otros menos, todos padecen de un gigantismo estatal del que han sido tan responsables nuestros llamados liberales como los conservadores. Todos contribuyeron a hacerlo crecer, extendiendo sus funciones y atribuciones, cada vez que llegaban al gobierno, porque, de ese modo, pagaban y conservaban a sus clientelas, podían distribuir prebendas y privilegios y, en una palabra, acumulaban más poder.<br /><br />De ese fenómeno han resultado muchas de las trabas mayores para la modernización de América Latina: el reglamentarismo asfixiante, esa cultura del trámite que distrae esfuerzos e inventivas que deberían volcarse más bien en crear y producir; la inflación burocrática que ha convertido a nuestras instituciones estatales en paquidermos ineficientes y a menudo corrompidos; esos vastos sectores públicos expropiados a la sociedad civil y preservados de la competencia, que drenan inmensos recursos a la sociedad, pues sobreviven gracias a cuantiosos subsidios y son el origen del crónico déficit fiscal y su inevitable correlato: la inflación.<br /><br />El liberalismo está contra todo eso, pero no está contra el Estado y en eso se diferencia del anarquismo, que quisiera acabar con él. Por el contrario: los liberales no sólo pretenden que sobrevivan los Estados sino que ellos sean lo que, precisamente, no son en América Latina: fuertes, capaces de hacer cumplir las leyes y de prestar aquellos servicios, como administrar justicia y preservar el orden público, que les son inherentes. Porque existe una verdad poco menos que axiomática- muy dificil de entender en países de tradición centralista y mercantilista como los nuestros-: que, mientras más grande es, el Estado es más débil, más corrupto y menos eficaz. Es lo que pasa entre nosotros. El Estado se ha arrogado toda clase de responsabilidades y tareas, parte de las cuales estarían mucho mejor en manos particulares, como, por ejemplo, crear riqueza o proveer seguridad social. Para ello ha tenido que establecer monopolios y controles que desalientan la iniciativa creadora del individuo y desplazan el eje de la vida económica y social del productor al funcionario, quien, de este modo se convierte en el gran dispensador de fracasos y éxitos, alguien que, dando autorizaciones y firmando decretos, enriquece, arruina o mantiene estancadas a las empresas. Este sistema enerva todo el sistema de creación de la riqueza, pues lleva al empresario a concentrar sus esfuerzos en obtener prebendas del poder político, a corromperlo o aliarse con él, en vez de servir al consumidor. Pero, además, el mercantilismo tiene como corolario inevitable una progresiva pérdida de legitimidad por parte de ese Estado al que el grueso de la población percibe como una fuente sistemática de discriminación e injusticia.<br /><br />Ese es el motivo de la creciente informalización de la vida y de la economía que, unos más y otros menos, han experimentado todos nuestros países. Si la legalidad se convierte en una maquinaria para beneficiar a algunos y discriminar a otros, si sólo el poder económico o político garantizan el acceso al mercado formal, es natural que quienes no tienen ni uno ni otro trabajen al margen de las leyes y produzcan y comercien fuera de ese exclusivo club de privilegiados que es el orden legal. Las economías informales parecieron durante mucho tiempo un problema en América Latina. No lo son, sino, más bien, una solución -primitiva y salvaje, sí, pero una solución-al verdadero problema del mercantilismo, esa forma atrofiada e injusta del capitalismo derivada del sobredimensionamiento estatal. Porque esas economías informales son la primera manifestación habida en nuestros países-y es significativo que ellas sean una exclusiva creación de los marginados y los pobres-de una economía de libre competencia y de un capitalismo popular.<br /><br />Este es seguramente el más arduo reto que tiene la opción liberal entre nosotros: adelgazar drásticamente el Estado, ya que ésa es la mejor y más rápida manera de tecnificarlo y de moralizarlo. Se trata de mover montañas, nada menos. No solamente de privatizar las empresas públicas, devolviéndolas a la sociedad civil de la que fueron confiscadas, de poner fin al reglamentarismo kafkiano y a los controles paralizantes y al régimen de subsidios y de concesiones monopólicas y, en una palabra, de crear genuinas economías de mercado, de reglas simples, claras y equitativas, en la que el éxito y el fracaso no dependa del burócrata sino siempre del consumidor. Se trata, sobre todo, de desestatizar unas mentalidades acostumbradas por la práctica de siglos-pues esta tradición se remonta, más allá de la colonia, hasta los imperios prehispánicos colectivistas en los que el individuo no existía o era, apenas, una sumisa función en el engranaje inalterable de la sociedad-a esperar de algo o de alguien-el emperador, el rey, el caudillo o el gobierno-la solución de sus problemas, una solución que tuvo siempre la forma de la prebenda o la dádiva. Sin esa desestatización de la cultura y la psicología latinoamericanas, el liberalismo será siempre letra muerta en nuestros países. Debemos recobrar una independencia mental que hemos venido perdiendo a causa del parasitismo y la pasividad servil que engendran el rentismo, las prácticas mercantilistas inveteradas. Sólo cuando a esta actitud la reemplace el convencimiento de que la solución de los problemas básicos del bienestar y la cultura es, ante todo, responsabilidad prop¦a, reto al esfuerzo y la creatividad de cada cual, la opción liberal habrá echado raíces profundas y comenzará a ser realidad la revolución de la libertad en América Latina.<br /><br />Esta revolución significa la reforma y el perfeccionamiento de nuestro sistema democrático y el establecimiento, en vez del capitalismo mercantilista que tenemos, del capitalismo a secas, es decir, aquel que se asienta en la propiedad privada y el mercado competitivo y es eminentemente popular. Sobre esto hay que ser claros: el liberalismo es inseparable del sistema democrático-como régimen civil, de poderes independientes, libertades públicas, político, derechos humanos garantizados y elecciones-y del mercado libre como sistema para la asignación de los recursos y la creación de la riqueza.<br /><br />Si en la defensa de la democracia, la opción liberal tiene una coincidencia total con corrientes y doctrinas como la social democracia, el social cristianismo y los partidos conservadores no autoritarios, sus diferencias con ellos tienen que ver, básicamente, con el mercado, en el que todas ellas justifican distintos grados de interferencia y manipulación estatal-para contrarrestar las desigualdades y desequilibrios económicos y sociales-en tanto que el liberalismo sostiene que mientras más desinhibido y menos perturbado funcione el mercado más pronto se derrotará a la pobreza y al atraso y se logrará sobre bases más firmes, la justicia social.<br /><br />Este es un tema delicado, que requiere muchas precisiones para evitar malentendidos. "Justicia social" no quiere decir igualitarismo desde la perspectiva liberal. Desde una perspectiva socialista y colectivista, en cambio, muchas veces, sí. Los liberales creen que la justicia social consiste en crear una igualdad de oportunidades para todos, en garantizar un mismo punto de partida para cada ciudadano a la hora de entrar en aquello que se designa con esa terrible metáfora: la lucha por la vida. Pero no creen que la igualdad deba significar un mismo punto de llegada, igualdad de ingresos y de patrimonio. Y no lo creen porque esa forma de igualitarismo-socialista, colectivista-significa siempre- como ha venido a demostrarlo, de manera apabullante, el desplome del comunismo en Europa del Este y en la Unión Soviética-una forma más profunda de injusticia y sólo se alcanza con el sacrificio total de la libertad.<br /><br />Pero una cosa es aceptar una desigualdad económica que resulte de las diferencias de esfuerzo y de individuales, del éxito o el fracaso derivados de una limpia competencia-principio insoslayable de la filosofía liberal-y otra, muy distinta, la que es consecuencia de la discriminación y el privilegio congénitos a un sistema, como es el caso de los países latinoamericanos. Entre nosotros, la igualdad de oportunidades es una meta remota y difícil de alcanzar, pues para llegar a ella hay que reformar de manera radical nuestras instituciones y nuestras costumbres. Y ello implica desde la reforma del Estado hasta una revolución en la cultura, que destierre los prejuicios raciales y sociales que tienen todavía una pugnaz supervivencia en nuestras sociedades.<br /><br />¿Cuál es el camino más corto para lograr en América Latina esta "igualdad de oportunidades" que, con la defensa de la libertad, es el fundamento del liberalism? No hay una receta única, desde luego, y en esto, como en muchas otras cosas, los liberales defienden tesis distintas y a veces opuestas. Naturalmente, la educación es una de las herramientas básicas para llegar a aquella meta. Algunos liberales creen que ella debería ser totalmente privada y otros que, junto a la privada, debe seguir existiendo una enseñanza pública. Pero, en realidad, eso es lo de menos. Lo importante es que el sistema educativo sea tal que todos tengan acceso a él y que las diferencias de fortuna y posición social no determinen de manera automática que unos jóvenes reciban una formación escolar, universitaria y profesional de alto nivel y otros una deficiente. Eso es lo que ocurre ahora entre nosotros y ésa es una de nuestras peores injusticias: el niño o joven acomodado recibe siempre una educación muy superior al niño o joven de familias de modestos ingresos. Ello establece, de entrada, una desventaja casi siempre insuperable para este último a la hora de buscar trabajo o aspirar a una posición social.<br /><br />Sin embargo, por sí misma, una reforma liberal del sistema educativo que garantice a todos por igual la posibilidad de una formación de alto nivel, no es suficiente para crear aquel mismo punto de partida en cada generación, en cada promoción. Y no lo es porque, en países como Perú, Bolivia o Nicaragua-para citar sólo tres casos extremos- las desigualdades y desequilibrios económicos son tan enormes entre unos y otros, y la pobreza de los pobres tan extrema, que, en la situación de marginación y postración en que la mayoría de ellos se encuentran, dificilmente podrían aprovechar de manera cabal aquella oportunidad educativa si ella existiera.<br /><br />La igualdad de oportunidades sólo puede significar, para ellos, reforma económica y social. Esto lo entienden los socialistas-y a veces muchos social demócratas y social cristianos-en el sentido del despojo y la redistribución de la propiedad existente. Para la doctrina liberal esto es inaceptable, porque para ella la propiedad privada es la encarnación misma de la noción de libertad, de soberanía individual, de independencia del individuo frente al poder. Si ella no se respeta, si es atropellada, un centro neurálgico de la democracia es malherido.<br /><br />Pero, precisamente, si la propiedad privada tiene esa importancia crucial para la salud democrática de un país, ninguna sociedad en la que -como ocurre en América Latina-la propiedad privada está concentrada en pocas y a veces poquísimas manos puede ser de veras democrática. La solución no está en abolir la propiedad privada, como creen los marxistas, sino, más bien, en extenderla, en propagarla, en facilitar el acceso a ella cada vez a sectores más amplios de manera que con ella más y más ciudadanos adquieran un sentido concreto y estimulante de su libertad.<br /><br />Hay liberales irreductibles para los que este proceso de popularización de la propiedad privada sólo debe ser obra del mercado. Otros creemos que en países donde la desigualdad económica es tan atroz como en los nuestros, el mercado tardaría mucho tiempo, acaso siglos, en democratizar la propiedad privada poniéndola al alcance del mayor número. Y que un gobierno de corte liberal puede acelerar aquel proceso de muchas maneras. Una de ellas, por ejemplo, llevando a cabo la privatización de las empresas públicas con un criterio eminentemente social , es decir, dando todas las facilidades y preferencias, para la adquisición de acciones en aquellas empresas, a empleados, obreros y, en general, a los ciudadanos de menos imgresos. Hay muchas otras maneras como un gobierno puede alentar y acelerar la difusión de la propiedad privada, urbana y rural. La privatización del seguro social en Chile, por ejemplo -la llamada reforma previsional que impulsó José Piñera- ha sido una de ellas, y muy exitosa.<br /><br />En todo caso, si hay una razón o circunstancia que justifique un esfuerzo extraordinario por parte del Estado en la vida económica es éste: la difusión popular de la propiedad privada. Porque sólo cuando ella, en forma de bienes o de acciones, se haya multiplicado hasta alcanzar a la inmensa mayoría, se habrán echado las bases de aquella "igualdad de oportunidades" que, aunque muchos lo olviden, es, al igual que la libertad, objetivo básico de la doctrina liberal.<br /><br />Para una versión estereotipada -pero muy extendida- liberalismo quiere decir y mercado y nada más. En verdad, antes que eso, quiere decir libertad económica y política, propiedad privada e imperio de la ley. De esto último casi nadie se acuerda y, sin embargo, de John Stuart Mill y Adam Smith a Popper, Hayek y Raymond Aron, entre tantas ideas y posiciones que los separan, probablemente en la única en que coinciden totalmente sea ésta: que el requisito primero e inapelable para que funcione el mercado-es decir, la democracia-es la existencia de un poder judicial eficiente, independiente de todo otro poder y sobre todo probo, al que pueda recurrir el más humilde de los ciudadanos con la seguridad de que se le hará justicia si sus derechos han sido violados. La grandeza de Gran Bretaña en el siglo XIX se debió no tanto a sus capitanes de industria y a sus exploradores y soldados, como a esos jueces oscuros, tocados de pelucas ridículas, que con su proceder fueron enseñando al pueblo entero que la ley regía lo mismo para pobres y ricos, y que un tribunal podía sancionar al poderoso ni más ni menos que al modesto, y que podía también reparar las grandes y las pequeñas injusticias.<br /><br />Para que la libertad económica no signifique-según la metáfora de Isaiah Berlin- que los lobos tienen derecho a comerse a los corderos, debe de haber leyes justas y, más importante todavía, jueces justos; jueces capaces de resistir las presiones del poder político y las tentaciones del poder económico y las amenazas del poder militar o policial y las del revolucionario y terrorista; jueces conscientes de que sobre ellos pesa la inmensa responsabilidad de garantizar a diario, en cada caso contencioso que cae en sus manos, esa "igualdad" de la que hablan las leyes y que, sin una justicia eficaz, es letra muerta.<br /><br />Tal vez en ningún otro orden, como en este del juez y de los tribunales, está América Latina aún tan lejos de ser una sociedad democrática y liberal. Porque en nuestros países el Poder Judicial es casi siempre una caricatura. Instrumento de quienes gobiernan, que cambian, manipulan y teledirigen las sentencias a su capricho, a menudo los tribunales subastan sus fallos entronizando de este modo una forma de discriminación social tanto o más grave que las que las diferencias de fortuna establecen en la cultura, el trabajo, la educación. Y la escasa o nula capacitación de los magistrados, sumada a la lentitud pavorosa con que se desarrollan los procesos, hace que el Poder Judicial, desde la perspectiva del hombre común latinoamericana sea-en vez de aquello que deberia ser: uno de los vehículos más efectivos de la justicia social, garante de la igualdad de oportunidades para todos-uno de los más crueles instrumentos de la opresión y abuso del débil por el fuerte.<br /><br />Reformas tan profundas como las que América Latina necesita en la economía, en la educación, en la justicia, simplemente no serán posibles, ni durables, si no las acompaña, o precede, una reforma de las costumbres, de las ideas, de ese complejo sistema de hábitos, conocimientos, imágenes y formas que llamamos "la cultura". La cultura en la que vivimos y actuamos, hoy, no es liberal y ni siquiera del todo democrática. Tenemos gobiernos democráticos pero nuestras instituciones y nuestros reflejos y mentalidades aún están lejos de serlo. Siguen siendo populistas u oligárquicas, o absolutistas o colectivistas o dogmáticas, mechadas de prejuicios sociales y raciales, y muy poco tolerantes para con el adversario político, amantes de las verdades absolutas, es decir, de una de las peores formas del monopolio, que es el de la verdad. Liberal y liberalismo es lo contrario de todo eso. Es tolerancia, creer en la relatividad de las verdades, estar dispuesto a rectificar el error y a someter siempre las ideas y las convicciones a la prueba de la realidad. Por eso el liberalismo es una filosofía, una doctrina, no una ideología. Porque ideología es una forma dogmática e inmutable de pensamiento -algo que tiene macho más de religión que de ciencia-y la filosofía liberal, además de pluralista, es también cambiante, un sistema flexible que va modernizándose y perfeccionándose al compás de los avances del conocimiento y la experiencia vivida.<br /><br />Aunque aún está lejos de ella, América Latina es en este momento una tierra propicia para la opción liberal. Esta opción no es moderada: es radical. Pues si no se va a la raíz de los problemas, a solucionarlos allí donde ellos nacen, la solución será efimera, como lo han sido todas las que hasta ahora han pretendido sacar a América Latina del subdesarrollo. Como la propuesta liberal está contra el colectivismo y el estatismo, que han sido siempre las recetas de la izquierda a los males sociales, se la tilda de derechista. Eso tampoco tiene importancia porque las categorías "derecha" e "izquierda" se han vaciado casi totalmente del contenido que alguna vez tuvieron, sobre todo después del desplome del comunismo en la Unión Soviética y en los países que antes dominó. La historia actual ha dado una impresionante convalidación a la frase de Malraux: "Quelle étrange époque, diront de la nôtre les historians de l'avenir, oú la droite n'était pas la droite, la gaucbe n'était pas la gauche et le centre n'était pas au milieu".