« Home | El día en que Chile dijo No » | El tiempo presente en la Finis Terrae » | Allende se queda solo » | Programa de la Unidad Popular » | Programa del curso "Chile contemporáneo" » 

miércoles, septiembre 21, 2005 

Enlaces y deslices en el asesinato de Jaime Guzmán

Por Francisca Gallardo
Alumna curso Chile Contemporáneo
Primer semestre de 2004

A las 18:30 de un primero de abril de 1991, dos comandos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) acribillaron al senador de la UDI Jaime Guzmán cuando salía del Campus Oriente de la Universidad Católica. A un año de la presidencia de Patricio Aylwin el frío asesinato significó un duro golpe contra el naciente proceso de democratización.

Asimismo, este crimen llevó a la inmediata creación del Consejo de Seguridad Pública, conocida también como “La Oficina”, cuyo objetivo era, ante todo, buscar pistas que llevaran a los autores de este homicidio. Todos los datos apuntaban al grupo terrorista de izquierda FPMR, y el 25 de marzo de 1992 la Brigada Investigadora de Organizaciones Criminales (BIOC) dio con el paradero de Ricardo Palma Salamanca (El Negro) y Raúl Escobar Poblete (Emilio). Ambos ejecutores pertenecían a un grupo operativo especial del grupo frentista, cuya dirección estaba a cargo de Mauricio Hernández Norambuena (Comandante Ramiro).

Norambuena operó recibiendo instrucciones expresas de Juan Marco Gutiérrez Fischman, alias “El Chele”, quien era yerno del Jefe de Aparatos de Seguridad e Inteligencia cubana, el Ministro de Defensa Raúl Castro. Éste fue el enlace donde quedó claramente establecida la responsabilidad del Servicio Cubano G-2 en el asesinato del Senador Jaime Guzmán.

A este caso se le suma en el mes de septiembre de 1991 el secuestro del ejecutivo de la empresa “El Mercurio”, Cristián Edwards del Río. No era coincidencia. Para la Navidad de ese año lograron ubicar al comando del FPMR que tenía retenido a Edwards, detectando la casa-retén en Curanilahue, mientras que miembros de ese grupo van a poder esclarecer –a través de confesiones- el homicidio de Guzmán.

Eso sólo fue el primer paso que dar: averiguar nombres y vínculos. Aquello fue la tarea del Comisario Jorge Barraza Riveros, quien tomó contacto con una persona que lo ayudaría a descifrar de a poco este puzzle: ella era Marie Emmanuelle Verhoeven, psicóloga y periodista, de nacionalidad francesa, la famosa “Comandante Ana” –como es conocida por investigaciones y los medios-, Encargada Nacional de Inteligencia del FPMR y además, la sexta integrante de dicho movimiento terrorista. Emmanuelle fue la que confesó quiénes eran los demás integrantes –siendo uno de ellos su pareja, Sergio Galvarino- y reiteró que “El Chele” era el verdadero responsable de dar la orden para ejecutar a Guzmán. Recién en diciembre de 1992 obligado por los hechos y debido a que se encontraba procesado por el homicidio, Ricardo Palma Salamanca reconoció haber sido el autor intelectual del asesinato el 1 de abril de 1991, cerrándose esa parte del caso.

En abril de 1996 el ministro que llevaba la causa, Alfredo Pfeiffer reabrió el caso para hacer trascender otra versión: el “por qué” del asesinato. Sin embargo, dos meses después se inhabilitó al juez de seguir con la investigación, ya que –según el diario El Mercurio de esa fecha- argumentó haber desarrollado enemistad, odio y resentimiento contra los inculpados. En su sucesión le siguió la jueza Raquel Camposano.

Algunas de las razones indirectas del asesinato –como rumor de pasillo entre los medios- se vieron relacionadas con la postura pasiva que mantuvo Guzmán al justificar constantemente las violaciones a los Derechos Humanos, atribuidos al general Augusto Pinochet. Por otro lado, en la fecha de su crimen, en el Congreso se estaba gestionando un proyecto de ley para indultar a los terroristas. El senador tendría una influencia enorme en la UDI para oponerse fuertemente, acrecentando la antipatía en la izquierda.