<br /><br />Pero una cosa sí es segura: la opción liberal no es conservadora. Más bien, la de la transformamón profunda de Las sociedades latinoamericanas tal como existen. Lo ha dicho, con su habitual lucidez, Jean­François Revel: "Como el liberalismo, sea económico, político y cultural, no puede desarrollarse en Europa y América Latina sin trastornos, ya que estos continentes fueron modelados, a lo largo de los decenios y tal vez los siglos, por el estatismo, el dirigismo, el socialismo, el corporatismo, tanto en la práctica como en la ideología, los liberales no son pues allí, en mode alguno, conservadores, en el sentido literal, sino reformadores: renovadores de los hábitos establecidos y las ideas recibidas. Más bien, deberían ser llamados revolucionarios".<br /><br />Sí, la alternativa liberal supone una revolución para este continente nuestro de las esperanzas siempre postergadas. Una revolución que purifique este vocablo de esas connotaciones de sangre, muerte, demagogia y dogmatismo que tiene entre nosotros y lo impregne de ideas, creación, racionalidad, libertad política, pluralismo político y legalidad.</span> </span></p>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-15768619569880091492007-02-01T14:59:00.000-05:002007-02-01T15:11:20.677-05:00Hacer un golpe ‘a la chilena’<a href="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/1600/afiche%20UP1.gif"><img style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/320/afiche%20UP1.gif" border="0" /></a><em><span style="color:#990000;">Pensemos que debemos contar lo que pasó a alguien que no sabe nada de todo esto. No conoce el nombre de Allende, ni el de Pinochet. Puede tratarse de alguien que viva en el extranjero, que no sepa mucho de lo que pasa en los países tercermundistas. </span></em><div align="justify"><br /><em><span style="color:#990000;">Nuestro cuento debería iniciarse así. Ese día cuatro Hawker Hunter de la Fuerza Aérea iniciaron vuelo desde su base, en una ciudad del sur del país, hacia la capital. Debían viajar raudamente a cumplir una misión importante y de mucha reserva: bombardear el edificio en el que cumplía sus labores cotidianas cierto presidente. Fue la acción final de una serie de acciones de guerra. En la madrugada de ese día la flota se había tomado sopresivamente el principal puerto. Mientras eso sucedía columnas de uniformados habían tomado el control de las distintas ciudades del país. Todas las principales. Pero también las menores. Una acción impecable. Las tropas de asalto doblegaron en pocas horas a su enemigo. La verdad es que hacia mediodía la única resistencia objetiva se presentaba en la sede del gobierno, donde estaba atrincherado el presidente. Nada tan extraordinario, después de todo. Los militares se preparan toda una vida para reaccionar frente a los enemigos circunstanciales de la patria. Para eso tienen sus armas y su preparación. Sin embargo la misión de estos oficiales era peculiar, pues el adversario al que había que doblegar no vivía en ningún país vecino. No era un enemigo externo, sino uno interno, y se trataba nada más y nada menos que del propio mandatario de la república al cual las fuerzas armadas habían dado su aval, formando parte de sus gabinetes ministeriales. A la altura de una estación ferroviaria muy bella, donde confluían las líneas del centro y el sur, los aviadores afinaron su puntería y dispararon los cohetes. La sede gubernamental comenzó a arder en llamas, el mandatario, luego de algunas refriegas con sus sitiadores, decidió morir con las botas puestas, luego de hacer salir a las pocas personas que quedaban en el edificio, y de tener la seguridad de que no sería defendido trabajadores en cuyo nombre había emprendido tantas reformas: ya lo había dicho, solo saldría de allí en posición horizontal.</span></em></div><div align="justify"><br /><em><span style="color:#990000;">Este cuento no refiere los capítulos finales de una </span></em><a href="http://www.flickr.com/photos/64975616@N00/sets/1365091/"><em><span style="color:#330099;">guerra</span></em></a><em><span style="color:#990000;"> entre países limítrofes. Se trata de un golpe de estado, reclamado por importantes sectores de la ciudadanía de un país que vivía una profunda crisis institucional. No fue un golpe cualquiera. Para sacar un presidente latinoamericano no se necesita gran cosa. Basta hacer un ruido de sable, sacar un manifiesto, sacar los corvos a un desfile, y ya. Eso de destruir a bombazos la sede del gobierno se reserva para las etapas finales de las guerras. </span></em></div><div align="justify"><br /><em><span style="color:#990000;">Lo que sucedió el 11 de septiembre de 1973 es algo fuera de serie. Algo impensado en un país que ostentaba un record democrático fenomenal. Una de las 27 democracias que funcionaba en el mundo, una de las más antiguas y estables, una las pocas que había podido funcionar en un país subdesarrollado. </span></em></div><div align="justify"><br /><em><span style="color:#990000;">También algo extraordinariamente sorprendente para el mundo, que tenemos que saber explicar en este curso. Lean este comentario realizado por el historiador Alan Angell, de la Universidad de Oxford, para que tengan la perspectiva de alguien que miró desde fuera lo que sucedió ese día (desde fuera de la realidad social chilena pero desde el interior de la posición de un refinado intelectual inglés de izquierda). En un post anterior incluí un texto escrito por el historiador norteamericano <a href="http://ignaciomunozdelaunoy.blogspot.com/2007/02/militares-en-poltica-una-antigua.html"><span style="color:#000099;">William Sater</span></a>. Recomiendo leerlo al mismo tiempo que este texto:</span></em></div><div align="justify"></div><div align="justify"> </div><div align="justify"><br /><span style="color:#000000;"></span> </div><div align="justify"><span style="font-size:130%;color:#000000;">Me encontraba en Inglaterra cuando ocurrió el golpe. Como muchos observadores, me tomó por sorpresa. Pensé que por difícil que fuera la situación en Chile, de algún modo se llegaría a un arreglo, probablemente con un referéndum y que el gobierno de la Unidad Popular se vería obligado a moderar sus políticas radicales. Pero me equivoqué, al igual que muchos chilenos que pensaron que no habría golpe o que se trataría, a lo sumo, de una intervención limitada y moderada.<br /><br />Esa es una de las razones del impacto duradero del golpe. No se esperaba en un país que tenía un envidiable historia de tradición constitucionalista. Los gobiernos autoritarios en España, Grecia o Portugal, que habían sucedido a la caída de frágiles regímenes civiles, no se consideraban como desvíos fundamentales de prácticas políticas en aquellos países. Pero Chile era diferente.<br /><br />Al menos, eso era lo que pensaban muchos observadores, y con razón. La reacción era que si llegaba a ocurrir un golpe de ese tipo en Chile, podía entonces suceder en cualquier otra parte. La revolución cubana se había convertido para el mundo en general en un símbolo de resistencia a la opresión imperialista. El golpe chileno se convirtió, a su vez, para el mundo en general, en un símbolo de un derrocamiento militar brutal de regímenes progresistas. Pero los símbolos no constituyen la historia fehaciente. Se obvió el aspecto represivo de la revolución cubana. Hubo golpes mucho más brutales en otras partes de América Latina que en Chile. La comprensión de la complicada política chilena desde 1970 hasta 1973 era muy superficial. Pero eso carecía de importancia. A nivel de la percepción internacional, la revolución cubana tenía una imagen gemela en el golpe chileno.<br /><br />Otra de las razones para el profundo impacto del golpe fue que, en cierto modo, fue el primer golpe televisado. Las imágenes de los días posteriores al 11 de septiembre inundaron las pantallas y diarios del mundo - y cuatro de ellas en particular: los jets Hawker-Hunter bombardeando La Moneda; los soldados quemando libros en la calle; aquella fotografía de un Pinochet de rostro sombrío con anteojos oscuros, sentado frente a los restantes miembros de la junta militar de pie, y los prisioneros esperando atemorizados en el Estadio Nacional- . Incluso en los países más remotos, geográfica, social y culturalmente de Chile, aquellas imágenes demostraron de una manera directa lo que había sucedido en Chile el 11 de septiembre y después. Y a aquellas imágenes de 1973 se les unió otra: la del automóvil destrozado en el cual Orlando Letelier halló su muerte en Washington en 1976.<br /><br /></span><span style="color:#000000;"><span style="font-size:130%;"><strong>La comunidad internacional<br /></strong><br />Un tercer factor que contribuyó a mantener vivo el golpe en la comunidad internacional fue la actividad de la comunidad chilena en el exilio. Durante una década después del golpe, continuó la política de oposición, tanto en el exterior como en Chile. Muchos exiliados eran políticos con conexiones con esos mismos partidos en Europa, en partes de América Latina y en otras. Todos los socialistas, comunistas, democrata cristianos y radicales chilenos encontraron comunidades receptivas fuera de Chile. La comunidad exiliada tuvo éxito en buscar una condena del gobierno de Pinochet en organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, y en convencer a los demás gobiernos de boicotear el comercio chileno y cortar lazos con su gobierno. La simpatía internacional hacia la oposición chilena era fuerte y generalizada - mucho más que aquella hacia los exiliados de otros regímenes militares del Cono Sur- . La comunidad internacional sentía que podía comprender y relacionarse con lo que estaba sucediendo en Chile, en tanto las políticas de Argentina, Brasil o Uruguay eran tan distintas de la experiencia de la mayoría de los países desarrollados, que los golpes militares en aquellos países lograban poca respuesta.<br /><br />Es difícil exagerar el impacto que tuvo el golpe chileno en la conciencia política de una gran cantidad de países. En el Parlamento Europeo, el país más debatido (y condenado) por muchos años después de 1973 fue Chile. En Gran Bretaña, el embajador de Allende en dicho país, Álvaro Bunster, fue el primer extranjero en dirigirse a la Conferencia del Partido Laborista desde La Pasionaria durante la época de la Guerra Civil española. En Italia, el análisis del golpe realizado por el Partido Comunista y su líder intelectual, Enrico Berlinguer, condujo al "histórico compromiso" por medio del cual el PC italiano logró formar parte del gobierno por primera vez en muchos años. En Francia, el Partido Socialista debatió durante mucho tiempo cómo cambiar sus tácticas tras el golpe chileno. Países como Canadá, Australia y Nueva Zelandia acogieron a miles de refugiados chilenos.<br /><br />Esta reacción no fue de corta duración. Lo que resultó más llamativo fue la consistente condena internacional del gobierno chileno hasta el momento del plebiscito en 1988 - momento en el cual incluso el gobierno- , de los EE.UU. se había unido a las críticas. Esto fue importante para la oposición y un revés para el gobierno- si bien las razones del cambio en la política norteamericana se debieron más a la política de Nicaragua y a la necesidad de oponerse a las dictaduras en general. La cobertura internacional del plebiscito fue intensa. Para una prensa europea que sólo demuestra un interés transitorio y somero en América Latina, fue sorprendente. Resulta innecesario decir que la derrota de Pinochet fue la causa de dicha celebración. Más adelante, la jubilosa reacción de los círculos políticos europeos frente al arresto de Pinochet en Londres en 1998 es testimonio del perdurable impacto del golpe de 1973 y del gobierno militar en la conciencia política de la comunidad internacional.<br /><br />Los que apoyaban al gobierno militar considerarán, sin duda, que esto demuestra una total falta de comprensión de la situación que se había producido en Chile y señalará el otro lado de la historia. Tanto en las ciudades como en el campo se advertía un creciente conflicto social. El gobierno había perdido el control sobre sus propios seguidores. La economía estaba en ruinas y la escasez de productos y el mercado negro volvían la vida intolerable para mucha gente. Había un genuino temor de una toma del poder de los marxistas. Muchos chilenos apoyaron el golpe, no sólo los pertenecientes a las clases altas. Pero fuera de Chile sólo la administración Nixon en los EE.UU. escuchaba su versión de la historia. Sin embargo, con Nixon centrado en la distensión con la Unión Soviética y las buenas relaciones con China, el tipo de anticomunismo chileno parecía aún más anticuado, y tampoco contribuyó mucho a la causa del gobierno militar su burda propaganda, en la que se destacó particularmente el infame Plan Zeta.<br /><br /></span></span><span style="color:#000000;"><span style="font-size:130%;"><strong>Polarización<br /></strong><br />¿Tuvo algún efecto en el desarrollo interno de Chile esta respuesta internacional? Creo que sí. Contribuyó a la polarización de Chile en dos campos - y ayudó a mantener una polarización de la política chilena que continuó bastante más allá del retorno a la democracia- . La condena internacional generalizada de Chile obligó al régimen militar a una postura más dura y a la defensiva que no habría tenido de otra manera. Si el mundo no aceptaba las razones para el golpe de 1973, tanto peor para el mundo - Chile buscaría su propio camino, desarrollaría sus propias instituciones e ignoraría lo más posible al resto del mundo- . Y aquellos que se oponían al gobierno militar no sólo estaban equivocados sino que eran considerados como aliados de la conspiración internacional contra Chile y, por lo tanto, traidores a la patria. Esta actitud, alentada por Nixon y Kissinger, y por el apoyo económico de los bancos norteamericanos, atraídos por las reformas económicas del gobierno, brindó cierto alivio frente a la condena casi universal.<br /><br />Por otro lado, el apoyo que la comunidad internacional le daba a la oposición en el exilio reforzó su creencia de que había triunfado en el debate moral, que no era posible ni necesario ningún compromiso con el régimen y que aunque la lucha fuera larga y dura, eventualmente sería victoriosa. El tema clave en esta confrontación fue el de los derechos humanos, y el hecho de que la iglesia católica, a través de la Vicaría de la Solidaridad (dicho sea de paso, una institución que no tiene paralelo en ningún otro régimen autoritario), apoyara la causa de los derechos humanos reforzó a la oposición en la elección de este tema para confrontar al gobierno.<br /><br />El choque entre el gobierno y la oposición en el exilio se convirtió en un choque de valores morales absolutos. Y en ese tipo de debate nadie es realmente neutral - o se defiende al gobierno o se lo condena- . Esa dicotomía creó una división que seccionó a la sociedad chilena prácticamente en dos mitades. La manera en la que finalizó el régimen militar contribuyó a mantener aquella división. No tiene precedentes el que un mandatario militar, tras un período tan largo de poder casi absoluto, solicite una extensión de su mandato por ocho años más a través de un plebiscito libre y justo, pierda el plebiscito, a pesar de obtener una votación extraordinariamente alta, y luego acepte el resultado y organice elecciones para elegir a un presidente civil. Es cierto que Pinochet no deseaba el plebiscito en primer lugar, que el modo en el que fue organizado tuvo mayor relación con la resolución del Tribunal Constitucional que con las intenciones del régimen, y que la fuerte presión para aceptar el resultado provino de los demás miembros de la junta. Pero, con el tiempo, los partidarios de Pinochet no consideraron el resultado como una derrota sino como una especie de triunfo. Esta vez eran ellos los verdaderos demócratas.<br /><br /></span></span><span style="color:#000000;"><span style="font-size:130%;"><strong>El recuerdo del golpe<br /></strong><br />Lo que caracterizó a la política chilena después de 1990 hasta el arresto de Pinochet fue la ausencia de debate entre ambos lados con respecto al golpe, sus causas y consecuencias. Se suscitaron, naturalmente, debates sobre muchos tópicos - la reforma constitucional, las políticas sociales, las políticas macroeconómicas- , pero no sobre el golpe. Basta con observar cómo las Fuerzas Armadas, sus aliados políticos e incluso la Corte Suprema dejaron abruptamente de lado el informe Rettig. Ellos estaban en lo cierto y tenían justificación y el gobierno estaba equivocado. Punto final.<br /><br />Chile no es el único país que tiene dificultades para aceptar su pasado. A los alemanes les llevó muchos años prepararse para examinar el fenómeno nazi en toda su brutal falta de humanidad; Japón aún se rehúsa a reconocer algunos de los graves abusos cometidos durante la II Guerra Mundial. Y en cuanto a España - agreguemos al medio millón o más de personas muertas durante la Guerra Civil el cálculo sorprendente pero aceptado de otro cuarto millón de personas asesinadas por el régimen de Franco tras la guerra- , parece increíble que no se hayan efectuado juicios, ni que se los haya exigido, o al menos creado una comisión para establecer la verdad. Ciertamente, se puede argumentar - como lo he hecho en un capítulo de un libro que está a punto de ser publicado- que el gobierno chileno (junto con el de Sudáfrica) ha hecho más por esclarecer el pasado y buscar justicia para los abusos cometidos que cualquier otro gobierno.<br /><br />Lo que se ignoró en la reacción contra el golpe fue el hecho - por desagradable que haya sido- de que gozaba de un amplio apoyo, incluso entre los sectores más pobres de la población. No es poco común que un golpe militar obtenga un apoyo inicial cuando la población está cansada de las incertidumbres y disturbios de un gobierno civil débil -Argentina en 1976 fue un obvio ejemplo de ello y Perú en 1992 otro- . Sin embargo, lo que sí es inusual es que este apoyo perdure por un largo período, incluso hasta después del retorno a un régimen democrático. El régimen pinochetista fue inusitado en muchos aspectos. Las reformas económicas y sociales siguieron una agenda ideológica; el gobierno estableció una institucionalidad en la que realmente creía; aceptó el rechazo en un plebiscito y acató las reglas, e incluso negoció importantes cambios constitucionales con la oposición antes de entregar el poder.<br /><br />Curiosamente, estas características intensificaron en lugar de aminorar la polarización en Chile. Ya que el gobierno militar no consistió simplemente de una élite burda y corrupta, a la que le hubiera bastado con saquear la economía, sino que creó una masa de apoyo leal que estaba unida a él por simpatías ideológicas. La manifestación más obvia de lo anterior fue la formación y crecimiento de la UDI. Esto nuevamente es sorprendente. Los únicos dos partidos nuevos, exitosos e innovadores de América Latina son la UDI y el PT de Brasil - uno creado en apoyo de un régimen militar y el otro en oposición a él- . Y lo más interesante es que ambos han obtenido el éxito moviéndose hacia el centro - en el caso del PT, alejándose de su pasado sectario y extremista, y en el caso de la UDI, distanciándose del régimen pinochetista.<br /><br />Este ha sido entonces el legado del golpe: creó dos mundos opuestos, para uno de los cuales el golpe fue el símbolo de la salvación de Chile, y para el otro, la tragedia de Chile. El "Sí" y el "No" en el plebiscito de 1988 fue mucho más que una simple respuesta a la opción de que Pinochet continuara siendo presidente por otros ocho años. Simbolizaban el apoyo para uno de dos puntos de vista contrarios de la historia. De cierto modo, planteaba la pregunta de si el golpe de 1973 se justificaba o no. Aunque la derecha y la izquierda han convergido en muchos aspectos - respecto de la política económica, por ejemplo- persiste la dicotomía en lo que se refiere al golpe.<br /><br />¿Pero cuánto más durará esto? ¿Tiene realmente importancia hoy en día el recuerdo del golpe? En algunos aspectos ya es obviamente de menor importancia a medida que se van desvaneciendo los recuerdos, a medida que la política se ha vuelto una cuestión más rutinaria y menos un asunto confrontacional, a medida que las políticas económicas han obtenido un notable récord de éxito (aunque es cierto que con importantes problemas), a medida que el tema de las relaciones cívico-militares ha alcanzado un camino más armonioso. Sin embargo, en tanto continúen los problemas de los derechos humanos, en tanto prosigan los juicios a los militares, en tanto se acumule un mayor número de evidencias, el recuerdo del golpe se mantiene vivo en el Chile contemporáneo. Y -- si se le permite decir esto a un observador extranjero- es para crédito de Chile el que exista un intento real de enfrentarse al pasado, de llegar - finalmente- a un diálogo entre los dos campos, de asegurar la justicia, de tratar de comprender lo que sucedió y por qué ocurrió. Olvidar el pasado es una alternativa y muchos países han optado por ello. Enfrentarse al pasado y tratar de encontrar la comprensión, la justicia y la reconciliación es infinitamente más doloroso pero de vital importancia para establecer un orden justo y democrático.<br /></span></span><span style="color:#000000;"></div></span><div align="justify"></div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-45164456420557592322007-02-01T14:46:00.000-05:002007-02-01T15:12:23.098-05:00Militares en política: una antigua tradición<a href="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/1600/Golpe%206.jpg"><span style="color:#330099;"><img style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="http://photos1.blogger.com/blogger/6647/1335/320/Golpe%206.jpg" border="0" /></span></a><span style="color:#330099;"><em>La visión del historiador norteamericano <strong>William Sater</strong>, cuando se cumplieron 30 años del golpe militar. El análisis de Sater mira estos hechos en el contexto más amplio de la larga historia del Chile republicano. Este texto fue publicado en El Mercurio, en 31 de Agosto de 2003:</em><br /></span><br /><br /><div align="justify"><span style="font-size:130%;">Para quienes vivimos en Chile durante los años 1970 a 1973, el golpe que derrocó al Presidente Allende no fue algo inesperado. Empleando a menudo métodos ilegales para alcanzar sus metas como la utilización de un decreto, promulgado por la república socialista dictatorial de 1933, y paros fomentados por el gobierno con el pretexto de apoderarse de las empresas, el bien intencionado Allende violó el espíritu de la Constitución de 1925 que le otorgara el poder. Peor aún, los socios más revolucionarios de la coalición de Allende, liderados por militantes como Carlos Altamirano, complicaron las cosas haciendo tomas en proyectos de viviendas sin terminar o propiedades urbanas desocupadas en las que erigieron "campamentos". Bandas de campesinos al mando de miristas ocuparon incluso aquellos fundos que la reforma agraria había eximido de ser expropiados. Las quejas de sus legítimos dueños carecían de importancia: el Ministro del Interior de Allende les había prohibido a los carabineros expulsar a los intrusos de las fábricas, campos o propiedades.<br /><br />Eventualmente, la política económica de Allende que consistía en aumentar los salarios, limitando a la vez los precios, junto con un paulatino deterioro en la producción agrícola e industrial, desató una inflación que luego dio paso al mercado negro. En un intento por mantener la ilusión de prosperidad, Allende despilfarró las reservas de moneda extranjera para comprar bienes de consumo y alimentos. Al mismo tiempo, imprimió mayor circulante, acelerando con ello el ciclo inflacionario que finalmente alcanzó un mil por ciento. A medida que la economía se estancaba, tanto el clima político como la retórica se volvieron tóxicos. En las caricaturas del periódico "Puro Chile" y en la televisión nacional hizo su aparición un lenguaje vulgar y violento: un diario llamó a los jueces de la Corte Suprema "viejos de mierda"; las amenazas en los discursos políticos se convirtieron en el pan de cada día. Un intenso partidismo dividió a las familias y terminó con amistades que habían durado décadas; violentas consignas políticas reemplazaron a la conversación y la gente luchaba en las calles y en los patios de colegios.<br /><br />Al no obtener una mayoría de dos tercios en las elecciones parlamentarias de 1973, la oposición se vio obligada a aceptar el resultado, cuya validez fue cuestionada por algunos, y a tolerar tres años más de caos, o a rebelarse. Ciertamente, muchos, incluyendo varios democratacristianos, creyeron tener razones válidas para derrocar al gobierno: el terrorismo se había multiplicado; la violencia política se había disparado; el edecán naval de Allende, Arturo Araya, fue asesinado, en tanto extremistas de izquierda ultimaron al teniente naval, Héctor Lacrampette. Los militares debieron enfrentarse a una resistencia armada, que adquiría cada día mayor poder, cuando, al tratar de hacer cumplir una nueva ley de control de armas, intentaron desarmar los cordones industriales, donde los militantes ocultaban armas.<br /><br />Las fuerzas armadas se fueron convirtiendo paulatinamente en objeto de sorna. La clase media, de la cual provenía la mayor parte de los oficiales, se volvió contra sus hijos y hermanos por apoyar a un régimen que ellos consideraban como un régimen de bandidos. Ominosamente, empezó a verse la palabra "Jakarta" en las calles de Santiago, un obvio llamado para que los militares imitaran el golpe anticomunista del ejército indonesio en 1965. Al mismo tiempo, la extrema izquierda intentó sobornar a los reclutas de las fuerzas armadas, incitándolos a desobedecer a sus oficiales. El intento fallido de los miristas de fomentar un amotinamiento en la Marina, que fue públicamente apoyado por Altamirano, como asimismo la demanda de la creación de un "poder popular y paralelo", galvanizó a los militares: el 11 de septiembre, temiendo que una guerra de clases se apoderara del país, las fuerzas armadas se rebelaron. Allende, que deseaba fervientemente conseguir la justicia social para los sectores menos privilegiados, pereció, como también lo hicieron cincuenta años de democracia.<br /><br /><strong>Un proceso que continúa</strong><br /><br />En lugar de describir al golpe de 1973 como algo totalmente ajeno a la historia chilena, tal vez debamos considerarlo como parte de un proceso dialéctico que aún continúa. Desde su independencia, Chile había probado diversos experimentos políticos: jugueteó con el federalismo antes de que los vencedores de la guerra civil de los años 1830 impusieran la Constitución fuertemente centralista de 1833. Eventualmente, las élites políticas se cansaron de vivir bajo un todopoderoso presidente, que era considerado por algunos como una versión más moderna de un Capitán General. Ansiosas por participar en la toma de decisiones, sobre todo cuando se trataba de otorgar favores políticos, las élites chilenas apoyaron a su propia "fronda aristocrática". Y, gracias a la posterior revolución de 1891, el sitial del poder cambió de manos del presidente a las de la legislatura. Desgraciadamente, el fraude generalizado en las elecciones, la incapacidad de redistribuir los distritos y el sistema D'Hondt de representación proporcional se aliaron progresivamente para socavar la habilidad del sistema político, precisamente cuando era más necesario enfrentarse a problemas muy urgentes que se agruparon bajo el nombre de "la cuestión social". Descontentos porque una minoría política estaba coartando las tan necesarias reformas sociales y económicas, un grupo de oficiales se rebeló en 1923 y nuevamente en 1924. Estos golpes de Estado pusieron fin al régimen parlamentario y a la bastarda Constitución de 1833, siendo reemplazados por la Constitución de 1925, una presidencia fuerte y un Estado con el poder suficiente como para involucrarse en el desarrollo económico del país. Sin embargo, gracias a Carlos Ibáñez, la Constitución continuó siendo letra muerta: en lugar de ello, "la mula", como lo apodaron sus compañeros de la Escuela Militar, se empeñó en perseguir a la izquierda, neutralizar a los políticos y convertir a la legislatura en una estéril sociedad de debates. Transcurrieron siete años hasta que Arturo Alessandri comenzó de hecho a gobernar en algunas ocasiones en conformidad con la nueva Constitución.<br /><br />Los chilenos probaron diversas panaceas políticas durante las siguientes décadas: desde 1938 hasta 1952 gobernaron los mediocres miembros del Partido Radical. Legítimamente descontenta con los representantes de dicho partido, la nación se volvió hacia la derecha, apoyando a dos hombres supuestamente apolíticos, Ibáñez y Jorge Alessandri. Cuando ellos a su vez fracasaron, en 1964, los chilenos se inclinaron por una democracia cristiana remodelada. Aunque Frei intentó honestamente solucionar las necesidades económicas del país- fue él, y no Allende, quien introdujo la reforma agraria y comenzó a nacionalizar las minas de cobre- , no pudo llevar a cabo su propia agenda. Si Tomic no hubiera participado en la carrera presidencial de 1970, los chilenos habrían repetido su patrón histórico de avanzar dos pasos para retroceder uno: virando a la derecha, habrían reelecto a Alessandri.<br /><br />Después de un estrecho triunfo, Allende se lanzó de inmediato a realizar una retahíla de cambios radicales que desorganizaron al país. Eventualmente, los chilenos sufrieron tanto con la falta de orden y la amenaza a la estabilidad que, al igual que sus antepasados en los años 1920, apoyaron el golpe militar. En resumidas cuentas, al consentir la rebelión de 1973, los chilenos volvían a repetir lo que habían hecho en 1924 y 1891.<br /><br />Sin embargo, algunos consideraban que la decisión de los militares chilenos de mantenerse en el poder era inusual. No lo era: oficiales del ejército lideraron a Chile durante las tres primeras décadas de la independencia. También hubo oficiales en el cuerpo legislativo y otros que ocuparon importantes cargos en la administración civil. No contentos con ello, algunos buscaron cargos más altos. Aunque Manuel Baquedano no logró llegar a la presidencia en 1882, el almirante Montt gobernó a Chile tras la guerra civil de 1891, e Ibáñez hizo lo mismo tras las revoluciones de 1923 y 1924. En resumen, los militares tenían un largo historial de participación en el gobierno, incluso antes de que Allende los hubiera invitado a formar parte de su gabinete. Pero la cercanía con los políticos civiles no logró despertar las simpatías de las fuerzas armadas: al igual que en los años 20, muchos militares no sólo detestaron a la izquierda, sino también al sistema político liberal que había permitido que un Allende subiera al poder. Como Ibáñez en 1927, ellos no repetirían lo que consideraban como su error del pasado: salvar al gobierno para luego volver pasivamente a sus cuarteles; ellos también se quedarían.<br /><br /><strong>Post-1973</strong><br /><br />El régimen militar no comenzó de un modo auspicioso. Creyendo sin duda que el gobierno de Allende y sus seguidores representaban una amenaza real, tanto para ellas como para la nación, las fuerzas armadas arrestaron, encarcelaron y, en algunos casos, dieron muerte a sus opositores. No podemos presentar esta represión bajo colores halagüeños: murieron alrededor de 3.000 personas, principalmente durante los primeros meses tras el golpe de 1973. La junta además abolió los partidos de izquierda y obligó a otros a suspender sus actividades. Para un país en el que la política rivaliza con el fútbol como pasatiempo, los años post-1973 fueron una especie de desierto. (Fue similar el período entre 1927 y 1931). Aunque el ritmo de las represalias disminuyó de manera drástica periódicamente desaparecían disidentes o, si se los encontraba, se descubría que habían sido asesinados; otros chilenos optaron por huir. Como lo pudieron comprobar dolorosamente Orlando Letelier, el general Carlos Prats y la familia Leighton, el exilio no confería inmunidad ante un ataque.<br /><br />Al cumplirse el trigésimo aniversario del golpe, esta represión no sólo nos parece brutal, sino que, en cierto sentido, muy poco chilena. A pesar de ello, la nación ha presenciado otros actos de brutalidad como los de Santa María de Iquique. Y ni Ibáñez ni González Videla dudaron en usar la fuerza cuando se enfrentaron a lo que ellos percibían como amenazas a la seguridad pública, si bien ninguno de ellos lo hizo en tan gran escala y durante un período tan largo. Pero la combinación de la violencia callejera y terrorismo previos al golpe, junto con diversos crímenes políticos, convencieron a muchos chilenos de que debían tomarse en serio las amenazas de la izquierda. Convencidos de que estaban librando una guerra sin cuartel contra un enemigo implacable, quienes apoyaban a la junta respondieron del mismo modo. Sólo esta explicación puede racionalizar por qué hombres habitualmente decentes pudieron comportarse posteriormente de una manera tan despiadada.<br /><br />Afortunadamente, el país se tranquilizó. Casualmente, no muy distinto a lo que sucedió en Chile a fines de los años 20 y comienzos de los 30, transcurrirían siete años antes de que se restaurara el gobierno constitucional: en 1980, los chilenos aprobaron una nueva Constitución que se convirtió en ley ese mismo año. Este documento compartía algunas de las características de su predecesor inmediato: continuaba basándose en un sistema de controles y contrapesos, manteniendo el sistema Presidencial. Pero esperando claramente limitar la autoridad del Presidente, este nuevo documento le concedió un poder desproporcionado a la legislatura. El Senado, por ejemplo, contaba con miembros designados que podían, si así lo deseaban, vetar las reformas. Habiéndose asegurado un cierto nivel de auspicio económico, los militares se convirtieron en los "garantes del orden institucional de la república", esencialmente, una cuarta rama de gobierno que podía intervenir en el proceso político si lo consideraba necesario.<br /><br />La Constitución de 1980 creó otro freno interno para el poder presidencial: el Consejo de Seguridad Nacional, compuesto principalmente por funcionarios no electos, que tiene aparentemente el derecho a rechazar las decisiones del Presidente si comprometen a la seguridad nacional. La nueva Constitución limitó además el poder del ejecutivo, obligando al gobierno central a transferir ciertas funciones a políticos municipales electos por el pueblo; asimismo redujo el poder del Presidente para designar a miembros de la administración. En otras palabras, las élites políticas intentaron asimilar la experiencia de los años de la Unidad Popular, creando así una nueva Constitución que, manteniendo el tradicional sistema presidencial, contara con dispositivos de seguridad para que otras ramas del gobierno impidieran que un futuro líder se convirtiera en un nuevo Allende.<br /><br />Así como la nueva Constitución efectuaba cambios políticos radicales, también alteraba las políticas económicas consagradas en la Constitución de 1925 y posteriormente reforzadas por instituciones como la CORFO. A partir de entonces, Chile se convirtió en el ejemplo del neoliberalismo.<br /><br />Curiosamente, el golpe y el nuevo gobierno militar que produjo envenenaron las relaciones diplomáticas de Chile con otros países. Estados Unidos y Gran Bretaña limitaron sus contactos con La Moneda; México, que convirtió al reconocimiento diplomático en la piedra angular de su política exterior, cerró su embajada en Santiago. Cuando se la compara con los excesos de la "guerra sucia" de Argentina, en la que murieron unas 30.000 personas, o el contraterrorismo de la guerra de Perú contra Sendero Luminoso, que asesinó entre 40 a 60.000 personas, la hostilidad mundial contra la represión del gobierno de Pinochet parece desproporcionada. Pero, para decirlo de un modo sencillo, Allende se había convertido en una figura mediática y su muerte heroica lo transformó en un mártir, no sólo a los ojos del bloque socialista, sino también a los de los intelectuales de Occidente.<br /><br />El golpe de 1973 y la consiguiente Constitución de 1980 dejaron otros legados: obligaron a Chile a convertirse en una democracia bipartidista "de facto", alteraron la composición del espectro político y cambiaron el tenor del diálogo político. Si el país hubiera conservado el viejo sistema de representación proporcional, Chile bien podría haber caído nuevamente en el pantano de partidos políticos fragmentados y de alianzas temporales. En lugar de ello han aparecido dos coaliciones y tal vez gracias a ellas, los partidos chilenos podrán evitar caer en las trampas de un partidismo excesivo.