Sin embargo, la causa directa que generó el crimen, proviene a raíz de diciembre de 1990 cuando al interior del FPMR se inició un proceso de “consulta” para determinar la línea política a seguir en democracia, cuando Patricio Aylwin ya había llegado a La Moneda. Por entonces, dos sectores pugnaban por imponer sus posturas. El primero, aglutinado por frentistas “históricos”, abogaba por transformarse en un movimiento político. En cambio, el sector más “duro”, el de Norambuena, planteaba proseguir la lucha. En marzo de 1991, la cúpula del FPMR se reunió en un fundo cercano a Osorno, para analizar los resultados de la “consulta interna”. De acuerdo con un testigo, el ambiente interno era de total descomposición, cruzado por descalificaciones y sospechas, lo que impedía cualquier diálogo.

Finalmente, todos los antecedentes recopilados en el sumario que llevaba la justicia -más el relato de otros testigos- aseveraron que “El Chele” y “El comandante Ramiro” ya habían acordado la operación del asesinato antes de celebrarse el encuentro. El objetivo del crimen era interrumpir el debate interno, mediante una acción que bloqueara cualquier posibilidad de abandono de la lucha armada.

Una muerte anunciada: las confesiones de Salamanca

“En mi calidad de miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y después del ataque a los Marines realizado a fines de 1990, seguí en contacto con mi jefe “Emilio” en espera de que nos llegara la orden de cometer una nueva acción”, confesó el “Negro” Salamanca a la BIOC. Sin más nada que perder, en 1992 el autor material del asesinato de Jaime Guzmán confesó a investigaciones paso a paso cómo lo realizó.
A mediados del mes de marzo de 1991, “Emilio” le comunicó al “Negro” que tenían que realizar una tarea por delante “más o menos” difícil. Se juntaban frecuentemente para organizar esta acción que, en palabras de “Emilio”, era realizar un “ajustamiento” a Jaime Guzmán. En la siguiente reunión, “Emilio” le informó que la acción se realizaría en el lugar de trabajo del senador, vale decir en el Campus Oriente de la Universidad Católica de Chile, donde hacía clases de derecho. “Me ordenó que visitara el lugar para familiarizarme con él”, explicó el “Negro”.

En el siguiente punto, gracias a las conspicuas observaciones de Salamanca, “Emilio” organizó el punto exacto donde Guzmán debía ser asesinado, siendo éste una escala contigua a la sala de profesores. Además ya se tenía claro cuál era la rutina del senador, que consistía en que una vez finalizada sus clases se dirigía a la sala de profesores para hacer entrega del libro de clases y abandonar el lugar por esta escala que lo conducía al estacionamiento, ubicado al interior del Campus. “El Negro” se manifestó contrario a la idea de cometer la acción en la escalera, porque se veía muy sospechoso y por ello mismo pensaba que debía realizarse en el estacionamiento. “Emilio” le negó esta propuesta y dijo que debía hacerse a su manera.

Sin embargo, ambos coincidieron en que la ruta de escape sería por la calle Regina Pacis., Holanda para virar hacia el oriente por Simón Bolívar y luego hacia el sur por Jorge Washington, lugar en el cual abandonarían el vehículo a la altura de la Municipalidad de Ñuñoa para luego seguir a pie. Todos los mínimos detalles estaban chequeados.

El 1 de abril el “Negro” se reunió con “Emilio” en Macul con Las Torres a las cuatro de la tarde. Abordaron un taxi Opal negro el cual habían robado tres días antes y se dirigieron de inmediato al Campus Oriente. “En un momento comencé a caracterizarme, pegándome un bigote ancho que había adquirido con anterioridad en una tienda del centro”, recordó Salamanca. En ese mismo trayecto el “Negro” es comunicado que para obtener el armamento que iba a usar debía ingresar a una shopería que se ubicaba al frente de la entrada del Campus, donde en el interior le estaría esperando un tipo que –como señal- tendría una bebida y un chaleco sobre la mesa.