<br /><br /></span><span style="font-size:130%;"><strong>Una fase más<br /></strong><br />Así como la Guerra Civil y el subsiguiente régimen de Franco se convirtieron en un recuerdo obsesivo para España, el golpe de 1973 continúa afectando la vida de los chilenos. Habiendo experimentado dos extremos, la revolución institucionalizada y la represión institucionalizada, los regímenes que siguieron al golpe se han movido de una manera más cauta, pero inexorable, hacia una sociedad más abierta y también más humana. En cierto sentido, Chile está lentamente volviendo a un antiguo modelo de conducta: así como el cambio en la actitud pública moderó el sistema político establecido por la Constitución de 1833, el paso del tiempo, el deseo de reformas y un sentimiento de mayor confianza en la sabiduría de los chilenos modificará y le dará nueva forma a la Constitución de 1980. Durante este proceso, el país injertará las reformas radicales de Pinochet a las actuales instituciones chilenas y luego empleará la fusión de estos dos elementos dispares como base para conducir a la nación. Dentro de este contexto, tal vez podamos ver al golpe de 1973 como sólo una fase dentro del viaje evolutivo de Chile hacia la democracia y hacia una sociedad más humana. </span></div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1166561577491144282006-12-19T15:48:00.000-05:002006-12-19T15:52:57.510-05:00Los nuevos chilenos, desde 1990 hasta hoyPor Pablo Barrenechea<br /><br /><br /><div align="justify">Con la apertura al libre mercado durante el Régimen Militar, el rápido crecimiento económico desde los ´90 y la consiguiente globalización, la sociedad cambió radicalmente en lo económico, político y social. Chile democratizó el consumo; modificó la realidad laboral; se amplió y diversificó la clase media y aumentó el poder adquisitivo de los pobres. El mayor acceso a bienes y servicios nos hizo más exigentes e individualistas, con lo que las ideologías desaparecieron paulatinamente en pos de soluciones rápidas y concretas a nuestros problemas.</div><div align="justify"><br /><strong>Aspecto económico</strong>:</div><div align="justify"><br />Aumentó el poder adquisitivo de todas las clases socioeconómicas gracias a las tarjetas de crédito –ya no se necesitan años para ahorrar- ; demandando y especificando lo deseado. Aparecieron diversos canales de TV, tiendas de marcas, tipos de restoranes, cines, universidades… para el gusto de todos.</div><div align="justify"><br />Progresivamente se privatizaron las industrias y empresas nacionales; corporaciones extranjeras como Telefónica compró, por ejemplo, a la Compañía de Teléfonos de Chile –CTC-, al tiempo que la mayor demanda laboral facilitó la inserción de las mujeres, la que aumentó en 40 por ciento entre 1990 y 2000, ya sea por ser sostenedoras de hogar o por el encarecimiento de la vida.</div><div align="justify"><br /><strong>Aspecto político</strong>:</div><div align="justify"><br />La complejidad de las ideologías dio paso al pragmatismo en la forma de canalizar políticas concretas y rápidas. Ésta se hace cada vez más a través de los medios de comunicación; mejor demandar soluciones a través de programas televisivos como, por ejemplo, Hola Andrea, pues representan imagen e inmediatez.</div><div align="justify"><br />Asimismo, el “cosismo” –solucionar los problemas concretos de la gente- fue la nueva estrategia adoptada por algunos políticos, como el candidato presidencial de la derecha, Joaquín Lavín, para mostrar un nuevo estilo de gestión pública. La ciudadanía prefirió ver la creación de mediaguas antes que escuchar un discurso sobre cómo superar la pobreza, por ejemplo.<br /><br /><strong>Aspecto social</strong>:</div><div align="justify"><br />El individualismo se impuso al grupo. Importa más educarse con posgrados y MBAs antes que formar una familia; buscar el trabajo que nos dé mejor salario y experiencia antes que tener continuidad en una empresa.</div><div align="justify"><br />En cuanto a la educación superior, ésta aumentó su cobertura. El 45 por ciento de los alumnos de universidades tradicionales pertenece a hogares con ingresos mensuales inferiores a $278 mil mensuales. De ellos, el 70 por ciento fue la primera generación en acceder a la universidad.</div><div align="justify"><br />Pero esta evolución en la educación no fue igual en salud, pues la desigualdad socioeconómica expone a los más pobres a un sistema público de salud deficiente y a uno privado con alto costo. Un chileno con menos de 14 años de educación –por ende, con salario bajo- tiene 20 veces más posibilidades en promedio de contraer males respiratorios, hepáticos y cardiovasculares que alguien con estudios superiores, ya que puede acceder a mejor atención médica.</div><div align="justify"><br />En otro aspecto, si bien la familia tradicional –padres e hijos- predominó y predomina, la compuesta por una mujer como jefa de hogar –monoparental- aumentó sostenidamente desde 1990. </div><div align="justify"><br />Lo social conllevó comportamientos e identidades producto del consumo. Algunos grupos sociales a distinguir:</div><div align="justify"><br /><em>Los cinco estrellas</em>:<br />Ejecutivos y empresarios trabajólicos que necesitan mantener a familias de más de cinco niños en barrios exclusivos.<br />Reuniones: En el Club de Golf o el de Polo.<br />Vacaciones: Zapallar, lagos del sur, esquí en Aspen o Vail. Cruceros en el Mar Báltico o Costa Azul.<br />Leen: Diarios chilenos, The Economist, Bloomberg, y CNN por internet.<br />Compras: La mayor parte en el extranjero. En Chile, Burberry, Hermés.<br />Libros. Preferencia por las novelas históricas: Napoleón, Grecia y Roma.<br />Referentes: Andrónico Luksic, Sebastián Piñera.<br />Deportes: Golf, polo, rodeo, maratones, correr en yates, subir cerros.<br />Términos: Retail, bottom line.<br /><br /><em>La bohemia</em>:<br />Pueden prescindir del auto o celular último modelo, pero jamás dejan de comprar el libro del momento.<br />Reuniones: Liguria de M. Montt, El Toro, Emporio La Rosa.<br />Vacaciones: Tunquén, Isla Negra, Maitencillo.<br />Leen: Gatopardo, Etiqueta Negra y suscripciones a Vanity Fair.<br />Compras: Gam, Nostalgic, Orange Blue, Zara y la calle Manzano, en Patronato.<br />Libros: Autores como Vila Matas, Juan Villoro, Phillip Roth, Ian McEwan.<br />Referentes: Malucha Pinto, Aline Kuppenheim, Rafael Gumucio.<br />Deportes: Pilates y Yoga.<br />Términos: Notable, increíble.<br /><br /><em>El gay set</em>:<br />Ya no temen mostrarse y exigir sus gustos en el mercado como todos los demás.<br />Reuniones: El Mucca, El Toro y La Feria para bailar.<br />Vacaciones: Buenos Aires, Londres, Nueva York.<br />Leen: Revistas de diseño, como Wallpaper.<br />Compras: Zara, Hugo Boss, Calvin Klein.<br />Libros: de Pablo Simonetti o para los más intelectuales Coetzee.<br />Referentes: Nicole Kidman, Madonna, Miguel Bosé.<br />Deporte: Gimnasios, principalmente.<br /><br /><em>Emergentes</em>:<br />El esfuerzo está puesto en la familia, por eso ambos cónyuges trabajan en pos de un bienestar no siempre seguro.<br />Reuniones: Centros comerciales.<br />Vacaciones: Puerto Velero, Punta Puyai.<br />Leen: Ninguna revista específica.<br />Libros: Del tipo best seller, como el Código Da Vinci.<br />Referentes: María Eugenia Larraín, Kike Morandé.<br />Deportes: Tenis y fútbol.<br />Términos: Exclusivo, “aquí hay otro ambiente”.<br /><br /><em>Ejecutiva express</em>:<br />Abogadas e ingenieras, principalmente, están conscientes del éxito alcanzado y las responsabilidades que cargan.<br />Reuniones: Almuerzos de oficina en el Pinpilinpausha.<br />Vacaciones: Buenos Aires, Miami, Viña del Mar.<br />Compras: Zara, centro comercial Las Pataguas.<br />Libro: El más a la moda. Poco tiempo para la lectura.<br />Deporte: Yoga, pilates.<br />Referentes: Michelle Bachelet, Gloria Chevesich, Evelyn Matthei.<br />Terminos: Inteligencia emocional, liderazgo.<br /><br /><em>Tweens</em>:<br />Hoy, niños y adolescentes demandan bienes y servicios igual que sus padres.<br />Reuniones: Cualquier mall.<br />Compras: Maui, Foster, Fess.<br />Libros: Harry Potter, El señor de los anillos.<br />Referentes: Britney Spears, David Beckham.<br />Términos: Obvio, bacán, brígido, flaite.<br /> </div><br /><em><span style="font-size:85%;"><strong>Bibliografía</strong>:</span></em><br /><em><br /><span style="font-size:85%;">Halpern, Pablo. Los nuevos chilenos y las batallas por sus preferencias. Editorial Planeta, 2002.</span></em><br /><br /><em><span style="font-size:85%;">El Sábado, revista. Nro. 317, 16 de octubre de 2004. Cap. Estatus 2004.</span></em><br /><br /><em><span style="font-size:85%;">Capital, revista. Nro. 177. Cap. La patria millonaria.</span></em><br /><br /><em><span style="font-size:85%;">La Tercera, diario. Reportaje: “Luces y sombras de la nueva sociedad chilena”. Octubre de 2006. Cap. 1, 2, 3 y 5.</span></em>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1166221011636162272006-12-15T17:05:00.000-05:002006-12-15T17:21:40.260-05:00Desmantelar la CNI: prisión de Manuel Contreras y persecución a los “violadores de los Derechos Humanos”<em><span style="color:#666666;">Curso: Chile Contemporáneo</span></em><br /><em><span style="color:#666666;">Autora: María de los Angeles Uriarte</span></em><br /><br />Ver <a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Desmantelar%20la%20CNI.doc"><span style="color:#cc0000;"><em>abstract</em> de la presentación</span></a> y <a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Desmantelar%20la%20CNI.ppt"><em><span style="color:#cc0000;">power point</span></em> </a>de la misma.Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1166103241661508362006-12-14T08:30:00.000-05:002006-12-15T13:58:58.300-05:00Prensa y medios de comunicación durante la transición<div align="justify"><em><span style="color:#666666;">Margarita Otárola</span></em><br /><em><span style="color:#666666;">Curso Chile Contemporáneo</span></em><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Prensa%20durante%20la%20transición.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point de la presentación</span></a><br /><br /><br /><br /><strong>I. Antecedentes generales del sistema de medios</strong><br /><br /><em>1. Prensa Escrita:</em><br />Surge en el siglo pasado como expresión de ciertos grupos políticos que buscan influir en la conducción de la naciente república.<br />· Esta vinculación se mantiene durante buena parte del presente siglo.<br />Conformación de empresas periodísticas que logran una clara primacía en el mercado de la prensa escrita.<br />· La empresa líder ha sido El Mercurio.<br />· No logran restarles significación a los medios vinculados a partidos políticos.<br />Cuando asume el gobierno de la Unidad Popular en 1970, el peso de la "prensa política" aumenta.<br />· Comienzan a editarse publicaciones orientadas al enfrentamiento político. En la izquierda, revistas tales como Punto Final, Chile Hoy y el diario Puro Chile. En la Democracia Cristiana el diario La Prensa. También se aprecia la aparición de una "prensa de derecha", con las revistas Sepa y Tizona y el diario Tribuna.<br />Si bien el desarrollo de la prensa escrita ha tenido un fuerte impulso desde el sector privado, es claro que la conformación de este medio hasta 1973 se ve codeterminado por su estrecha relación con el campo político.<br /><br /><em>2. Radio:<br /></em>· La radio asume desde sus primeras transmisiones en Chile (1922) una estructura de carácter empresarial-comercial.<br />· El gran impulsor en Chile fue el sector privado que detectó tempranamente las posibilidades publicitarias que ofrecía este medio.<br />· Las primeras radios irán agrupándose en cadenas, con el fin de ampliar su cobertura en el territorio nacional.<br />· Será concebida principalmente como un medio destinado a la "entretención" y, en menor medida, a la información.<br />· La vinculación con partidos políticos tendrá menor intensidad y estará acotada a aquellos momentos de agudización del conflicto político.<br />· La presencia de otro tipo de estructuras de propiedad, como la universitaria o la estatal, fue más bien marginal y no tuvo gran influencia en su evolución.<br /><br /><em>3.Televisión:<br /></em>El sector privado no consigue autorización legal para operar canales de televisión hasta comienzos de los años 90.<br />Rechazo a la televisión privada por parte de diversos sectores políticos. Se piensa que estaría mejor cautelada en manos de las universidades y del Estado.<br />Con el gobierno de la Democracia Cristiana en 1964, se establecerá un consenso político de rechazo a la televisión privada.<br />No podría cumplir los objetivos de educación y cultura que sí podían las estaciones universitarias y la red estatal de televisión.<br />El consenso dará legitimidad al sistema "universitario-estatal“al encontrar una formulación jurídica: la Ley General que regula el funcionamiento de la televisión en 1970.<br /><br /><em>Tres aspectos de esta normativa jurídica son de gran importancia:<br /></em><br />1. Define los objetivos que debía cumplir la televisión: afirmar los valores nacionales y la dignidad de la familia; fomentar el desarrollo de la educación y la cultura; informar objetivamente sobre el acontecer nacional e internacional, etc.<br />2. Modifica la estructura de propiedad de la televisión y crea Televisión Nacional de Chile (TVN): permitiéndole así al Estado la explotación y utilización del medio televisivo, que pasa a ser el único autorizado para extenderse hacia todo el territorio nacional.<br />3. Introduce un organismo nuevo, el Consejo Nacional de Televisión: vela por el correcto funcionamiento" del medio, con facultades para dictar normas respecto de la programación y publicidad en los canales, pero sin interferir directa y anticipadamente en la programación que los canales han determinado.<br /><br />Con estos antecedentes es posible evaluar el impacto del régimen militar, que introdujo profundas modificaciones, sobre el sistema de medios existente hasta 1973.<br /><br />La relación del gobierno militar con los medios se ajusta a una lógica de control político, lo lleva a la eliminación de la prensa, intervención de la televisión, detención de periodistas y aplicación de censura, etc.<br />· Radios, revistas y diarios de propiedad de los partidos de izquierda que componían la Unidad Popular fueron confiscados por militares.<br />· Los de la Democracia Cristiana no fueron clausurados inmediatamente, sino que se vieron enfrentados a continuas restricciones y censuras, lo que determinó su cierre definitivo.<br />· El canal más afectado es el estatal (Televisión Nacional de Chile, TVN). Es intervenido inmediatamente ocupando sus dependencias, deteniendo a sus funcionarios y destruyendo material audiovisual.<br />· Todos los canales de televisión, fueron intervenidos por "rectores-delegados” de gobierno, suspendiéndose el principio de autonomía universitaria.<br /><br />Durante su fase de institucionalización en los ochenta mantendrá esa lógica de control. Sin embargo, dejará de ser la única y principal dinámica que rige la evolución del sistema comunicativo.<br /><br />Con la consolidación de la liberalización económica, el sector privado afianza su predominio sobre el sistema comunicativo, desarrollando una modernización del sistema.<br /><br />En el campo de la radio y la prensa escrita con la eliminación de los medios de propiedad de partidos políticos.<br />En la televisión, la idea de ser subvencionada por las universidades fue derrumbándose, debieron aceptar dinero por publicidad como forma de apaliar los gastos del crecimiento de las estaciones televisivas.<br />El reconocimiento de esta realidad vino con la Ley General de 1970 que permitió la publicidad comercial televisiva, aunque con diversas reglamentaciones.<br />En 1977 se eliminaron todas las restricciones que existían sobre la contratación y exhibición de publicidad, con lo cual el sector privado pasó a tener mayor injerencia. Esto se extendió con la aparición de la TV en 1990.<br />Este fenómeno se consolida definitivamente a partir de la década del 80, durante el llamado "boom económico", con la intensificación del consumo y el auge de la publicidad.<br />Por lo tanto, se genera una transición de un sistema comunicativo con eje en la prensa escrita, dependiente del Estado y centrado en política, a un sistema masivo articulado en torno a la TV, en manos privadas y orientado por el mercado.<br />Los medios experimentaron a partir de la mitad de los años ochenta una extrema dificultad, manejarse en la modernidad, de la cual son portadores, sin tomar distancia de la incongruencia entre un régimen de libertades en lo económico y restricciones en lo político.<br /><br /><em>Dos hitos comunicaciones durante la transición<br /></em><br />Visita del Papa(1987) y la televisión.<br />· Su visita marca el inicio de la "apertura" en la televisión chilena y, con ello, del propio orden autoritario (se trasmitió sin censura).<br />· Sirvió para justificar la presencia de dirigentes políticos opositores en televisión.<br />· Primera vez desde el golpe de Estado que sectores representantes de distintas tendencias políticas se reúnen a conversar en una misma mesa.<br />· Este tipo de programas se irán haciendo más habituales en el período anterior al plebiscito de 1988 e irán generando un clima propicio para el proceso de transición.<br /><br />La publicidad política televisiva en el plebiscito de 1988<br />· El plebiscito del 5 de octubre de 1988 debió aceptar un conjunto de garantías para asegurar transparencia y legitimidad democrática.<br />· Se establecía una franja de publicidad televisiva gratuita de media hora diaria,15 minutos para cada uno. Treinta días antes de la fecha del plebiscito.<br />· El equipo del NO era representativo del proceso de modernización que experimentaba el sistema comunicativo en Chile. Todos sus integrantes eran profesionales de mucho éxito en este medio.<br />· Sin la modernización previa de las comunicaciones no habría existido franja del NO.<br />· La presencia de la oposición en las pantallas de televisión, en un horario estelar y a través de una red de canales de televisión, tuvo por sí sola un enorme impacto político.<br />· El diseño del programa del NO, destinado a mostrar que los cambios políticos eran posibles, logró modificar las percepciones que existían en la ciudadanía.<br />· Después de las transmisiones con ocasión de la venida del Papa en abril de 1987, ningún programa de la televisión chilena tendría el impacto que logró la franja del NO.<br /><br /><strong>II. Los medios en la consolidación democrática<br /></strong><br />Se producen algunos cambios; pero dentro de una lógica de continuidad con el sistema que se había configurado en la segunda mitad de los años ochenta.<br />La estructura del sistema de medios pasa a estar completamente dominada por el sector privado.<br />Tres factores para la culminación del proceso privatización:<br /><br /><em>1. La crisis de los medios que se constituyeron desde el campo político.</em><br />• Afecta a medios que no poseen atributos no políticos como para contrarrestar la connotación negativa que el público le atribuye a la política.<br /><br /><em>2. Transformación de los medios gubernamentales en órganos públicos.</em><br />· Televisión Nacional pasa a ser un medio público, no gubernamental. Su estructura es de una persona jurídica de derecho público dirigida por un directorio aprobado por el Senado.<br />· Su autonomía le permite diseñar y ejecutar sus propias políticas de administración, gestión y programación, quedando al margen de cualquier injerencia del gobierno de turno.<br />· En el aspecto económico, se suprimen los privilegios que recibía del Estado, debiendo competir ahora en igualdad de condiciones con el resto de las empresas televisivas.<br /><br /><em>3. La apertura de la televisión a los agentes privados.</em><br /><br />· Las dos primeras estaciones privadas del país autorizadas por el Consejo Nacional de Televisión fueron Megavisión y La Red.<br />· Los medios siguen funcionales a la democratización, pero no como iniciadores del cambio político, sino agentes que contribuyen a la estabilidad democrática.<br /><br />Por último:<br />· En Chile no se producen rupturas ni cambios dramáticos en el sistema de medios con el fin del régimen autoritario y el inicio del proceso de consolidación democrática.<br />· La razón, es que el sistema comunicativo ya había experimentado y finalizado su propia transición, su proceso de modernización, con anterioridad a los cambios en el escenario político.<br />· Los únicos medios afectados por la transición, son los de oposición al régimen autoritario que se apoyaban exclusivamente en una lógica política.<br />· El resto de los medios, entra en un gradual proceso de reacomodo a las nuevas circunstancias políticas.<br />· Esta continuidad obedece a que el sistema comunicativo, había pasado a sostenerse sobre dinámicas económicas de mercado, rompiendo tutelajes y dependencias directas de factores políticos.<br /><br /> </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1166102858931925592006-12-14T08:23:00.000-05:002006-12-14T08:27:38.946-05:00Música en la transición<em><span style="color:#666666;">Curso Chile Contemporáneo</span></em><br /><em><span style="color:#666666;">Fernanda Quinteros</span></em><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><a name="OLE_LINK1">Para el estudio de la música durante la transición debe tomarse en cuenta lo que venía arrastrándose de la década de los ochenta.Gran parte del rock de los 80 funcionó como una forma de mostrar y decir cosas que los medios de comunicación no abordaban. </a><br /><br />La entrada del nuevo pop chileno coincide con un momento de semi apertura política sin necesidad de lenguaje encubierto. Además, surgirán canciones con un carácter lúdico, transgresor y simple.<br /><br />Los Prisioneros (agrupación con la cual se podría caracterizar el período) aparecieron en un momento en que la mayoría del público andaba tras de un ícono en qué creer. Uno de sus méritos fue que impulsaron desde el pop un discurso de crítica social, siendo directos y utilizando imágenes que hablaban de una juventud real. Afuera dejaron las metáforas, demostrando que la contestación no era privativa del Canto Nuevo.<br /><br />Jorge Gonzalez, fue líder de una generación desencantada. El conjunto sanmiguelino reflejó el descontento vital de una década donde imperó el relativismo moral y el descreimiento. Fueron férreos opositores al gobierno y denunciaron la cesantía, la sociedad carente de oportunidades, y dibujaron un retrato de todo el Chile medio-bajo al que afectaron las medidas económicas del oficialismo de la época. Los prisioneros dejaron un legado de bandas proletario-marginales que han hecho del resentimiento, la lucha de clases y la desconfianza de las instituciones, sus temas principales.<br /><br />Paralelamente la censura del régimen militar a toda manifestación artística y prohibición a eventos de masas – que no fuera deportivo o Festival de Viña- benefició al rock argentino. Los transandinos, que ya habían perdido las Malvinas, empezaron ocupar los diales Fm chilenos. Al contrario de lo que acá ocurría, en Argentina se incentivó la creación musical, por lo que en Chile el rock del otro lado de la cordillera tuvo un eco gigante y grupos como los Enanitos Verdes, Soda Stereo, Fito Paez, etc (ajenos a temáticas sociales).Tal vez los Prisioneros fueron el único grupo que junto a los Jaivas compitieron del igual a igual con los extranjeros.<br /><br />El rock argentino, en cierto modo, pavimentó el camino para las bandas nacionales. Pero fue la fuerte y exitosa irrupción de los Prisioneros la que impuso una tendencia a la música local que no se veía desde los años de la nueva ola. En 1986, la música en inglés era algo difícil de encontrar. Las radios programaban todo el día rock en español, cualquiera que llegara con un casette podía programar. Fue así como junto a los prisioneros surgieron y tuvieron difusión grupos y solistas de distinta calaña. Desde la experimentación de los electrodomésticos y la traducción que hizo Upa del new age, hasta Miguelo.<br /><br />El 7 de marzo de 1989 fue la primera venida de un artista internacional a Chile, tras casi diecisiete años de represión cultural: Rod Stewart . Lo importante no era quién venía, sino el hecho en sí. Con una afluencia de 70 mil personas el despliegue de equipos y la organización era algo que asombraba. Desde ahí viene una seguidilla de conciertos que desatan verdadera parafernalia como el de Guns N’ Roses en 92 y el de Michael Jackson en 95.<br /><br />No existía una escena musical que sustentara tanta programación local en las radios. Las radios empezaron a absorber todo el material más o menos bueno y al final esa cantera se empezó a acabar. Los principales grupos que empezaron a sufrir eso fueron los chilenos.<br /><br />Con el mercado nacional saturado y con la excepción de los prisioneros, sin poder expandirse al sector internacional, la mayoría de las bandas comenzó a desaparecer. Por lo que se formaron otros grupos a partir de los que desaparecían , pero en forma subterránea, underground.<br /><br />Son los signos típicos del arribo de una nueva generación inclasificable. Característica de este tiempo es la integración. Las corrientes musicales dejan de ser la bandera de grupos sociales marginados o emergentes. El rock chileno abandonó la pretensión de constituirse en movimiento y abrazó el proceso de mercantilización.<br /><br />“La música popular refleja el estado mental de la sociedad de donde proviene y es el mejor pulso para medir el estado real de las cosas” Fabio Salas.<br /><br />Con el paso a un gobierno civil se pensó que la apertura llevaría al enriquecimiento cultural para desembocar en la recuperación espiritual de la sociedad. Pero los gobiernos de Alwyn y Frei no tardaron de esconder las esperanzas tras un manto de tedio e inacción, que tuvo un efecto desmovilizador, apenas maquillado con el comienzo de los concursos públicos de subsidios estatales a la creación artística. Incluso las ilusiones llevaron a formar la Asociación de Trabajadores del Rock (1992), que gestionaría la vigencia de los derechos de músicos, pero que apenas alcanzó para la edición de dos compilaciones discográficas.<br /><br />La tecnología del disco compacto más el auge de la computación, influyeron en la necesidad de la escena rock nacional por sofisticar su propuesta en términos técnicos, para así poder tener la proyección internacional que proponía la incipiente globalización. Además, la injerencia notable de la industria musical internacional, manifestada en la presencia sostenida e influyente de sellos discográficos internacionales (Sony Music o Warner), significó la perspectiva clara para muchas bandas chilenas de proyectar su música hacia el extranjero. Aquí llega el discurso de profesionalización. A ello se le agrega la fuerte influencia del canal de televisión estadounidense MTV, que sigue siendo una tentadora vitrina.<br /><br />Así se fue seleccionando a las bandas y artistas que les sirvieran y excluyendo a todos los que fueran poco comerciales. Las bandas q entraron por primera vez al estudio comienzan a tomar el negocio más en serio. Se dice que este proceso fue sustentado por la llamada “Generación X”, comunicadores que con sus críticas “moldeaban” el mercado, decían representar al público. Pero la mayoría de los discos publicados resultaron un fracaso comercial y surgió la convicción que era poco rentable editar grupos nacionales, pues la escasa venta de sus discos no alcazaba ni a cubrir los gastos de edición y promoción. Este hecho restringió fuertemente sus fichajes de grupos con lo que todo volvió a ser como antes.<br /><br />Uno de los mejores grupos para retratar la música de los 90 son Los Tres. Se dice que su éxito y el favoritismo de la prensa hacia ellos, se dio netamente por las amistades que existían entre los integrantes y periodistas. Esto se argumenta con la desapercibida edición de su primer disco homónimo.Con el nacimiento de la rock and pop, se empezaron a tocar los temas del primer disco de Los Tres. Un hito en su carrera fue la presentación el año 1995, en las jornadas unplugged transmitidas por MTV (paradójico porque se negaban a ir a Martes 13 o al Festival de Viña). “Los Tres representaron la posición más figurativa del rock chileno bajo la transición concertacionista: suficientemente dietéticos y lights para gustar a la mayoría y con la cuota de demagogia necesaria para pasar por políticamente correctos” Fabio Salas.<br /><br />Otro grupo importante fue La Ley. Saltó a la fama cuando en Radio Concierto se empezó a programar su versión del clásico de los Rolling Stones “angie”. Se fueron a México, país desde el cual proyectaron su carrera musical hacia Norteamérica con importantes éxitos de venta y crítica. Firmaron contrato con Warner y ya para la grabación de su disco Invisible, el ingeniero y coproductor era de los que trabajaba con Michael Jackson y Barbara Streisand.<br /><br />Otra banda que nace en este período y que también juega más con la ambigüedad es Lucybell. Valenzuela, su vocalista, dice que le interesa más sugerir que contar, permitir que cada uno elabore sus interpretaciones.<br /><br />El cambio en el gusto masivo que se produjo al comenzar esta década tuvo mucho que ver con el surgimiento de nuevas bandas. Si Los Tres eran la cara de la escena local, también surgió una corriente autodeterminada alternativa, que se ocupó de traspasar aquellos modelos que poco a poco comenzaban a dominar el rock anglosajón. Existen tres referentes: el grunge norteamericano, el rock noise (con citas a Velvet Underground) y el pop neopsicodélico (herencia de la psicodelia setentera marcada por la autorreferencia del pop inglés).<br /><br />Toda esta recurrencia al psicodelismo y al rock de garage de los 70, no estaría completa sin el aporte del punk.<br /><br />De toda estos ingredientes salieron grupos diversos, desde Nirvana, Nine Inch Nails, Radiohead a Garbage. Y esta misma estilística fue copiada por los grupos alternativos chilenos. La música alternativa se transformó en la versión dominante de la historia rockera de los 90, debido al agotamiento y saturación de las pautas tradicionales. En Chile, su influencia no trajo buenos negocios, pero sí bandas lo suficientemente decididas para experimentar sin complejos, poniendo en la oferta musical otra opción. Ejemplos son: Pánico, Santos Dumont, La Floripondio, etc.<br /><br />Otro aspecto interesante en los 90 lo aporta la aparición interactiva del músico informado y del auditor especializado, esa interacción crea un nuevo tipo de canal y de comunicación artística.<br />Estilos que aparecen:<br /><br />Techno y pop electrónico: llegada de una figura inédita en el país, el Dj, que elabora todo su discurso sobre la base del montaje sonoro. Protagonistas de las primeras raves (Ej: Los Mismos, Bitman y Roban).<br /><br />Punk: Surgió en Chile cuando las circunstancias lo permitieron. A finales de los 80 en forma subterránea y pese a que nunca grabaron un disco oficial, exitosos surgieron los Pinochet Boys. Ya en los 90 aparecerán bandas punkies a imagen y semejanza de Sex Pistols o The Clash, mucho más politizados y centrados en una negación frontal del sistema imperante (EJ:Fiscales ad hok, Miserables, Bbs Paranoicos).<br /><br />Afro: cercanía al funk y al soul, aún menos al blues (EJ: De Kiruza, Mamma soul, Los Tetas, Chancho en Piedra).<br /><br />Hip hop: Empieza con una consabida condición de clase obrera y hoy tiene una variante más discotequera. Influencia de Estados Unidos, entra a través de las primeras películas de b-boys. Allá el rap es de la juventud afroamericana, en Chile emergió desde la juventud poblacional. (Ej: Panteras Negras-precursores-, Pozze Latina, Tiro de Gracia, Makiza).<br /><br />Lo que pasó en los ochenta fue muy especial porque había habido un período de más de una década donde no había pasado nada. Había que partir de nuevo. Toda la historia se les había cortado el año 73 y desde ahí para atrás hay una historia muy rica en música popular. Para lo 90 los intereses habían cambiado. Por ejemplo, Los Prisioneros aparecieron en un momento en que tanto la clase media como los sectores mas pobres compartían ciertas preocupaciones, tanto económicas como políticas. Hoy la clase media está más tranquila y preocupada de otras cosas. Los temas más populares de la actualidad o los más difundidos por los menos, tiene poco que ver con lo social. El amor es lo que preocupa actualmente.<br /><br />Este período se ve enmarcado en una generación que no termina de encontrarse a sí misma en esta frustrante transición a la democracia. La originalidad no es un elemento recurrente en la década, pero “no se le puede exigir pureza y originalidad cuando el rock, a estas alturas, ha sufrido toda clase de mescolanza”. Hay que asumir que dependemos culturalmente de todas las pautas que nos llegan desde el primer mundo. Hoy esa influencia se ve plasmada hasta en la vestimenta, instrumento mediante el cual se expresa una identidad.</div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165953903416548032006-12-12T15:02:00.000-05:002006-12-12T15:08:42.353-05:00El difícil retorno de la extrema izquierda durante la transición<em><span style="color:#666666;">Universidad Finis Terrae<br />Facultad de Ciencias Sociales<br />Escuela de Periodismo<br />Chile Contemporáneo</span></em><br /><em><span style="color:#666666;">Paz Saffie</span></em><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Izquierda%20en%20la%20transición.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a><br /><br /><br /><div align="justify"><strong>Golpe militar de 1973</strong><br /><br />El Golpe Militar no sólo culminó con la muerte del Presidente Allende, sino que terminó con la larga tradición democrática que caracterizaba a la República de Chile.<br /><br />Mientras algunos apoyaban la proclama contra “el marxismo”, que según Augusto Pinochet había emprendido el gobierno de Allende, otros auguraban que esta decisión no traería nada bueno. Y así fue para los miles de chilenos que abandonaron el país, mientras otros llevan el título de “detenidos desaparecidos”.<br /><br />A pesar de que la transición fue un período singularmente especial para la izquierda, puesto que primero actuó desde la clandestinidad, luego en una posición semipública, a través de diversos movimientos sociales, y, posteriormente, en la etapa de la apertura política, públicamente; muy por el contrario de lo que muchos pronosticaron, nunca dejaron de estar presentes en la escena política.<br /><br /><strong>El exilio socialista</strong><br /><br />Básicamente, lo que dividió a los socialistas, antes, durante y después del gobierno de Allende, era “la forma” en que se tenía que llegar a la revolución.<br /><br />Mientras que los “gradualistas” planteaban la vía pacífica, sin el uso de armas, los rupturitas proclamaban la revolución por medio de los recursos armamentistas.<br /><br />Paralelamente a la organización clandestina que los socialistas exiliados realizaban en el exterior, en Chile, y, tras la idea de terminar con la “dictadura” que prometía perpetuar a Pinochet en el poder, se comenzó a fraguar la conformación de un movimiento de izquierda extrema. Así, el nuevo proyecto se denominó “Frente Popular Manuel Rodríguez” y, además de hacer tambalear la tranquilidad que el gobierno militar pretendía, sus acciones han tenido grandes repercusiones en la historia de nuestro país.<br /><br /><strong>Orígenes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez</strong><br /><br />- Es un grupo guerrillero de extrema izquierda que inició sus actividades el 14 de diciembre de 1983.<br />- Su nombre es en honor al héroe de la Independencia chilena Manuel Rodríguez.<br />- Desde su fundación, se convierte en el brazo armado del Partido Comunista, del cual se desvincula en 1987, transformándose en una organización autónoma.<br />- Entre 1983 y 1984, el Frente realizó 1889 acciones desestabilizadoras, donde 1138 fueron con explosivos, 229 sabotajes, 163 asaltos a mano armada, 36 atentados selectivos y 47 sabotajes mayores. Recién en 1985 el frente estuvo en condiciones de operar a un ciento por ciento de su capacidad.<br /><br /><strong>Acciones del FPMR</strong><br /><br />1.- Agitación y propaganda armada.<br />2.- Sabotajes.<br />3.- Ataques y emboscadas.<br />4.- Preparativos y concentraciones.<br />5.- Ejecuciones o “ajusticionamientos”.<br />6.- Secuestros.<br /><br /><strong>Carrizal Bajo</strong><br /><br />En mayo de 1986, hombres de las Tropas Especiales Cubanas entregaron en altamar la primera de tres partidas de armas enviadas por el Gobierno de Fidel Castro. Este arsenal, destinado al FPMR, forma parte de la más grande internación ilegal, que tuvo un costo de 30 millones de dólares, lo que se traduce en un aproximado de ochenta toneladas de material bélico.<br /><br />A pesar de que participaron más de 500 personas en este operativo, las fuerzas de seguridad de Augusto Pinochet descubrieron el 90 por ciento de las armas desembarcadas, producto de una falla en la seguridad del plan.<br /><br />Entre los errores que dieron por fracasada la operación, en primer lugar se encuentra, la utilización de recursos en zonas en que no existen, además, del hecho de que uno de los vigilantes se habría descuidado al quedarse dormido.<br /><br /><strong>Operación Siglo XX: atentado contra Augusto Pinochet<br /></strong><br />La emboscada se desarrolló el 7 de septiembre de 1986, con las armas internadas por Carrizal Bajo que alcanzaron a distribuirse antes que la CNI las descubriera, mientras Augusto Pinochet se trasladaba junto a su nieto y a su comitiva desde su residencia en El Melocotón, ubicada en las cercanías del Cajón del Maipo a Santiago.