Con la pistola en su poder salió del local para encontrarse con “Emilio”. Acto seguido, ambos se dirigieron al interior de la universidad por su puerta principal, dirigiéndose a la escala que los conducía al segundo piso. “Emilio” fue a chequear si el Senador estaba haciendo clases. En seguida, fueron hacia el sector de la sala de profesores. “Recuerdo que en un momento determinado estuve en la escala destinada a la acción, apreciando que algunas personas transitaban por ella y que cuando lo hacían cerca de mí, yo disimulaba mirando por la ventana que daba hacia el estacionamiento”, comentó el “Negro” a investigaciones. Así transcurrió el tiempo, hasta que tocaron un timbre que señalaba el término de la clase, momento en el cual ambos frentistas se prepararon para esperar al senador en el pasillo, al lado de la entrada a la escalera. El plan iba bien. Vieron a Guzmán dirigirse a la sala de profesores justamente a entregar el libro, y se adelantaron a bajar algunos peldaños en forma muy lenta, esperando a que apareciera Guzmán.

Aparentemente, el senador se percató de algo, porque en el segundo peldaño se detuvo y regresó a la sala de profesores. “Nos dimos cuenta de que Guzmán paró en la segunda escala desde el cual nos observaba y, ante esa situación, él se dio vuelta”, explicó Salamanca. Ambos terroristas analizaron lo que recién había ocurrido, y llegaron a una nueva conclusión: Guzmán se había dado cuenta de las dos sospechosas presencias. Ante ese error en el plan, igual tenían otra oportunidad de hacerlo afuera, siempre y cuando la víctima, en su vehículo, pasara por delante del paradero ubicado en la entrada al Campus.

Para la suerte de los frentistas, así fue como ocurrió. Lo vieron salir por la puerta del estacionamiento en un Legacy de color gris metálico, el cual se aproximó al paradero a poca velocidad. “Esto nos permitió visualizar que en su interior venía Guzmán, sentado al lado del conductor”, añadió Salamanca en su confesión a la BIOC. A esa velocidad, ambos desenfundaron sus armas y se adelantaron hacia el auto y adoptaron posición de tiro. Salamnca recuerda haber disparado seis veces contra el objetivo mientras que el auto continuaba su marcha, con la lentitud de las notas del fúnebre de Mozart. Acto seguido, los acribilladores escaparon por Regina Pacis, tal como lo habían planeado.

Mientras que este asesinato unificó más que nunca una UDI que parecía restaurar fuerzas en sus inicios del nuevo gobierno de Aylwin, las fuerzas terroristas del FPMR no podían tener ese mismo final. Sin poder adoptarse en democracia, ni mucho menos tomar una posición homogénea, entre asesinatos a espías izquierdistas que trabajaban en “La Oficina” y confesiones como las que hizo Salamanca, destinaron a este movimiento a una anunciada muerte, tal como lo fue la del senador de la derecha, Jaime Guzmán.

Mmmmmmm, interesante este artículo. Me gustó bastante y es una buena forma de mostrar lo que ocurrió y sus futuras implicancias. Todos ven al asesinato de Jaime Guzmán desde una perspectiva(la muerte de un ícono de la UDI), pero también está la otra parte, que es la confirmación del desmembramiento de un grupo, que como se puede ver, terminó dividido entre una facción terrorista y otra que buscaba continuar con su legítima lucha, pero ahora desde la política, sentados y ya no con el fusil.
Quizás sea que este asesinato, más el secuestro de Edwards, terminaron por negarle toda posibilidad al FPMR de convertirse en un partido político. Habría sido como lo ocurrido con Al Fatah en Palestina. Y qué diferente habría sido todo de esa forma.

En fin, muy buen artículo, me gustó como está escrito y, también, el contenido.

Publicar un comentario