<br /><br />La comitiva, compuesta por 3 vehículos de seguridad, 2 motos de Carabineros y dos automóviles Mercedes Benz blindados, fue atacada por una veintena de frentistas armados con fusiles M-16 y Cohetes Low.<br /><br />Pinochet sobrevivió gracias a una falla del cohete que impactó su automóvi, ya que éste nunca explotó; sin embargo, perecieron cinco de sus escoltas.<br /><br />El fracaso de esta operación fue el detonante de una crisis interna en el FPMR, que acabó con la unidad dentro de la organización y con el distanciamiento entre éste y el PC en 1987.<br /><br /><strong>Asesinato de Jaime Guzmán Errázuriz</strong><br /><br />El 1º de abril de 1991, a las 18 horas, fue asesinado en la entrada principal del Campus Oriente de la Universidad Católica.<br /><br />Dos jóvenes del frente se acercaron a su vehículo Subaru Legacy mientras esperaba detenido en un semáforo, y le dispararon a quemarropa al senador de la UDI.<br /><br />Su chofer lo trasladó de inmediato al Hospital Militar, donde falleció alrededor de las 21:30 horas.<br /><br />Jaime Guzmán Errázuriz fue previamente escogido dentro de todos los políticos, por ser la figura máxima de la derecha de la época. Entró al gobierno como consultor de Gustavo Leigh, y luego mantuvo estrechas relaciones con Augusto Pinochet.<br /><br />Mientras algunos lo sindicalizaban como el precursor de los exilios políticos, otros, inclusive de izquierda, reconocen que intercedió a favor de algunos exiliados que querían retornar al país.<br /><br /><strong>Secuestro de Cristián Edwards</strong><br /><br />- Tuvo lugar el 9 de septiembre de 1991, pero sólo fue confirmado por el gobierno el 25 de ese mes. Lo mantuvieron detenido durante 5 meses, antes de que fuese liberado el 1º de febrero en las inmediaciones del Parque Brasil.<br />- Elección del objetivo: por la capacidad de su familia de pagar el rescate, y por la vinculación que su padre, Agustín Edwards, tuvo con la CIA, antes y durante el gobierno de Salvador Allende.<br />- Razones: El FPMR se hallaba en la necesidad de contar con recursos para desarrollar su acción política y para reorganizarse internamente, garantizando la sobrevida de su numerosa militancia clandestina, acosada por la acción represiva y expuesta al conocimiento de los nuevos organismos de seguridad.<br />- No le sometieron a ningún tipo de tortura o maltrato más que la privación de su libertad, inclusive se le realizaron cinco chequeos médicos en su tiempo de secuestro.<br />- Por el rescate se canceló más de un millón de dólares, que fueron entregados con la mediación del Sacerdote Renato Poblete.<br />- En marzo de 1992, un mes después de la liberación, comenzaron las detenciones de seis personas: Miguel Martínez, Maritza Jara, Mauricio Hernández, Ricardo Palma, María Cristina San Juan y Rafael Escorza.<br /><br /><strong>Rescate desde la Cárcel de Alta Seguridad<br /></strong><br />El lunes 30 de diciembre de 1996 a las 15:35 horas, un helicóptero Bell de la empresa Lassa, sobrevoló a unos 20 metros las inmediaciones de la Penitenciaría.<br /><br />Antes de que Gendarmería saliera de su sorpresa, dos fusileros con M-16 dispararon una serie de ráfagas cortas sobre la administración central de comunicaciones y las casetas instaladas sobre los muros de la CAS.<br /><br />Desde el helicóptero se arrojó un pequeño canastillo de material blindado atado a una cuerda reforzada de 15 metros, que soportó el peso de los cuatro militantes del FPMR que fueron elevados peligrosamente por sobre los muros y alambrados llegando intactos hasta el Parque Brasil, donde aterrizaron y se dieron a la fuga.<br /><br />La operación duró sólo un par de minutos y significó la liberación de Mauricio Hernández Norambuena, Ricardo Palma Salamanca, Pablo Muñoz Hofmann y Patricio Ortiz Montenegro.<br /><br /><strong>La izquierda extrema luego de la transición</strong><br /><br />La política que emprendió el gobierno de Augusto Pinochet, por desarticular todo movimiento subversivo que existiera, si bien, no tuvo los frutos esperados, ya que los atentados fueron aumentando cada vez más su violencia, la extrema izquierda que se divisa después de la transición es muy distinta a la de aquella época, y esto se debe, en parte, a que movimientos como el FPMR tenían como principal objetivo terminar con el reinado de Pinochet.<br /><br />Si bien hoy seguimos hablando de la existencia de aquel grupo guerrillero, su “modus operandi” es totalmente distinto al que se vivió en aquella época. Participan activamente en la alianza “Juntos Podemos Más”. Dejaron de lado la violencia extrema, los ataques e, inclusive los robos, y sólo aparecen en ocasiones específicas, como lo hicieron este año, para participar del conflicto entre los estudiantes secundarios y el gobierno de Michelle Bachelet. </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165951564525972982006-12-12T14:21:00.000-05:002006-12-12T14:33:27.510-05:00El día en que Chile dijo ¡No!<div align="justify"><em><span style="color:#666666;">Universidad Finis Terrae<br />Facultad de Ciencias Sociales<br />Historia de Chile Contemporáneo<br />Patricia Cárdenas Valdés</span></em></div><div align="justify"><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/El%20día%20que%20Chile%20dijo%20no.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a></div><div align="justify"></div><div align="justify"><strong><br />1. Antecedentes generales de la gestación del Plebiscito.</strong> </div><div align="justify"><br />Producto de la crisis económica, que afectó al país entre los años 1981 y 1984, surgen de manera espontánea una serie de paros y protestas que hacen que renazca la oposición al régimen. Como producto de la crisis económica, de los paros y protestas que surgen, Sergio Onofre Jarpa es nombrado ministro del interior, y este quien inicia una política de apertura permitiendo cierta libertad de prensa y que vuelvan algunos exiliados. </div><div align="justify"><br />Esta apertura permite que los partidos de oposición vuelvan a surgir y que busquen acuerdos para tratar así de derrotar a Pinochet de manera legal, en el plebiscito que estaba establecido por la Constitución de 1980. Es así como surge la Alianza Democrática formada por la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, constituyéndose el 2 de febrero de 1988 la Concertación de Partidos por el No. Por otra parte, a mediados de los 80` dentro de los partidos que apoyaban al gobierno se comienzan a desarrollar una serie de conflictos que terminarán con el surgimiento de dos partidos totalmente distintos, estos son la Unión Demócrata Independiente y la Renovación Nacional. La división entre estos dos grupos se da principalmente por el nivel de apoyo existente hacia Pinochet. </div><div align="justify"><br />Ya encontrándose en marcha la idea del Plebiscito, el 16 de julio de 1985, la Junta aprueba la ley del Tribunal Calificador de Elecciones, un proyecto que el régimen consideraba menor, pues este no funcionaría sino hasta la última fase de la transición, cuando se eligiera el primer Parlamento (1). A pesar del debate producido al interior de las sesiones de la Junta, el Tribunal Calificador funcionaria para el Plebiscito, con motivo del establecimiento de la legitimidad. Bajo este fin, se fue mucho más lejos, pues el Articulo 10º Transitorio, mencionaba que los partidos políticos no podrían funcionar legalmente sino hasta que se dictara la ley Orgánica constitucional correspondiente (2). Pero si esta no existía, ¿cómo podrían funcionar los sistemas de control y vigilancia en el plebiscito? El extenso razonamiento de Valenzuela Somarriva provocó una división en el interior del gobierno. Se debían dictar leyes complementarias del sistema político: la de inscripciones electorales y la de partidos. En cuanto a la propaganda, sus fuentes de financiamiento sólo podrían ser nacionales. “Tendrían espacios en la prensa y la televisión a partir de 30 días antes y hasta el tercer día anterior al plebiscito” (3). Por último, se estableció la gratuidad del espacio de quince minutos por opción en la televisión y fijaba la fecha para elecciones parlamentarias y presidenciales en el 14 de diciembre de 1989, en caso del triunfo del No. </div><div align="justify"><br /><strong>2. El Plebiscito en Marcha</strong> </div><div align="justify"><br />En este plebiscito, a diferencia con lo ocurrido durante el de 1980 y de la Consulta realizada en 1978, hubo campaña política para ambas posiciones. Las que estuvieron marcadas por una gran participación ciudadana y por la utilización de todos los medios posibles para acaparar la atención. Para la difusión de las ideas de cada posición se utilizaron todos los medios posibles, destacándose la importancia que tuvo la televisión, que desde el 5 de Septiembre y hasta el 1 de Octubre emitió la franja política, la que fue vista por el 90.6% de la población, franja que tenía una duración de 30 minutos diarios, los que eran repartidos de manera equitativa para ambas opciones (4). Otro medio que fue utilizado por ambas opciones fue el de las grandes concentraciones. La campaña del No, era en el plebiscito la alternativa que apostaba por el cambio y por la renovación del sistema político vigente desde 1973, en donde todo el poder estaba en manos de una sola persona, la que gobernaba con poderes dictatoriales. La alternativa del No estaba representada por una parte de la oposición al régimen, la que quería derrotar a Augusto Pinochet de manera legal. Las agrupaciones que conformaban esta oposición conformaron la Concertación de Partidos por el No. La campaña, estaba realizada por publicistas y cineastas, los que tuvieron un gran acierto al no pelear frontalmente con Pinochet. Por otra parte, la campaña del Si, era la opción que postulaba al general Augusto Pinochet como candidato a la presidencia por 8 años, en los cuales gobernaría dentro de la ley, en una democracia. La campaña del Sí fue realizada en un primer momento por miembros de las Fuerzas Armadas. Pero ante los malos resultados obtenidos y las fuertes críticas obtenidas, las que venían incluso de los propios miembros del gobierno, este pide ayuda a los civiles, entre los que se destacan por su fuerte colaboración, Joaquín Lavín y Jovino Novoa . Esta se basada en comparar el presente donde había orden con un pasado desordenado y caótico. Lo que buscaban como campaña era revivir el ambiente previo al golpe de 1973. Como campaña se asemejó mucho a lo que se podría catalogar como una campaña del terror. </div><div align="justify"><br /><strong>3. Resultados</strong> </div><div align="justify"><br />El miércoles 5 de octubre de 1988, la población que voto en el plebiscito fue de más de siete millones de personas, incluyendo una gran participación de la juventud. Era una votación en la que cualquier cosa podía ocurrir, ya que las encuestas daban resultados contradictorios entre sí. El recuento de votos fue un aspecto de vital importancia en el proceso electoral de octubre de 1988, ya que casi la mitad de la población no creía en la veracidad de los resultados que entregaría el gobierno, pese a la creación del Tribunal Constitucional que tenía como objetivo resguardar la transparencia de la elección. Finalmente a los partidarios del Sí no les queda otra opción que la de reconocer el triunfo del No. Los resultados fueron: total escrutados: 7.263.241; votos por el Si: 3.111.875, equivalente a un 43.00% y votos por el no 3.959.495, equivalentes a un 54.70%. los nulos llegaron a un 1.30% y los blancos a 0,90%.<br /><br /><em><span style="font-size:78%;">Cavallo, Ascanio, La Historia Oculta del Régimen Militar: Chile 1973- 1988. Editorial Antártica S.A. Chile. 1989. P. 555<br />2 Ibid. P. 556<br />3 Ibid. P. 562<br />4 Ibid.P. 573</span></em> </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165950801254788262006-12-12T14:11:00.000-05:002006-12-12T14:31:33.390-05:00De las protestas al plebiscito (1982-1989)<div align="justify">Arlene Tapia Martin</div><div align="justify">Diciembre 2006</div><div align="justify"><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/De%20las%20protestas%20al%20plebiscito.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a></div><div align="justify"> </div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />La transición chilena se identifica por ser una de las más lentas y pausadas del “boom” democrático que azotó a a América Latina en los 80s. Un observador europeo piensa que “los chilenos están inventando la transición indolora”. Los logros y los espejismos de esta particular vía chilena hacia la democracia (con Lada y tarjeta de crédito) forman la base de esta lentitud”.<br /><br /><strong>Crisis del modelo</strong>:<br /><br />“Hacia 1985 o 1986 cada trabajador chileno va a tener auto, casa y televisor. No va a tener un Rolls Royce, pero va a tener una citroneta del 75”<br /><br />Entre 1975 y 1982 el endeudamiento del país había pasado de los 4 mil 584 a los 15 mil 542 millones de dólares.<br /><br />El desempleo bordeaba el 30% de la fuerza laboral.<br /><br />La rabia juvenil era creciente. La insurgencia civil vuelve. El seis de agosto de 1983 nace la “Alianza democrática”. El PC no queda atrás y comienzan los movimientos del “Frente Patriótico Manuel Rodríguez”.<br /><br />El debilitamiento del modelo económico motivaba al pueblo a exigir respuestas. La fuerte reopresión con la que el régimen respondió trajeron las protestas de regreso y sin miedo.<br /><br /><strong>Búsqueda de soluciones<br /></strong><br />Sergio Onofre Jarpa en el gobierno y su política abierta. Cuestionamiento de los “duros” y divisiones al interior del régimen. Francisco Javier Cuadra asume en 1984, como Secretario general de gobierno, con una nueva estrategia. En 1985 se rearticuló el gabinete y Pinochet vuelve a respirar.<br /><br />Se establecen dos líneas jurídico-institucional y la económico-social.<br /><br /><strong>Militares en las poblaciones<br /></strong><br />La oposición sigue en plena rearticulación. Monseñor Fresno le pide al general que tenga un gran gesto. Las acciones masivas de protestas se habían reiniciado. El gobierno se endureció.<br /><br /><strong>Problemas de la sucesión<br /></strong><br />Sartori logra adivinar cuál es el talón de Aquiles de los gobiernos dictatoriales: La sucesión. No son una monarquía y por tanto no pueden asegurar quién los sucederá y si éste seguirá las mismas líneas.<br />Pinochet no estaba exento de aquello.<br /><br />La regulación sucesoria en Chile quedó establecida en los artículos transitorios de la Constitución de 1980 y giró en torno a un plebiscito con carácter de una elección no competitiva de la que saldría electo el presidente de la República. l regulación sucesoria no se logró desarrollar, principalmente, por tres aspectos:</div><br />Cambios gatillados por la crisis económica de 1982-1983 y la política de apertura, impulsada para detener a los trabajadores y sus protestas.<br /><br />Influyó el complejo orden institucional establecido para dar credibilidad al plebiscito, promoviendo una competencia electoral más equilibrada.<br />La capacidad electoral alcanzada por la oposición democrática.<br /><br /><span style="font-size:78%;"><em>(1) Otano, Rafael. “Crónica de la transición”. Planeta. Santiago. 1995 Pág. 10.(2) Discurso general Pinochet 1979.</em></span><br /><span style="font-size:78%;"><em></em></span><br /><span style="font-size:78%;"><em>(2) Discurso general Pinochet 1979.</em></span>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165879852256811362006-12-11T18:23:00.000-05:002006-12-11T18:31:50.773-05:00Ocaso del movimiento sindical<em><span style="color:#666666;">Universidad Finnis Terrae<br />Escuela de Periodismo<br />Trabajo de Chile Contemporáneo<br />Profesor: Ignacio Muñoz Delaunoy</span></em><br /><em><span style="color:#666666;">Alumna: M. Ignacia Valdés</span></em><br /><br /><div align="justify">Estudio que muestra los cambios estructurales que sufrió el movimiento sindical desde su cúspide a comienzos de los ’70, pasando por la decadencia sufrida durante el régimen militar, cerrando con la etapa de limitada recuperación vivida durante la transición. </div><br />Más información en:<br /><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Ocaso%20del%20poder%20sindical.doc"><span style="color:#cc0000;">Resumen ejecutivo</span></a><br /><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Ocaso%20del%20poder%20sindical.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165879216294576272006-12-11T18:14:00.000-05:002006-12-11T18:22:03.933-05:00Transición de la derecha<div align="justify"><em><span style="color:#333333;">José Luis Lagos</span></em></div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;">Alumno periodismo</span></em></div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;">Noviembre 2006</span></em></div><div align="justify"></div><div align="justify"><a href="La"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a></div><div align="justify"></div><div align="justify"><strong><br />La UDI y el importante pensamiento de su creador</strong><br /><br />La Unión Demócrata Independiente, surgió durante el régimen del general Augusto Pinochet, en septiembre de 1983. Tuvo un rol totalmente opositor al del gobierno de Salvador Allende. Se consolida luego de haber sido por varios años el “gremialismo”.<br /><br />El gremialismo era un grupo de jóvenes, especialmente de la Universidad Católica (FEUC), con el fin de crear una política de derecha distinta que sea capaz de sobrepasar a la concertación. El creador de este movimiento en 1965, y que posteriormente fundaría la UDI, fue Jaime Guzmán.<br /><br />Guzmán, tenía sólo 27 años al momento del golpe Militar, se había hecho conocido por su política contraria al gobierno de la Unidad Popular. Fue panelista del principal programa político de la televisión, a esta hora se improvisa. Además de ser el actor más influyente en el régimen militar. Era un hombre convencido que los militares se quedarían largo tiempo en el poder, aunque sabiendo que lo debían entregar a los civiles, pero en un futuro lejano. Lo cual con el tiempo el gremialista se fue dando cuenta que don Augusto Pinochet no estaba dispuesto o no quería dejar el gobierno.<br /><br />Pero para que se lograse lo anteriormente señalado, Guzmán decía que “debía existir un gobierno político formado por civiles que hubiesen apoyado la dictadura”. Este debía ser un partido distinto a los que habían existido en la derecha a lo largo de la historia, que en punto de vista para los militares, habían fracasado al no poder contener el crecimiento de la concertación. Es así como comienza Jaime a proponerse trabajar a fondo con el régimen militar. Claro que con el doble objetivo de que tuviera éxito y con esto, llegar a convertirse en la mayor fuerza política cuando lo militares volviesen a sus acantonamientos.<br /><br />Guzmán se manifestaba con un respaldo completo a las políticas militares, incluida la cancelación de los derechos individuales y los atropellos a los derechos humanos. Fue así como apoyo rotundamente el uso de la violencia, y recomendaba seguir con “dureza y energía” evitando así convertirse en una “dicta-blanda”. Es con la cita continuación como se refiere y aborda este tema:<br /><br />“El éxito de la Junta está directamente ligado a su dureza y energía, que el país espera y aplaude. Todo complejo o vacilación a este propósito será nefasto. El país sabe que afronta una dictadura y lo acepta. Sólo exige que ésta se ejerza con justicia y sin arbitrariedades. Véase si no la increíble pasividad con que se ha recibido por el estudiantado la intervención de las Universidades, medida que en todas partes ha suscitado violenta resistencia. Transformar la dictadura en “dicta-blanda” sería un error de consecuencias imprevisibles. Es justamente lo que el marxismo espera desde las sombras”.<br /><br />Uno de los cargos importantes que tuvo fue entre el 70 y el 72, como miembro del Consejo Político de extrema derecha Patria y Libertad. Movimiento creado por el abogado Pablo Rodríguez, para tratar de evitar que Allende fuera elegido por el congreso pleno, luego de que no había obtenido en las elecciones, la mayoría absoluta de la población. Además el fundador de la UDI tenía cierta crítica y molestia con el pensamiento que mantenía la Iglesia en Chile, que tuvo una actitud social crítica ante las injusticias sociales y que desde el comienzo se mantuvo distante del régimen militar, defendiendo a los perseguidos. Guzmán fue un gran admirador del régimen de Franco en España, y en el aspecto de la Iglesia hubo un catolicismo más tradicionalista. La Iglesia católica española mantenía un discurso anticomunista que la levó a respaldar la “cruzada” en la guerra civil y apoyar el régimen hasta fine de los 60.<br /><br />Jaime Guzmán no ocupo un cargo de autoridad durante el régimen militar, ya que optó por tener una amplia libertad de ejercicio para dedicarse al desarrollo del movimiento gremial, fue su principal objetivo<br /><br />El distanciamiento que tuvo guzmán con la concertación, no fue sólo por la notable admiración a la España de Franco, sino también por la influencia que ejercieron sobre él alguno intelectuales y políticos de derecha, donde fue mi importante la palabra del ex presidente Jorge Alessandri.<br /><br /><strong>La importancia del apoyo juvenil<br /></strong><br />Para Guzmán era muy importante el tema de los jóvenes, decía que aquí estaba el futuro de Chile y a ellos había que encaminarlos para que pertenecieran a este grupo político de derecha. Por esta razón se crea la Secretaría de la Juventud. Fue así como en un extenso memorándum a la Junta de Gobierno el Líder gremialista propuso a los militares poner acento en conseguir el apoyo de la juventud, diciendo así:<br /><br />“(Se debe ofrecer) a la juventud una gran tarea: hacer de Chile una gran nación. Jamás podría conquistarse a la juventud para un simple gobierno de administración, por eficiente que éste fuere… Por ello, es menester ir dotando al Gobierno de un contenido de ideas cada vez más completo y orgánico, dentro de la perspectiva nacionalista, realista y pragmática que caracteriza al actual régimen.<br /><br />El trabajo de la juventud no descuido a los militares, por lo cual entre ellos también había jóvenes. Con palabras sabias se refiere Carlos Huneus en su texto, El Chile después de Pinochet.<br />“La secretaria de la juventud tendría por objetivo transformar el apoyo de la juvenil en un elemento de vigor intelectual al régimen y acentúe el carácter militante de la reconstrucción nacional”.<br /><br />Guzmán pensaba que el gobierno debía crear una base estable de apoyo que fuera capaz de enfrentar políticamente la labor de los grupos de oposición. Esta eficaz labor del gremialismo en la Secretaría de la juventud fue apreciada por el general Pinochet, señalando que sus actividades están dirigidas a “impregnar a la juventud de un nuevo espíritu fundamentado de valores cristianos, el amor a la patria, el esfuerzo y la creación personal”. El general dio un amplio apoyo a la institución, de hecho en marco de uno de los días de la juventud, anunció el programa de institucionalización del régimen, conocido como “el discurso de Chacarillas”. Así es como los “gremilistas” se declaran totalmente pinochetista, convocando al apoyo a éste. Esto último fue molestando al general, ya que lo hacían con fines de fortalecerse como gremio y su influencia sobre él.<br /><br />Jaime Guzmán no tuvo el éxito esperado al crear el único partido de derecha. Además las relaciones con Pinochet después del plebiscito del 80 se debilitaron, por el rechazo de los otros sectores hacia el gremialismo. Es aquí donde nace la Unión Demócrata Independiente.<br /><br /><strong>Diferencias UDI y Renovación Nacional</strong><br /><br />La gente que participo de RN, nunca fue muy ligada al gobierno de Pinochet como lo fue la UDI. No estaba tan de acuerdo en que Pinochet continuar como Presidente sino que preferían a un civil, y que fuese como ellos.<br /><br />Sólo tres funcionarios de Renovación Nacional, fueron parte de la Secretaría de la Juventud. Pedro Sabat, Raúl Urrutia y Félix Viveros. Con esto se explica la diferencias entre ambos partidos, el gremio siempre quiso a sus personas más cercanas y con calzaran exactamente con el pensamiento de la institución. El nacimiento de la UDI sorprendió a grupos de derecha que participaron y colaboraron con los militares y surgieron nuevos partidos, pero que no tendrían la misma importancia y duración que tuvo el formado por Guzmán. Uno de estos nuevos fue el MUN (movimiento de Unidad Nacional), creado por Andrés Allamand.<br /><br />Es en 1987 cuando los partidos de derecha se aliaron, creando así a Renovación Nacional. La creación de este complico a Guzmán, pus aquí se encontraban todos aquellos políticos que antes había criticado, y lo obligo a trabajar junto a ellos. Pero el líder de la UDI no previó la magnitud que tendría RN, y los pensamientos de esta institución no eran los mismos que el gremialista. La mayor diferencia existente entre ambos bandos era la candidatura del general Pinochet por parte de la Unión Demócrata Independiente y de un civil por mayoría de Renovación Nacional.<br /><br />Aunque Guzmán era el vicepresidente de RN, nunca compartió las políticas e ideales de éste. Es así como el hecho que provoca la ruptura de las relaciones entre Guzmán y la institución, fue la decisión de Líder gremialista de desconocer las elecciones convocadas en marzo de 1988, para elegir las autoridades definitivas del nuevo partido. Fue castigado drásticamente por el hecho y no le dio chancee, así fue expulsado del partido el 21 de abril de 1988. Así también fue como los militantes de la UDI decidieron renunciar y seguir a su fundador.<br /><br />La UDI se recrea como partido individual, y llamaron a apoyar a Pinochet y votar por el “si”. Por otero lado RN apoyo al ex ministro de hacienda, Hernán Buche, por la presidencia, lo cual marco fuertes diferencias entre los dos bandos de la derecha.<br /><br />La unión demócrata Independiente enfrento las parlamentarias de 1989, con cierta dificultad. Por una parte había apoyado al gobierno militar, que había sido derrotado. Por otra parte, la UDI no podía desconocer las importancia del voto pinochetista. Pero a pesar del conflicto sucedido un año antes de las parlamentarias, la derecha se unió para enfrentar el binominal, y sacar escaños frente a los difíciles candidatos de la concertación. Esta medida fue clave, porque RN se había mantenido más distante del régimen, por lo cual se podía contar con los votos de los conservadores que habían respaldado el partido.<br /><br />Los candidatos para Santiago poniente eran, Jaime Guzmán del gremio, por la concertación los presidentes de los partidos, Andrés Zaldívar (PDC), Ricardo Lagos (PPD), y el abogado Miguel Otero de RN.<br /><br />La UDI logro un buen resultado es estas elecciones, saliendo elegidos 14 diputados y adjudicándose el 14,5% de los votos, aunque estaba en desventaja con RN, que logro 33 diputados, con el 19,5% de los votos, era un buen punto de partida para enfrentar la democratización. Los gremialistas pudieron disminuir su distancia con Renovación en las elecciones siguientes, como resultado de un buen trabajo político, y una mejor organización geográfica.<br /><br />Un aspecto importante de señalar es lo dividida que se vio RN en su interior por diferencias internas, por lo que no pudo consolidarse como un partido de centro-derecha distante del régimen de Pinochet. La UDI no se vio perjudicada por haber surgido durante el régimen. Debido a la simpatía que goza don Augusto Pinochet y el gobierno militar en la población.<br /><br /><strong>Conclusión<br /></strong><br />Hemos dicho que la UDI estuvo muy vinculada con el régimen militar, esto no quiere decir que RN no lo haya hecho, la mayoría de los candidatos a las elecciones parlamentarias de 1989 fueron seleccionados mayoritariamente entre personas que habían participado del gobierno de Pinochet. Sobre la discrepancia ideológica de UDI y RN no hay mucha diferencia, en cuanto a lo programático el gremio no tiene una posición muy definida en temas que le den una identidad propia, cosa que lo ha reemplazado en el ultimo tiempo asumiendo las tesis de RN y dejando en una segundo lugar su coyuntura con las instituciones heredadas del régimen militar.</div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165878824412231132006-12-11T18:08:00.000-05:002006-12-11T18:13:44.416-05:00Democracia Cristiana en la transición<div align="justify"><em><span style="color:#333333;">Facultad de Ciencias Sociales<br />Escuela de Periodismo<br />Chile Contemporáneo<br />Profesor: Ignacio Muñoz<br />Gladys Piérola M.<br />20 de noviembre de 2006<br /></span></em> </div><div align="justify"><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/DC%20en%20la%20transición.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a></div><div align="justify"><br />Después el plebiscito de 1988, la Democracia Cristiana parecía ser el sucesor natural para guiar el país en el proceso de la transición. Era considerado el principal partido de Chile, por su amplio apoyo popular y por la posición céntrica tras la polarización política de la década de los setentas. Pero su buena gestión conciliadora para fortalecer la democracia, no fue suficiente para mantener el liderazgo. Por el contrario, la falta de reinversión, los costos de ser el partido de gobierno y la caída en la votación pesaron más que sus logros. Hoy, la DC lucha contra la UDI y el PPD para reconquistar a su público, los que fueron seducidos por “nuevas” caras y propuestas. ¿Por qué la DC no logró conservar su puesto como el grupo más poderosos dentro de la Concertación?<br /><br /><strong>Inicios de la transición</strong><br /><br />Bajo el gobierno de Augusto Pinochet, la Democracia Cristiana fue el opositor más fuerte junto con los radicales y lo que quedaba de la izquierda, dando origen a la Concertación de Partidos por la Democracia. Con esta alianza, la DC tenía que flexibilizar sus decisiones con sus antiguos enemigos ideológicos para imponerse al régimen autoritario en el plebiscito, que decidía la permanencia de Pinochet en el poder. El 14 de diciembre de 1989, el desafío se cumplió y consiguió el triunfo, pues su candidato y principal figura de la ex Falange Nacional, Patricio Aylwin, salió elegido como el primer Presidente de la transición con el 55,2% de los votos. Así comenzó una nueva etapa de cambios políticos y culturales para el partido y el país.<br /><br />El gobierno de Aylwin se inició el 11 de marzo de 1990, alcanzando una exitosa gestión que duró cuatro años. Entre los logros más importantes del período, se destacó el crecimiento de la economía al 7% y la disminución a casi la mitad de la pobreza que superaba el 45% de la población. Asimismo, se pretendió atender varios problemas que quedaron olvidados y que de algún modo fueron los costos sociales a la transformación liberal de los años ochentas. Uno de esos temas pendientes fue la violación de los Derechos Humanos, por lo que se creó la “Comisión Verdad y Reconciliación”. Ésta dio a conocer el llamado “Informe Rettig”, destinado a restablecer la convivencia nacional. Sin duda, el reconocimiento de los abusos cometidos por la dictadura fue un gran paso para retomar las relaciones cívico-militares que dividían a la sociedad.<br /><br />Pero no todo fue reconciliación, pues en los primeros años también se vivió tensión política como con el asesinato del líder UDI, Jaime Guzmán, el caso de los “pinocheques” y el “boinazo”, que movilizó a un gran contingente armado.<br /><br />A fines de 1993, se realizó una nueva elección presidencial que dio como vencedor con el 57,9% de los votos a otro personaje democratacristiano, Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Así empezaba un período de seis años más, donde la DC sufriría la decadencia en su apoyo electoral. Entre las obras de su mandato, se destacó el proceso de renovación económica, especialmente, con los tratados de libre comercio y la integración a bloques internacionales como la APEC y el Mercosur. Se avanzó en educación con transformaciones en la malla curricular y la implementación de la jornada completa. En el área de obras públicas se concentró las concesiones de carreteras y puertos, dándole al una infraestructura moderna y de calidad al país. Se siguió con las modificaciones a la Constitución del 1980, iniciando la Reforma Procesal Penal como uno de los mayores cambios a la justicia en la historia de Chile. Sin embargo, tuvo que enfrentar la detención de Pinochet en Londres y la grave crisis asiática que produjo un estancamiento económico a finales de la década de los noventas.<br /><br /><strong>Decadencia de la DC<br /></strong><br />Durante los diez años de gobierno democratacristiano, el partido sufrió un considerable desgaste político que se reflejó en las votaciones parlamentarias de 1997, donde perdió más de medio millón de votos. Con esos resultados, la agrupación más poderosa de la Concertación observó cómo su gestión estaba siendo deficiente ante la reinversión de sus contrincantes, quienes captaban a su objetivo: los electores. La parálisis de apoyo fue la manifestación más visible de los serios problemas que enfrentaban por la incapacidad de renovar a sus dirigentes. A esto se sumó la competencia bilateral representada por la Unión Demócrata Independiente (UDI) en la derecha y el Partido Por la Democracia (PPD) en la izquierda. Sin embargo, las debilidades más profundas se apreciaban internamente en la falta de un nuevo programa y en la carencia de posturas frente a los principales problemas de la política nacional.<br /><br />Las dificultades comenzaron con la relación que mantuvieron tanto Aylwin como Frei con su partido. El primero suspendió su militancia para ejercer el liderazgo en la Concertación, pero siempre conservó estrechos lazos con la directiva de la DC y sus parlamentarios. En cambio, Frei tuvo una postura más distante con el bloque que obligó a los ministros de La Moneda a cuidar los vínculos con la colectividad. Así se puede explicar cómo la DC vivió los costos de la democratización, pues siendo el partido del gobierno sufrió los errores y deficiencias de la nueva etapa. Durante una década, sus dirigentes apoyaron las medidas de la Concertación, incluyendo las impopulares y se abstuvieron de criticarlas públicamente. El mayor cambio se constituyó en el período de Frei, cuando algunos parlamentarios se acostumbraron a cuestionar las políticas de Estado. El Primer Mandatario debió enfrentar no sólo la oposición de derecha y los de izquierda, sino también de parte de la DC, lo cual afectó su credibilidad como partido responsable.<br /><br />Esto perjudicó directamente a las elecciones posteriores, en especial, las parlamentarias de 1997, cuando perdió 4.1 puntos -alrededor de medio millón de sufragios- siendo el partido más damnificado de la Concertación. En parte se debe a que no tuvo la capacidad de captar al voto potencial, pues para los jóvenes pudo aparecer como algo anticuada ante el socialismo renovado y las ideas progresistas de la UDI. En cierta medida, el fracaso de atraer un electorado nuevo fue el reflejo de las prácticas elitistas que marginaron la entrada de grupos de pensamientos más modernos. Además se sumaron las luchas internas que dividieron a la DC, lo que se demostró en las elecciones presidenciales de 1993, donde la gente votó “cruzado” por Frei para Presidente de la República y por la derecha para el Congreso.<br /><br />Las fracciones que deterioraron electoralmente a la DC, también se explican por la falta de liderazgo tras el retiro de Aylwin como principal figura del bloque y por el alto grado de institucionalización. Estos factores se centran en el problema sucesorio para mantener el poder dentro del partido, pues sus dirigentes no lograron cohesionar el trabajo de los militantes con la imagen de un personaje fuerte. Por el contrario, entre 1994 y el 2001 la Democracia Cristiana tuvo cuatro presidentes -Alejandro Foxley, Enrique Krauss, Gutemberg Martínez y Ricardo Hormazábal- y de ninguno se puede recordar una gestión con éxito.<br /><br />El elemento institucional obstaculizó la relación de los ministros y subsecretarios militantes con el partido, pues no pueden participar de forma directa en las campañas electorales, donde los vínculos personales con los votantes sigue siendo un medio para adquirir su confianza. Pasa lo mismo con el papel del Primer Mandatario, quien en su doble función de jefe de Estado y jefe de gobierno, dio prioridad a la primera, de tal modo que no intervino en los asuntos del partido y no ejerce liderazgo en éste.<br /><br />Tal vez el elemento más externo de la decadencia de la DC fueron las dificultades que impuso la influencia de los medios de comunicación, especialmente la prensa escrita. Los democratacristianos actuaron durante la transición en un sistema político en el cual los diarios y revistas estaban en un duopolio de derecha que no escondió su oposición a ellos. El partido no poseía un medio “amigo” que pudiera mostrar sus enfoques e ideas con autonomía. Por el contrario, tenían que luchar contra las publicaciones tendenciosas que destacaban los errores de sus partidarios, lo que profundizó la imagen de una colectividad dividida en grupos y caudillos.<br /><br />Sin duda, la incapacidad de la Democracia Cristiana para adaptarse al nuevo escenario político y cultural fue uno de los elementos más importantes para perder la posición como el partido más importante dentro de la Concertación. Los intentos por fortalecer el partido a través de primarias en las elecciones de 1997 y 2001 tuvieron efectos muy negativos, puesto que las divisiones internas marcaron una campaña débil, imposibilitándolos de obtener un cuarto presidente democratacristiano. La decadencia de este mítico partido se atribuye a sus limitaciones organizativas y el alto costo de la transición. Los partidos históricos como la DC deben reinventar a sus líderes para que no sólo se manifieste una evolución de caras y estilos, sino de una estrategia que esté por sobre las exigencias y presiones del sistema político. De esa forma, asegurarán el éxito de su renovación. </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165878416067316422006-12-11T17:59:00.000-05:002006-12-11T18:22:52.316-05:00Crecer con igualdad<em>Carolina Sanhueza<br />Alumna de Curso Chile Contemporáneo<br />Primer semestre de 2006</em><br /><br />Se analiza temáticas de crecimiento económico y equidad social, entre 1985 y 1996. Información disponible en:<br /><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Crecer%20con%20igualdad.doc"><span style="color:#990000;">Resumen ejecutivo</span></a><br /><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Crecer%20con%20igualdad.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point presentación</span></a>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1165877947790448852006-12-11T17:52:00.000-05:002006-12-11T17:59:07.860-05:00London Clinic: el ocaso del General<div align="justify"><em><span style="font-size:85%;color:#333399;">UNIVERSIDAD FINIS TERRAE<br />FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES<br />HISTORIA DE CHILE CONTEMPORANEO<br />DETENCIÓN DE AUGUSTO PINOCHET EN LONDRES<br />KARINA DEL RÍO<br /></span></em><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/Ocaso%20del%20general.ppt"><span style="color:#cc0000;">Power point de la presentación<br /></span></a><br />La detención del general Augusto Pinochet en el London Clinic tuvo importantes consecuencias para el sistema político chileno y fue visto por la comunidad internacional como un hecho histórico que marcó el fin de un tirano. El tema más impactante y simbólico fue que el ex dictador, otrora intocable, ahora era tratado como un prisionero como cualquier otro.</div><div align="justify"><br />Este hecho puso a prueba el principio de legalidad que había inspirado el cambio del régimen militar a la democracia, pues el gobierno tuvo que esforzarse por conseguir el regreso al país de quien fue su enemigo durante años. </div><div align="justify"><br />Además, marcó un giro en el Poder Judicial chileno, el cual a partir de ese hecho acogió sendas querellas de abogados de Derechos Humanos que buscaban procesarlo por algunos de los delitos que se cometieron bajo la dictadura. Después de un tiempo, y hasta el día de hoy, Pinochet acumula una gran cantidad de procesamientos por diversas causas como la operación Colombo, Villa Grimaldi, entre otras a las que se le sumaron delitos económicos en el llamado Caso Riggs.<br /><br /><strong>La detención</strong>:<br /><br />A las seis de la tarde (hora inglesa) del 16 de octubre, el senador vitalicio Augusto Pinochet fue arrestado por quince efectivos de Scotland Yard en el London Clinic, lugar donde se hacía algunos exámenes médicos. El motivo de la retención fue la solicitud de extradición emanada desde España por el juez Baltasar Garzón, quien hace años investigaba violaciones a los derechos humanos ocurridas en la dictadura de Pinochet. Allí, comenzó un calvario para el ex dictador que duró casi dos años.</div><div align="justify"><br />La Cámara de los Lores, en primera instancia, concluyó dos decisiones: La detención de Pinochet era legítima, pues no gozaba de inmunidad como senador de la República de Chile, tesis que había utilizado el gobierno chileno, aludiendo pasaporte diplomático, cuestión que rápidamente fue descartada.</div><div align="justify"><br /><strong>Cuál era la posición del gobierno chileno</strong>:<br /><br /></div><div align="justify">El Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle, fue quien tuvo que lidiar con este problema y defendió la tesis de defender principios y no personas. Esto le costó un roce con el ala más izquierdista de la Concertación, como también las críticas de la oposición que veían que La Moneda no se le estaba jugando en pos del respeto a nuestra soberanía nacional. </div><div align="justify"> </div><div align="justify">Para hacer efectivo su retorno, inicialmente el gobierno argumentó que Pinochet gozaba de impunidad diplomática, y que había viajado a Inglaterra en una misión institucional, lo que fue rechazado por los Lores ingleses. Luego, apeló soberanía jurisdiccional que significaba enjuiciarlo en tierras extranjeras y no bajo los tribunales chilenos. De esta manera, se explica el: “Principios y no personas”. Es decir, que no se defendía la figura de Pinochet, sino que se trataba de un ciudadano chileno el cual debía ser procesado por tribunales chilenos. Finalmente, la estrategia utilizada por los abogados del General, fue apelar a razones de salud debido a su avanzada edad, tesis que finalmente fue acogida por el ministro del interior británico Jack Straw, quien dio el pase para que el ex general volviera a Chile. </div><div align="justify"> </div><div align="justify"><strong><br />Posición de la derecha</strong>:</div><div align="justify"><br />La detención de Pinochet sorprendió a la derecha cuando se preparaba para las elecciones presidenciales de 1999, con el candidato de la UDI, Joaquín Lavín. El candidato de la Concertación era el socialista Ricardo Lagos y no un demócrata cristiano, lo que le permitiría a la derecha captar el electorado conservador de esa rama que no se senita cómodo con un candidato más cercano a la izquierda. </div><div align="justify"><br />Para conseguir los votos de aquel electorado, Lavín debió demostrar una postura crítica a los Derechos Humanos y tomar distancia del régimen militar y de la figura de Pinochet. Defendió su vuelta, pero desde una postura de condena a España e Inglaterra con violentas declaraciones en defensa de la soberanía nacional. Esto disgustó al General, quien lo acusó de inmaduro. </div><div align="justify"><br />Por otra parte, el apoyo que tuvo de las elites y parte de la población durante el régimen reaparecieron, sobre todo en el sector gremialista. Este sector apelaba por la defensa de la figura de Pinochet.</div><div align="justify"><br /><strong>Posición del ejército</strong>:</div><div align="justify"><br />Para el ejército fue un severo golpe la detención de Pinochet. El nuevo comandante en jefe, Ricardo Izurieta, se había propuesto modernizar la institución y alejarla del mundo político. Por esa razón, le convenía mantener una cierta distancia con la figura de Pinochet y del régimen militar. De esta forma, el ejército colaboró sólo institucionalmente con el gobierno para el retorno de Pinochet. Además, Izurieta dio indicaciones en el sentido que no obstruiría la labor de la justicia en los procesos por violaciones de los Derechos Humanos que implicaban a miembros o ex miembros de la institución. Pese a ello, hartos uniformados incluyendo su jefe máximo visitaron a su ex comandante en jefe durante su estadía en Londres, obviamente como señal de respeto por el grado y la historia de Pinochet. </div><div align="justify"><br />Sin duda, que la vuelta de Pinochet a Chile, levantándose de su silla de ruedas en señal de victoria, marca un hito en lo que vendría a ser la decadencia absoluta de su imagen. Sin bien, él quiso mostrar que todavía tenía poder, ya no ocurría lo de a principios de lo noventa cuando ante cualquier problema sacaba tanques y militares a las calles; ahora cada día se estaba quedando más sólo, y ni siquiera su estrado en el senado le brindaba un poco de ese poder que tenía cuando decía: “no se mueve ninguna hoja sin que yo lo sepa”. </div><div align="justify"><br />Lluvia de querellas, su retiro del senado, y lo peor: su ligación a una millonaria fortuna en el banco Riggs, marcarían el ocaso del general y su cada día mas alejamiento de quienes siempre estuvieron a su lado. Londres era sólo el comienzo, ahora sólo se espera que tras largos años la justicia determine una sentencia condenatoria, que en cierto modo podría marcar un capítulo más del fin de la transición. </div>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-14866880.post-1164633419072296122006-11-27T08:14:00.000-05:002006-11-27T14:38:42.926-05:00La transición de los militares 1990-1994<em><span style="color:#cc0000;">Paulina Duque<br />Historia de Chile Contemporáneo13/11/06<br /></span></em><br /><a href="http://200.9.73.224/_Sites_Intranet_UFT/_Site_Periodismo/_Material_Cursos/CHI5051/La%20transicion%20de%20los%20militares.ppt">Power point presentación</a><br /><br /><div align="justify"><strong>I. ¿Qué se entiende por transición militar?<br /></strong><br />La transición de los militares tiene que ver con el proceso experimentado por las Fuerzas Armadas chilenas, luego de la vuelta a la democracia en 1990, a través del cual las instituciones castrenses se fueron acomodando nuevamente en el sistema democrático, asumiendo su rol constitucional de instituciones subordinadas a la autoridad civil.<br /><br /><strong>II. Las etapas de la transición militar</strong><br /><br />A grandes rasgos, la transición militar se puede dividir en tres etapas:<br /><br />-1era Etapa de inicio 1990-1994: está marcada por la preeminencia de la figura de Augusto Pinochet en los círculos militares y por sus constantes conflictos con el poder ejecutivo encarnado por Patricio Aylwin (Boinazo, ejercicios de enlace y alistamiento).<br /><br />-2da Etapa de desarrollo 1994-1999: se caracterizó por el distanciamiento paulatino de la figura de Pinochet del Ejército y la vida política del país (Retiro del general y su detención en Londres), así como también por los avances en los juicios por violaciones a los derechos humanos.<br /><br />-3era Etapa de consolidación 2000-2005: está marcada por el liderazgo positivo ejercido por el general Juan Emilio Cheyre en las Fuerzas Armadas y por las buenas relaciones cívico-militares en aras a una reconciliación nacional (reconocimiento de responsabilidades mutuas en el quiebre de la democracia)<br /><br />La última etapa se está sellando actualmente y exhibe unas Fuerzas Armadas y de Orden subordinadas al poder civil, confinadas a sus tareas institucionales y alejadas de la arena política. Sin embargo, hace dieciséis años atrás, este proceso estaba recién comenzando. Justamente este trabajo se centra en explicar y analizar la primera etapa de la transición militar, la cual se caracterizó por el desarrollo de dos graves crisis: los ejercicios de enlace y alistamiento de diciembre de 1990, y el boinazo de mayo de 1993, muestras de las tensas relaciones cívico-militares de la época.<br /><br /><strong>III. La primera etapa de la transición militar 1990-1994</strong><br /><br />Lo primero que hay que decir es que esta etapa se desarrolla en un contexto nacional muy particular. Por un lado tenemos un país que ha recuperado la democracia, con un Presidente de la República elegido por el 55 por ciento de los votos y una población esperanzada en los nuevos tiempos. Sin embargo, la arquitectura democrática adolece de dos problemas que amenazan la armonía de las relaciones civiles militares: la continuidad de Augusto Pinochet en la comandancia en jefe del Ejército, y la gran autonomía de las Fuerzas Armadas del poder político.<br /><br />Pinochet sigue siendo un actor importante en la vida política del país y cuenta con el apoyo de gran parte de la oposición. Demuestra su poder de facto emitiendo declaraciones a la prensa respecto a la contingencia y desconsiderando como jefe jerárquico suyo al ministro de defensa Patricio Rojas.<br /><br />Por su parte, las Fuerzas Armadas gozaban de una autonomía garantizada por la constitución, “a través de una serie de preceptos que establecían su independencia del poder político en materias vinculadas a definición de recursos para el sector, asenso y promoción de oficiales y definición de orientaciones de desarrollo institucional”[<span style="color:#ff6600;">1</span>]. Asimismo, el propio Pinochet había dispuesto por ley en 1989 la inamovilidad de los comandantes en jefe por ocho años, y la plena vigencia de la Ley de Amnistía, entre otras cosas.<br /><br />Todo lo anterior “proyectaba hacia el ámbito internacional una sospechosa imagen de cogobierno y de democracia bajo tutela”[<span style="color:#ff6600;">2</span>], situación que pronto devino en dos crisis que afectaron seriamente la estabilidad del gobierno de Patricio Aylwin y que, más allá de debilitar a Pinochet en su puesto, confirmaron su voluntad de permanecer en el mando.<br /><br /><strong>IV. Crisis de 1990: Ejercicios de enlace y alistamiento</strong><br /><br />El ambiente comenzó a tensionarse a partir del mes de septiembre del año 1990, cuando el comandante de la Guarnición Militar de Santiago, brigadier Carlos Parera, rompe el protocolo y la tradición durante la Parada Militar, al desconocer la presencia del Presidente Patricio Aylwin para solicitar su autorización al inicio del desfile militar. </div><div align="justify"><br />Luego vinieron las desafortunadas declaraciones de Pinochet efectuadas en el Club de la Unión contra la nueva concepción de las fuerzas armadas como espacio del pueblo, introducida por el Ejército alemán, al que calificó de “grupos de marihuaneros, hippies y ociosos”. A raíz de sus expresiones, el comandante en jefe es requerido por el Gobierno, teniendo que entregar explicaciones para evitar un conflicto diplomático. </div><div align="justify"><br />En este escenario que comenzaba a complicarse, aparecieron tres cheques -por más de tres millones de dólares-, que el Ejército giró a nombre de Augusto Pinochet Hiriart, para actuar como intermediario en la compra de la empresa Valmoval, dedicada a la fábrica de partes y piezas de armamento para la institución militar. Se formó una comisión especial en la Cámara de Diputados para investigar lo ocurrido. </div><div align="justify"><br />El general experimentaba una situación de vulnerabilidad y de cuestionamiento de su idoneidad para el importante cargo que ejercía, a raíz de lo cual su representante comunicacional, general Ballerino, inició conversaciones con el gobierno para encontrar una salida al asunto que más les preocupaba: el “caso pinocheques”. Las negociaciones, sin embargo, quedaron entrampadas debido a que el ministro de defensa, Patricio Rojas, no transó en exigir como condición a cualquier salida amigable, nada más ni nada menos que el retiro anticipado de Augusto Pinochet, a lo que Ballerino obviamente se negó. </div><div align="justify"><br />Para finales de año se había llegado a un punto ciego y el general Pinochet no dudó en ordenar la noche del 19 de diciembre el acuartelamiento nocturno del Ejército en tenida de combate. A la mañana siguiente, el ministro Patricio Rojas se refirió a los hechos como “ejercicios de enlace y alistamiento” –los que técnicamente se encuentran dos grados más abajo de un acuartelamiento- con el fin de bajarle el perfil a la situación. </div><div align="justify"><br />Finalmente Pinochet consiguió lo que buscaba, imponiendo la autoridad que aun gozaba y logrando que la causa de los cheques emitidos por el Ejército quedara archivada. </div><div align="justify"><br /><strong>V. Crisis de 1993: Boinas negras en la Alameda</strong></div><div align="justify"><strong><br /></strong>El 28 de mayo de 1993, nuevamente los militares se exhibieron frente al edificio de las Fuerzas Armadas en traje de combate, lo que fue bautizado por la prensa como "boinazo". La motivación del Ejército fue un "desprestigio institucional", a raíz de los juicios por violaciones a los derechos humanos. Esta vez, el Presidente Aylwin se encontraba realizando una gira por varios países de Europa y la situación debió ser encarada por el Vicepresidente de la época, Enrique Krauss. </div><div align="justify"><br />La institución castrense presentó un verdadero "pliego de peticiones" al Gobierno, que entre otros tópicos consultaba una "ley de punto final"; el desistimiento de la querella por los llamados "pinocheques"; parar un proyecto de ley de reforma a la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas; cambio de autoridades en el Ministerio de Defensa y la agilización de algunos trámites legislativos.</div><div align="justify"><br /><strong>VI. Conclusiones</strong> </div><div align="justify"><br />Para terminar, cabe decir que la transición de los militares chilenos no ha sido un proceso fácil ni rápido, sino más bien un camino de avances lentos y pausados, pero, al fin y al cabo, seguros y permanentes en el tiempo. No dejan de sorprender los tensos momentos vividos por la administración Aylwin cuando se creía que en cualquier instante Pinochet daría un nuevo golpe.</div><div align="justify"><br />Fue una época en la que el poder político tuvo que convivir con el poder militar y llegar de alguna manera a acuerdos para asegurar la armonía de la recién conquistada democracia. A pesar de todo, la autoridad civil se mostró firme y no cedió respecto a los temas más importantes, como los juicios por violaciones a los derechos humanos cometidas durante el régimen militar. </div><br /><strong>VII. Bibliografía </strong><br /><strong><br /></strong>a) Fuentes S., Claudio. <em>La transición de los militares. Relaciones civiles -militares en Chile 1990-2006</em>. Santiago de Chile: LOM ediciones, 2006.<br /><br />b) Otano, Rafael. <em>Crónica de la transición</em>. Santiago de Chile: Editorial Planeta, 1995.<br /><br /><strong>VIII. Citas</strong><br /><strong><br /></strong><em><span style="font-size:85%;">[1] Fuentes S., Claudio. La transición de los militares. Relaciones civiles -militares en Chile 1990-2006. Santiago de Chile: LOM ediciones, 2006. Pp. 25-26.</span></em><br /><em><span style="font-size:85%;"><br />[2] Otano, Rafael. Crónica de la transición. Santiago de Chile: Editorial Planeta, 1995. P. 148.</span></em>Ignacio Muñoz Delaunoyhttp://www.blogger.com/profile/02660271672825142851noreply@blogger.com0